El Mercurio
Siempre con escaso recurso humano, pese al volumen de colecciones que debe catalogar y conservar, prepara la realización de un gran Encuentro Iberoamericano de Archivos Musicales y Sonoros.
IÑIGO DÍAZ
Se trataba de un archivo de apenas dos estantes cuando la historia comenzó a escribirse en 1970, en un pequeño rincón de la Biblioteca Nacional. Su director, Roque Esteban Scarpa, leyó la carta que le había enviado el músico Juan Amenábar alertando sobre la necesidad imperiosa de que los compositores chilenos contaran con un espacio de salvaguarda de su obra. Así nació el Archivo del Compositor.
Rebautizado en 2008 como Archivo de Música, esos dos anaqueles iniciales son ahora más de 30 m2 para depósitos de conservación, salas con condiciones controladas y con estantes de hasta cinco niveles. Allí se cataloga, se mantiene al cuidado, se divulga y se pone en valor una parte de la historia de la música chilena.
El equipo se encontraba planificando el IV Encuentro Iberoamericano de Archivos Musicales y Sonoros, que se iba a realizar en Santiago con visitas de distintos países, cuando sobrevino la pandemia. La oficina cerró sus puertas hace seis meses y sus investigadores pasaron al teletrabajo. Pero el encuentro siguió adelante.
“El formato a distancia nos ha permitido hacerlo crecer exponencialmente”, asegura Cecilia Astudillo, jefa del Archivo de Música desde 2012. “Antes teníamos 10 expositores de Chile y otros de Argentina, Perú, Bolivia o España. Ahora se han sumado muchos más, Brasil, Costa Rica, Canadá e incluso Hong Kong, gente que estudia los archivos iberoamericanos”, agrega.
El encuentro se realizará desde el 26 al 30 de octubre, y si en el formato presencial contaban con espacio para 130 cupos, hoy ya van en 500 inscritos. Incluso los conciertos de mediodía que estaban en el programa tendrán una segunda oportunidad. Por ejemplo, el pianista Ángel Martínez, representante en Chile de la Fundación Claudio Arrau que tiene sede en Nueva York, dará el concierto inaugural. Ya se están planificando otros para sumar al contexto webinar.
Espacio para todos
“El archivo surgió como el repositorio donde se iba a reunir la obra de los compositores chilenos para su conservación, investigación y divulgación, en especial de la música docta. Durante la década de los 80 fue tomando forma gracias al trabajo de una destacada jefa de sección, Paulina Sanhueza. Gracias a ella se consolidó esa unidad hasta llegar a convertirse en lo que es hoy”, orienta el director de la Biblioteca Nacional, Pedro Pablo Zegers, sobre esas primeras décadas de trabajo.
“Tenemos los fondos de todos los ganadores del Premio Nacional de Música y contamos con piezas muy valiosas, desde el Libro Sesto (de María Antonia Palacios, hacia 1790) hasta el proyecto mecanografiado y con anotaciones caligráficas de Jorge Peña Hen para las orquestas juveniles. También se encuentra el álbum de partituras que perteneció a Isidora Zegers y otros 200 álbumes de señoritas”, cuenta.
Todo ese acervo de música docta, partituras y documentos de compositores se ha ampliado también hacia la música popular en un sostenido plan de integración. El Archivo de Música suma otros tesoros, como la completa biografía de Valentín Trujillo a través de recortes de prensa; la primera guitarra del trovador Eduardo Peralta; manuscritos de canciones de Congreso; una colección de vinilos chilenos donados por la radio Cooperativa, y el impresionante legado del sello Alerce, con documentos, fotografías, cintas y originales de carátulas, que durante años ha estado en proceso de catalogación.
El archivo cuenta con Cecilia Astudillo como única investigadora, apoyada por dos administrativos de planta en labores de registro, y una serie de voluntarios. Su rol ha sido clave en el trajín, en la investigación, pero además han logrado conseguir auspicio para las charlas y conciertos que se realizaban en la sala, impulsadas principalmente por el Grupo de Amigos del Archivo de Música (Gamus), que encabeza el compositor Gabriel Matthey. Algunos de estos pasantes, que vienen de la ingeniería y el marketing, también elaboraron un plan de acción que ha puesto en el mapa al archivo.
“Éramos una oficina desconocida incluso dentro de la biblioteca. Con este plan que se extiende hasta el 2021, nos hemos hecho mucho más conocidos. El público viene ahora más que antes. Tenemos espacio para recibir a ocho personas en sala y dos veces por semana hay visitas guiadas. Y todo eso con el compromiso que han tenido nuestros pasantes voluntarios”, cierra Cecilia Astudillo.
“ No hay límites políticos, cronológicos ni de estilos. Tenemos fondos de Los Quincheros y de Karaxú, un grupo del MIR”, dice Cecilia Astudillo.
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