El Mercurio
El tenor alemán teme, sin embargo , que sean pocas las oportunidades que el futuro tiene para la cultura y, en especial, para la música clásica, y que muchas de las cosas a las que estamos habituados dejarán de existir.
Juan Antonio Muñoz H.
Debe ser uno de los artistas líricos que mayor actividad han tenido en estos meses de pandemia. De hecho, durante este período Jonas Kaufmann presentó su “Otello” (Sony), ya convertido en bestseller, y se sumaron varios conciertos a sala vacía transmitidos en directo al mundo entero. Además, el 4 de septiembre presentó lo que él llama su “álbum-corona”, en el cual, junto a su partner de siempre, el pianista Helmut Deutsch, grabó 27 lieder desde Mozart a Mahler y Zemlinsky.
Desde su natal Múnich y mientras se prepara para una temporada en Viena, donde tiene programados varios conciertos y también cinco funciones de la versión francesa de “Don Carlo” (Verdi), Jonas Kaufmann se refiere a este tiempo complejo y duro para la humanidad, y reflexiona acerca de las posibilidades que presenta el futuro.
—¿Le ha resultado difícil cantar sin público presente?
“¡Qué quieres que te diga! Nunca olvidaré ese sentimiento después de nuestra interpretación de ‘Dichterliebe' de Schumann para los conciertos de los lunes de la Bayerische Staatsoper. Eran conciertos virtuales, grabados en el Nationaltheater, sin público. Solo éramos Helmut Deutsch, el equipo de cámara y yo. Cuando Helmut terminó los últimos acordes de ‘Dichterliebe', simplemente yo no sabía qué hacer. ¿Debería inclinarme? ¿Hacer una reverencia? No. ¿Qué hacer con mis manos? ¿Dónde moverme? Así que me volví hacia Helmut y esperé hasta que se apagó la luz roja”.
—Sin embargo, en ese ‘Dichterliebe', aun con la sala vacía, la conexión parecía planetaria. La experiencia fue conmovedora e inusual.
“Fue una situación especial, tanto en términos de comunicación como en lo emocional: fue la primera vez después del confinamiento que entré en un escenario para actuar y por lo tanto debió haber una atmósfera que efectivamente sí pudo haber conectado a los espectadores. No sé si fue solo mental o si hubo algo más, pero recibí muchos comentarios de personas que dijeron que se había producido algo difícil de narrar”.
—La música también propone un cierto rito: el hecho de asistir a un concierto y todo lo que eso significa. Hoy los conciertos, cuando existen, son para muy poco público y el rito en torno a ellos está postergado.
“No quiero subestimar todos esos nuevos proyectos y soluciones virtuales que se han creado desde el lockdown, pero una cosa es segura: todos, artistas y público por igual, anhelamos la experiencia de la música en vivo. No hay sustituto para eso”.
—¿Qué piensa que ocurrirá en el futuro con la música clásica en vivo?
“Me temo que no hay una gran oportunidad para la cultura y especialmente para la música clásica; ni siquiera en Alemania, donde las bellas artes siempre se han considerado algo esencial. Temo que la variedad y la amplia gama de ofertas que hemos tenido y que fueron habituales para nosotros dejarán de existir. Pero tenemos que estar abiertos para ver y evaluar qué puede ofrecernos este nuevo mundo. Hay muchas preguntas aún sin responder”.
—¿Podríamos decir que este tiempo tan complejo y difícil se describe bien con el título de su nuevo disco: “Selige Stunde” (Horas benditas)?
“No diría que el título ‘Selige Stunde' se refiere al topos o lugar común ‘toda crisis es también una oportunidad'. Pero, de hecho, el álbum es el resultado de esa situación después del bloqueo. Helmut (Deutsch) y yo solo intentamos sacar lo mejor de esa crisis, aprovechar la oportunidad y grabar algunos títulos de álbumes de lieder en un entorno privado y no en un estudio de grabación. Y, claro, fue una bendición que pudiéramos hacerlo. Pero no pretendíamos un doble sentido al elegir ‘Selige Stunde' como título para nuestro primer ‘álbum corona'. Lo escogimos solo porque nos gustó mucho esa canción (de Zemlinsky)”.
—He escuchado estas canciones en sus recitales y siempre parecen distintas. Varía, cada vez, no solo el sonido, sino también el sentido.
“Repetir siempre lo mismo me aburriría mortalmente. E incluso en obras que he hecho tantas veces, digamos ‘Tosca' o ‘Winterreise', me niego a repetir o a reproducir. ‘Nunca hagas lo mismo dos veces, empieza siempre como si lo estuvieras haciendo por primera vez': esa fue una regla de oro que aprendí de Giorgio Strehler durante nuestros ensayos para ‘Così fan tutte' en Milán, allá por 1997”.
—¿Cómo entró al mundo del lied?
“Gracias a las grabaciones de Hermann Prey. Mi padre podía reconocer su voz de barítono con solo prender la radio. Yo era muy niño, nueve o diez años. Hay cantantes a los que basta solo una palabra para reconocerlos, o una nota. Gracias a eso aprendí a escuchar las voces de otra manera, ya sea en el lied o en la ópera”.
—¿Qué es importante entender para cantar lieder?
“Cuando uno parte, quiere que todo sea perfecto y expresivo, y que haya muchos matices en la interpretación. Pero al comienzo del trabajo vocal de un joven hacer eso es imposible. Puede ser frustrante. Un día, un maestro de canto me dijo: ‘No toques tu voz cuando cantes'. Quería decirme ‘deja ir tu voz, deja de manipularla'. Cantar es el espejo del alma, como se dice, y si quieres cantar con toda tu alma, no puedes estar continuamente tratando de ‘hacer algo'. Con la madurez y la vida eso se va dando, y cuando eso resulta de manera natural es que se ha expresado tu alma, y eso es fantástico para uno como ser humano”.
—En el álbum están “Wiegenlied”, de Brahms, y también “Ich bin der Welt abhanden gekommen”, de Mahler. ¿Piensa que hay algo que une estas canciones?
“En cierto modo, sí. Por supuesto, ‘Wiegenlied' es una canción de cuna, cantada a un niño. Pero también puedes tomarla como una canción para ti mismo cuando sientas malestar interior, cuando intentas calmarte, encontrar la paz en ti. Por lo tanto, sí puede haber una conexión con ‘Ich bin der Welt abhanden gekommen' de Mahler, donde el texto habla de estar fuera del ruido del mundo, descansando en un reino tranquilo, solo en tu propio cielo, en tu amor, en tu propio canto”.
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