jueves, septiembre 17, 2020

La primera dama de la tonada y otros discos de folclor

 El Mercurio


Una panorámica de ediciones en un Dieciocho sin grandes festejos ni circulación: desde la maestra sanvicentana de 89 años, Chabelita Fuentes, a los atrevidos experimentos de cueca y rap que exponen Los Puntúos.

IÑIGO DÍAZ


El canto de abuela y nieto


Cuando comenzaron a surgir nombres de mujeres candidatas al Premio Nacional de Música, el de Matilde Isabel Fuentes Pino, Chabelita Fuentes (89), fue uno de los que alcanzaron más resonancia. En una entrevista con Caballo y Rodeo, respecto de esa postulación, ella dijo: “Toda mi vida he estado haciendo folclor. Moriré en eso con un orgullo muy grande”.


Su recorrido en el canto comenzó actuando en radios desde 1949, y tras una experiencia con el conjunto Los Provincianos, en 1954 formó Las Morenitas, un emblema de la tonada centrina. “Chabelita Fuentes es ñuñoína pero desde 1975, cuando se casó, vive en San Vicente de Tagua Tagua. No se mueve de aquí”, dice Diego Barrera (32), uno de sus colaboradores más próximos desde que comenzaron a tocar juntos hace 20 años como abuela y nieto. “Ella dice que soy su nieto folclórico”, aclara Barrera. Ambos cantan y rasguean las guitarras en “Memorias de mi tonada”, disco editado por Patrimonio Tagua Tagua.


El repertorio se basa en un contrapunto de tonadas centrinas que conoció en los años 40 y tonadas cuyanas, de la zona de Mendoza. Se tocan con un rasgueo cercano a la zamba argentina. “Está todo grabado a dos voces y dos guitarras, la esencia del folclor. Solo aparece el vals del siglo XIX ‘Las violetas', que tiene el arpa de Chabelita”, anota Barrera.


“La cantora campesina es una unidad autosustentable, un mundo. Toca la guitarra, el arpa, canta, cocina, borda y anima. Hay muchas artes y oficios involucrados, como definió Margot Loyola. Eso está cambiando hoy. Pero Chabelita representa esa tradición”, describe el nieto acerca de la mayor figura vigente de la tonada, una auténtica primera dama.


La medialuna de Chile

La bitácora de la linarense Carmencita Valdés (44) anota dos visitas a Inglaterra, para cantarle nada menos que a la reina Isabel II. “Ella estaba encantada con el galope del caballo chileno, así es que invitó a Windsor a la Escuela Ecuestre Palmas de Peñaflor”, recuerda la maulina, que a los nueve años comenzó a acompañar a su abuela Irma Martínez, maestra sanguínea y otra de las innumerables cantoras de Chile.


Hoy está lanzando su duodécimo disco, titulado “Besos y cerezas” y editado por Master Media. “Son 20 tonadas y valses históricos. También soy recopiladora de canciones que han ido quedando rezagadas. Tengo mil tonadas”, explica. “Mi rol es el de la cantora de rodeo. Por 24 años he estado en las medialunas desde Arica a Punta Arenas”.


Grandes éxitos chilotes

Jaime Peñaloza es el nombre de un chileno común, pero si decimos Chilote Peñaloza (61) entonces se trata del cantor que en 1986 ganó el Festival de Viña del Mar con “Sube a mi lancha”. Ese vals de Ignacio Millán aparece en el disco que desde ayer se puede escuchar en Spotify. “Son puras sandías caladas”, arremete Peñaloza respecto de este repertorio de clásicos que aparece en “Chiloé. Canciones famosas” (Master Media).


“La mayoría son valses, como ‘El gorro de lana' o ‘El lobo chilote', que yo nunca había grabado, o la pericona ‘La tejedora', con la que Pedro Messone ganó Viña en 1982. Y también está ‘La cueca larga chilota', de Héctor Pavez, otro folclorista que entregó a Chiloé una canción inolvidable”, dice este chilote nacido y criado en La Granja y con una vida de 35 años en Temuco.


Punto de encuentro

Ambos provienen de El Monte y son representantes de escuelas distintas en la música. Patricio Fuentes (43) es pianista, compositor, arreglador y docente con estudios clásicos, mientras que Nelson Cáceres (74) es un cantor puro y duro, depositario de la tradición campesina del conjunto Los Huasos Paiquinos. En “Septiembre en piano y voz” se complementan en una instancia camerística para la cueca. “Pensé que Valentín Trujillo podría haber hecho algo así antes, pero no”, comenta Fuentes. El repertorio se basa en cuecas propias, como “Guitarras y violines”, de Cáceres, que son más puras; o “La fiesta de los planetas”, de Fuentes, más estilizadas. “También hay cuecas anónimas de la tradición, como las llamativas”, dice Fuentes.


Veintiuna entonaciones

Era un adolescente de El Cruceral de Pirque cuando conoció a los viejos maestros del guitarrón: Manuel Saavedra, Osvaldo “Chosto” Ulloa y Santos Rubio. “Los veía tocar en los encuentros, las vigilias, las fiestas religiosas. Alfonso Rubio, su hermano menor, fue mi maestro”, cuenta Alfonso Ureta Munizaga (34), un músico que conoció la mística y los misterios de este cordófono a través de la oralidad, pero también la composición académica en sus estudios en la universidad. En paralelo a su trabajo con Los del Maipo, está presentando el disco “A lo humano y lo divino”, resultado de sus largos años de estudio, donde expone 21 entonaciones presentes en el canto a lo poeta. “Es un número simbólico, pues el guitarrón tiene 21 clavijas, más los cuatro diablitos, hacen las 25 cuerdas del instrumento”, explica.


Cueca y rap en mutación

“La matriz”, del grupo Los Puntúos, es un disco que corrobora aquello de que el folclor está siempre en movimiento. “Es el resultado de una búsqueda larga, que se basa en la vivencia de algunos miembros del grupo con el mundo del hip-hop, además de las sonoridades de la música urbana actual”, introduce Bruno Simonetti, uno de Los Puntúos. Aguerrida y atrevida, la música va de un lado a otro entre la cueca y el rap. “Ambos tocan temas de marginalidad, violencia, las ruedas callejeras, la improvisación y la rima”, dice.


Las canciones mantienen las métricas tradicionales de la cueca, pero la producción en el estudio innova con mucha presencia de bajos, voces frontales, panderos agudos. “Queríamos ver qué sucedía si modernizábamos el sonido del folclor, como lo hace Novalima en Perú, Quantic en Colombia y Rosalía en España”, cierra Simonetti.

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