El Mercurio
Ya no se trata solo de exhibir una obra visual o escénica a través de las pantallas: los artistas han exacerbado la experimentación. ¿El paradigma cambió para siempre?
Daniela Silva Astorga
La tecnología estaba a mano, pero frente a la realidad instalada por el covid-19 el giro fue de 180°: exposiciones, conciertos, obras de danza y festivales debieron volcarse a lo virtual.
¿Qué tan distinto es crear una obra para que solo se vea en pantalla? ¿Cómo es la relación con el público? El sociólogo Tomás Peters, doctor en Estudios Culturales por el Birkbeck College, plantea una de las pocas certezas de la producción cultural de hoy: “La capacidad creativa no se comprende sin el uso de herramientas tecnológicas. Gran parte de los artistas ya no piensa su trabajo sin ellas. Por eso, la necesidad de actualizarse es uno de los mayores fenómenos”.
El artista Jorge “Coco” González Lohse usa el concepto de cuerda floja para graficar: “El mundo del arte salió a usar las redes de manera desesperada, ¡era la forma de comunicarse! Vivimos un punto de inflexión, algunos quieren seguir en esta virtualidad, otros necesitamos la presencialidad. Una cosa es hacer arte virtual, otra es usar dichos medios para otros fines. Como fue mi caso”.
Se refiere a “El turista”, la exposición virtual que montó en abril con Isabel Croxatto. Lo digital le permitió conquistar a una audiencia amplia y de otros países (1.500 visitas), y vender la mayoría de sus pinturas. También se planteó un desafío: “Quisiera hacer una muestra virtual con renders interactivos y programas que permitan tener una experiencia cercana al videojuego”, dice.
Grace Weinrib, artista visual, debió traspasar sus tutorías al Zoom. Como el grupo no puede visitar exposiciones para analizarlas, observan imágenes de obras en la pantalla. “Me parece que la experiencia virtual del arte, mediante la exhibición de registros de una obra desde diferentes ángulos, funciona como una traducción virtual de una fracción de ella. Entramos en una problemática que nos puede llevar a pensar en ‘Esto no es una pipa', de Magritte...”, reflexiona.
Acción en 2D
También algunos bailarines se sumergen en la experimentación debido al confinamiento. Joaquín Rojas creó una interesante pieza para la convocatoria “Cuerpo doméstico” de Nave (@centronave en Instagram), mientras que Paula Sacur y Julieta Figueroa crearon una obra a la distancia. La primera vive su confinamiento en Santiago; la segunda, en Ancud. “Huellas” contará con el trabajo del cineasta José Luis Torres, quien compondrá las secuencias.
“Es sumamente distinto focalizar un proyecto para formato virtual —comenta Figueroa—. Y complejo, porque con este ejercicio coreográfico entramos a una bidimensionalidad. Ya no tenemos la tridimensionalidad del escenario, pero queremos traspasar lo mismo que se logra en vivo. Así que vivimos un estado experimental absoluto, tratando de no ser prejuiciosas con los nuevos formatos”.
Reunirse en la pantalla
El pianista Roberto Bravo ha transmitido conciertos por internet. “Es muchísimo más difícil tocar sin público —reconoce—. Debemos esforzarnos más en la comunicación y expresividad para transmitir la energía de la partitura. Extraño tocar con espectadores y recibir esa energía, pero con lo digital logramos un efecto sanador”.
La pandemia instaló también un desafío para los festivales. Puerto de Ideas desarrolló un programa de conversaciones virtuales entre mayo y agosto, con un total de 38 mil visualizaciones en 18 actividades. Y ahora, el Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV) enfrenta su primera versión virtual. Son cuatro talleres y brigadas, cuyos resultados se presentarán desde el 28 de octubre. El reto es mayor para un festival como este, que tiene como bases su locación y el encuentro de fotógrafos chilenos y extranjeros con la realidad porteña.
Rodrigo Gómez Rovira, director del FIFV, dice que prefieren ver la virtualidad como un motor de nuevas posibilidades. “Nos preguntamos cómo lograr que a través de pantallas ocurra el mismo nivel de encuentro. Y cuando hicimos un pequeño gesto —invitar a fotógrafos a enviar imágenes de su confinamiento—, nos dimos cuenta de que lo virtual realmente permitía que todos confluyeran en un ‘mismo lugar' a pesar de estar en otros países. No queremos reemplazar lo físico, pero quizás en el futuro juguemos con las dos posibilidades”.
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