El Mercurio
Considerada la mayor artista actual de la performance, Abramovic acaba de estrenar en Munich el espectáculo “7 muertes de Maria Callas”, donde une su propia experiencia creativa y amorosa con la de la soprano griega.
Juan Antonio Muñoz H.
Acceder al misterio de Maria Callas es algo imposible. La soprano griega, una de las artistas más relevantes del siglo XX, ejerce, por lo mismo, una atracción imposible de eludir para artistas de las más variadas disciplinas y también para el análisis crítico.
Estudiada y escrudiñada por el teatro (Terrence MacNally, Pedro Vicuña), el cine (Pasolini, Zeffirelli, Tom Volf), el ballet (Alicia Alonso), el vestuario (Yannis Tsarouchis), la pintura (Vale Kardamski, Michael Doyle) y el psicoanálisis (Juan David Nasio), ahora fue el turno de “la reina de la performance”, Marina Abramovic (1946), quien acaba de estrenar en la Ópera de Múnich “7 Deaths of Maria Callas” (Siete muertes de Maria Callas).
La artista serbia, impactada siendo niña por el descubrimiento de la voz de Callas, construyó una suerte de experiencia teatral-musical-cinematográfica que intenta develar cómo el mundo expresivo interior de la soprano estaba imbricado profundamente con su vida personal, al punto que no se pueden diferenciar. A la vez, Abramovic suma su propia experiencia como mujer, que encuentra en la vida de Callas elementos que permiten entender su propio proceso creativo y amoroso. Las une un corazón destrozado.
Con la dirección musical de Yoel Gamzou (1987), el espectáculo se sustenta en siete escenas de heroínas de la ópera ---Violetta Valéry, Tosca, Desdémona, Cio Cio San, Carmen, Lucia di Lammermoor y Norma---, cantadas en vivo mientras la propia Marina permanece acostada con los ojos cerrados en un cuarto que podría ser el del acto final de “La traviata” o el de Callas en su departamento de París, donde murió en 1977.
Cada aria está unida por interludios compuestos por el músico serbio Marco Nikodijevic (1980), en claro contraste sonoro con la música de Verdi o Bellini, y durante el tiempo que dura la interpretación de cada una de ellas se proyecta una película que comenta lo que sucede. El trabajo cinematográfico es de Nabel Elderkin (1982) y junto a Marina Abramovic comparece el actor Willem Dafoe (el Duende Verde de “Spider-Man”) como el hombre que causa la muerte de la protagonista.
De gran impacto son, por ejemplo, el estrangulamiento con serpientes para el aria de Desdémona y el angustioso camino de Pollione y Norma (Dafoe y Abramovic) hacia la hoguera. Tras esto la escena se convierte en la habitación parisiense de Maria, donde ella muere. En ese momento, las cantantes a cargo de las arias entran convertidas en mucamas para limpiarlo todo y cubrir los muebles con velos negros. La luz se apaga y emerge Marina Abramovic resplandeciente, vestida de dorado; se sitúa al centro de la boca del escenario y se escucha por primera vez la voz de Maria Callas en “Casta Diva”. Fin.
Desde Munich, Marina Abramovic dice que “tenía 14 años y estaba con mi abuela en la cocina. De pronto, de una antigua radio salió una voz que yo no sabía a quién pertenecía. Era Maria Callas. Se me puso la carne de gallina. El sonido era electrizante. Desde entonces he estudiado su vida y la he escuchado. Conocerla fue una bomba de energía para mi alma”.
—Su trabajo es sobre el amor y la muerte, que se conjugan en la ópera como género y en la vida de Maria Callas.
“No es tanto sobre la muerte sino más sobre el amor. La inspiración para la ópera es Callas muriendo con un corazón roto. Yo misma casi muero con el corazón roto, pero sobreviví y nunca volverá a suceder. Para mí, el amor es la emoción humana más importante. No solo el amor por una persona sino también, por ejemplo, el incondicional amor por las plantas, los pájaros, los árboles…”.
—Usted muestra cómo el actor Willem Dafoe “asesina” repetidamente a su personaje. Hay un hombre que siempre traiciona.
“Mi interés se intensificó cuando supe de la fracturada relación que Maria tuvo con Aristóteles Onassis. Cuando él la abandonó por Jacqueline Kennedy, Callas cayó en una profunda desesperación y se convirtió en una reclusa. Yo misma fui abandonada por mi marido y, de manera similar, casi no me recupero. Dejé de comer, dejé de beber. No quería vivir más. Estuve en mal estado por mucho tiempo. Callas abandonó incluso su trabajo. Esa es la gran diferencia entre ella y yo. Yo no podría renunciar a mi trabajo; siento que cuando hago el trabajo que amo no me puede pasar nada”.
—También se desprende de todo esto un llamado al empoderamiento de la mujer y una advertencia sobre los femicidios.
“Quiero mostrar la fuerza y la perseverancia que una mujer puede tener. No todo corazón roto termina en la tragedia. Yo creo en la esperanza. Por eso es que al final salgo a escena vestida de oro. María se encuentra con su destino final con una sensación de poder”.
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