domingo, septiembre 06, 2020

Los Letelier: Tres Premios Nacionales en una familia

El Mercurio

El caso de la familia Letelier Valdés resplandece en la historia de los Premios Nacionales en Chile: Alfonso Letelier fue el primero en recibirlo, en 1968, y luego lo hicieron sus hijos Miguel (2008) y Carmen Luisa (2010).
Juan Antonio Muñoz H.

Considerado un pilar de la producción nacional de música de arte, el compositor Alfonso Letelier Llona (1912-1994) fue una suerte de niño prodigio: comenzó a estudiar música a la edad de seis años y sus primeros ensayos musicales datan de 1922, cuando contaba solo con diez años. Seis años después compuso una Misa para voz solista, coros, órgano y orquesta de cuerdas, y el preludio para una ópera sacra, “La Magdalena”, que dejó inconclusa.

Durante su vida, desarrolló una larga carrera como docente en la Escuela Moderna y en el Conservatorio Nacional. Fue miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes, profesor y decano en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, vicerrector de esa casa de estudios, además de decano de la Facultad de Artes de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

En 1968 se le otorgó el Premio Nacional de Arte por su labor creativa, y luego vinieron muchos otros galardones, nacionales e internacionales; entre ellos, fue distinguido por la Organización de Estados Americanos (OEA) y por el Consejo Interamericano de Música, entidades que le rindieron un homenaje en 1985.

Entre sus obras más importantes se cuentan la música incidental para “La Anunciación a María”, de Paul Claudel (1949); “Tobías y Sara” (ópera-oratorio); Suite Grotesca (1946); “Balada y canción de cuna”, para contralto y orquesta (1935-36); “Decires” (1940); Cuatro canciones de cuna para voz de mujer y orquesta de cámara (1938-39); “Sonetos de la Muerte”, sobre poemas de Gabriela Mistral (1942-48); “Vitrales de la Anunciación”, para soprano, coro femenino y orquesta de cámara (1950); Sinfonía “El hombre ante la ciencia”, estrenada en 1987, y “Nocturno”, su última obra, escrita para el conjunto Ensemble Bartók, con textos de su autoría.

Siempre preocupado por el progreso de la educación musical en Chile y del desarrollo de nuevas generaciones de docentes y creadores, Alfonso Letelier pensaba que es una tarea prioritaria de las autoridades reestudiar los planes y los programas de la asignatura de Educación Musical en los colegios. “Deben dedicarse más horas a la música”, dijo. “A mi juicio, la mayor parte de ese tiempo debe ser empleado en la audición explicada de obras maestras, más que en aspectos técnicos o teóricos. Es importante que se den facilidades a los colegios para que obtengan el material adecuado, y que los niños asistan a los conciertos”.

Junto a su esposa, la cantante Margarita Valdés Subercaseaux, tuvo cuatro hijos, dos de los cuales también recibieron el Premio Nacional: Miguel (organista y compositor) y Carmen Luisa (contralto).

Trayectorias

Miguel, quien murió en 2016, a los 77 años, era respetado por sus pares como un músico integral: destacado organista, ingenioso compositor y profesor aplicado, obtuvo el Premio Nacional en 2008. Además de ser miembro de número de la Academia Chilena de Bellas Artes, fue profesor de órgano y composición en la Universidad de Chile.

Antes de estudiar música, ingresó a Ingeniería Forestal en la U. Austral. Solo cuando oyó tocar al famoso organista y compositor argentino Julio Perceval se decidió por ese instrumento. Él fue su maestro y, según contaba, le enseñó que un compositor debía ser capaz de escribir en todos los estilos. Y por eso él era tan ecléctico. “Como medio expresivo uso todos los elementos de la música contemporánea. Si necesito una serie de doce tonos, la uso; si requiero algo aleatorio, también. Si necesito un acorde de Do Mayor, lo empleo. No tengo ninguna atadura”, declaró a “El Mercurio” en 1999.

Dos años después que su hermano, Carmen Luisa también fue premiada. “Mi padre era compositor, mi madre cantaba, en mi casa siempre se hizo música. Los músicos chilenos de mi edad comenzamos a ir al Conservatorio a los seis años, seguimos la carrera superior de música y luego pasamos a ser profesores en la Universidad de Chile. Nos conocemos desde chicos, el Conservatorio es nuestra casa (...) El repertorio que yo canto es el que le oí a mi madre desde que tengo memoria. Entré a estudiar canto lírico con Lila Cerda, porque tenía problemas vocales. Hablaba pésimo y con un registro ronco. Paralelamente, me formé con Violeta Parra, quien siempre me retaba: ‘No vayas a impostar la voz, porque así nunca más podrás cantar mis canciones'. Se generó una verdadera pelea entre la señora Lila y la Violeta por mi formación”, dijo a “El Mercurio” en 2010.

Dedicada a un amplio repertorio, pero preferentemente a la música de cámara, dueña de una voz muy personal y de una alta capacidad expresiva, ella fue la voz del Ensemble Bartók, conjunto con el cual interpretó la música chilena por todo el mundo.

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