domingo, septiembre 27, 2020

¿Pueden convivir la música clásica y las mascarillas?

 El Mercurio


Mientras algunos teatros europeos han vuelto a reabrir sus puertas con aforo reducido, esta semana el Metropolitan Opera House de Nueva York confirmó que por la pandemia postergará el inicio de su temporada hasta septiembre del 2021. El covid-19 ha significado un descalabro económico y artístico a nivel mundial al interior de las llamadas artes de la representación y, frente a este panorama poco auspicioso, hay distintas miradas: algunas que se arriesgan por el regreso y otras más cautas que ven poco factible un retorno a corto plazo. Melómanos, músicos, directores de orquesta y gestores analizan el escenario y las implicancias del covid-19 en la proyección y desarrollo de un oficio que vive del contacto con la audiencia y la venta de entradas.

MAUREEN LENNON ZANINOVIC


La llegada del coronavirus ha provocado un verdadero terremoto para la música clásica y las artes de la representación que se sustentan —de manera primordial— en una retroalimentación directa y cercana con los melómanos y en la venta de localidades. Como señalaba Jonas Kaufmann hace una semana en “El Mercurio”, la necesidad ha obligado a muchos artistas y teatros ha reinventarse en línea, pero es una medida que no deja a todos con caras felices. “No quiero subestimar esos nuevos proyectos y soluciones virtuales que se han creado desde el lockdown, pero una cosa es segura: todos, artistas y público por igual, anhelamos la experiencia de la música en vivo. No hay sustituto para eso”, dijo el legendario tenor, quien además mantiene una mirada poco esperanzadora del futuro: “Temo que la variedad y la amplia gama de ofertas que hemos tenido y que fueron habituales para nosotros dejarán de existir”, expresó Kaufmann.


Maximiano Valdés, director titular de las orquestas Sinfónica de Puerto Rico y Nacional Juvenil de nuestro país, también realizó en este diario un duro diagnóstico de la reinvención de su oficio en tiempos de pandemia. A su juicio, “las transmisiones vía streaming desvirtúan la ejecución musical” e instó a los principales teatros y orquestas chilenas, con todas las medidas necesarias, a hacer esfuerzos por retomar lo más pronto posible la música en vivo. “Para muchos espacios esta pandemia ha sido fatal, desde un punto de vista económico. ¡Tenemos que salvarnos!”, dijo. Hace unos días a esta reconocida batuta le tocó conducir un programa doble de ópera en el Teatro Campoamor de Oviedo (España) y como señaló en la entrevista, la experiencia fue con aforo reducido y los integrantes de la orquesta usaron mascarillas, salvo los vientos, que fueron separados por paneles de plástico. “Ojalá que esto genere una discusión entre los colegas y en el medio, pero me preocupa que las orquestas lleven casi un año paradas. Hay que pensar que los músicos tocamos para un público, no para nosotros mismos….La pregunta de fondo debe ser: ¿realmente las condiciones están para cancelar todo o podemos reabrir con cuidado?”, señaló Valdés.


Cumplir exigencias


Salvo contados escenarios europeos, en especial en España e Italia, hoy el panorama de las casas líricas y teatros de conciertos es desolador, con sus puertas cerradas hasta que llegue la vacuna contra el covid-19. El miércoles el Metropolitan Opera House de Nueva York (Met) anunció que finalmente seguirá sin temporadas hasta septiembre del 2021 y se reveló que, desde abril, 1.000 funcionarios —entre otros, los integrantes del coro y la orquesta del legendario coliseo neoyorquino— no reciben un sueldo. En la otra cara de la moneda, el pasado 1 de julio el Teatro Real de Madrid fue el primero, a nivel mundial, que retomó las presentaciones en vivo con “La traviata”, de Verdi. Eso sí, hace una semana, el legendario coliseo hispano vivió un histórico escándalo. El público de la galería empezó a pifiar en plena función de “Un baile de máscaras”, de Verdi, porque los habían ubicado sin distanciamiento físico, en un momento bastante crítico para Madrid cuando —por el fuerte aumento de contagios— se han vuelto a imponer estrictas medidas sanitarias. El reclamo del público obligó a suspender la función de la ópera, y los directores del Real se vieron forzados a realizar una conferencia de prensa de emergencia en la que anunciaron una nueva reducción del aforo. Suma y sigue, porque el Teatro Bolshói tuvo que cancelar la última presentación de “Don Carlos”, también del compositor de Busseto, y la soprano Anna Netrebko, parte del elenco de esta producción, comunicó en su cuenta de Instagram que ingresó a un hospital de Moscú por covid-19.


Maximiano Valdés comenta a “Artes y Letras” que los casos de Netrebko y del Teatro Real demuestran que nadie está a salvo de contagiarse, “sin embargo, en ambas situaciones las recomendaciones de distanciamiento no se cumplieron. Más que nunca queda claro que las exigencias sanitarias deben respetarse”. El director chileno continúa con su análisis y añade que le preocupa que las transmisiones vía streaming “terminen por modificar el hábito de asistir a un concierto y escuchar en vivo, por ejemplo, toda una sinfonía de Beethoven. Se puede y a mi juicio se debe retomar la actividad siguiendo las recomendaciones médicas”, concluye.


Desde Italia el barítono Christian Senn, una de las voces nacionales de mayor proyección internacional, concuerda con el diagnóstico de Maximiano Valdés y afirma que la pandemia sin duda va a trastocar el mundo de la ejecución musical. “Se vienen años muy difíciles y hay que aprender a convivir con el virus y con las mascarillas”, dice. Senn confiesa que “no quiero aparecer como un llorón, pero las direcciones de los teatros deben tener el coraje para hablar y golpear la mesa, y decir ya que están abiertos los malls y restaurantes, nosotros también vamos a abrir. Los cantantes no estamos para trabajar detrás de una pantalla”. El barítono también considera “irritante e insólito que los aviones sigan llenos, sin distanciamiento físico, y luego de un viaje de dos o más horas, los artistas tenemos que cantar, por las restricciones sanitarias, ante un escenario casi vacío”.


Para Juan Antonio Muñoz, crítico de ópera de “El Mercurio”, los más afectados por la llegada del coronavirus han sido los solistas que tienen alta proyección y cuyas carreras están despegando, “porque habrá menos recursos y, seguramente, menos representaciones. El tema económico puede que termine con muchas carreras. Con los grandes teatros teniendo que reducir el aforo a la cuarta parte y teniendo que hacer funciones por streaming, es muy difícil pensar que se vayan a programar 10 o 15 funciones de un título por temporada, como era habitual en esos escenarios”, dice. Muñoz también muestra preocupación por los bailarines, “cuya vida profesional sobre la escena es corta y que pueden perder dos o tres años de su mejor tiempo como artistas”. El crítico de “El Mercurio” considera que “es absolutamente necesario el espectáculo en vivo, pero temo que mucha gente se haya acostumbrado a ver ópera, conciertos e incluso teatro dramático, en sus pantallas”.


La soprano Miryam Singer, Premio Nacional de Artes Musicales 2020, se suma al debate y afirma que “la situación general del mundo artístico es crítica, no solamente por lo que significa para los intérpretes quedarse sin ingresos, sino porque la práctica necesita continuidad. De lo contrario, el creador pierde la sintonía fina con su instrumento, con su cuerpo y con sus pares”. La directora de Artes y Cultura UC cree que la única manera que hay para sobrevivir es “innovando la práctica, ajustando las exigencias y adaptando los formatos. Es inútil creer que las cosas tienen que hacerse igual como se hacían antes; se necesita pensar distinto y cambiar paradigmas”, dice Singer, y revela una mirada más optimista del género lírico: “Después de 25 años haciendo ópera en las condiciones más insólitas y extravagantes, con la firme convicción que las personas tienen todo el derecho a disfrutar de la belleza en cualquier circunstancia, por inverosímil que parezca, afirmo que ¡sí!, se puede hacer ópera en pandemia. Puedo. Solo me falta que alguien me acompañe…”, cierra la cantante.


Alejandra Martí, directora ejecutiva de Ópera Latinoamérica (OLA), complementa que una crisis de este tamaño inevitablemente traerá cambios en los modelos de gestión. “La pandemia vino a acelerar la transformación tecnológica que ya veníamos viviendo en los últimos años”, explica, y agrega que hoy la tecnología ha sido una “oportunidad para hacer más eficientes los procesos productivos y, al mismo tiempo, lleva a repensar los modelos de sustentabilidad en los espacios culturales”.


El Municipal de Santiago ya anunció que reabrirá sus puertas a público en enero del 2021 y con ello sería la primera institución musical del país que vuelve a las actividades presenciales, eso sí, solo con el 35% de la capacidad de la sala principal.


Carmen Gloria Larenas, directora general del teatro de Agustinas, explica que han revisado los protocolos y las medidas sanitarias con mucha acuciosidad para ofrecer al público, a los artistas y a los trabajadores, la mejor seguridad posible que, por supuesto, conlleva asociado un costo económico importante. “Todos los protocolos que hemos definido, cada uno diferente para los tres cuerpos estables —Ballet de Santiago, Orquesta Filarmónica de Santiago y Coro del Municipal de Santiago— además de otros específicos para escenario, personal técnico, administrativo y público, son revisados en la actualidad por la Clínica Universidad de los Andes, institución con la que hemos estado trabajando las últimas semanas y que sumará la mirada experta de sus epidemiólogos. Queremos que el público y los trabajadores vuelvan con la certeza de que hemos incorporado todas las miradas necesarias para hacerlo de la mejor manera posible”, manifiesta.


Ante la reciente suspensión de una ópera en el Teatro Real de Madrid, Larenas comenta que son “conscientes de las diferencias estructurales entre ambos teatros” y que, luego de lo sucedido en España, “hemos vuelto a revisar la distribución en la sala dinámica que hemos implementado, en especial en la galería donde no hay asientos numerados. Calculamos que de 100 butacas podremos utilizar solo 35. Esa será nuestra realidad en 2021”.


El inmunólogo Cristián Rodríguez Güiraldes, médico e investigador de agentes biológicos en enfermedades alérgicas, explica desde Estados Unidos que todas las medidas que se tomen en el mundo de la música son bienvenidas. “Todas ellas reducen el riesgo de contagio, pero el riesgo siempre va a existir y, en especial, en los instrumentos de vientos y en los coros. Los coristas para mí son el caso más complejo porque no es fácil que puedan actuar con distanciamiento físico. Quizás se podrían colocar barreras entre los cantantes, pero eso afectaría el sonido. En Estados Unidos eventos con coros han sido una importante fuente de contagios”. Rodríguez añade que es importante, en el caso de los músicos y del público, restringir el número de horas en un “espacio cerrado y sin mucha ventilación, tomando en cuenta que no hay vacuna”.


Un cambio en el sonido


Sobre el efecto del coronavirus en la música sinfónica, Germán Reyes Busch, melómano y comentarista de Revista Átomo, señala que —sobre todo en los teatros y salas europeas que han vuelto a abrir— se privilegian obras de formato más reducido. “La Octava de Mahler no se puede programar en ninguna parte del mundo, por ahora. Menos músicos en el escenario y con asistencia de espectadores reducida en la sala (ojo que eso también afecta la acústica). No solo eso, ya las orquestas tocan con los músicos separados. En la Filarmónica de Berlín se ha hecho así y se nota en el sonido: timbales más crudos, cuerda más dura, sonido a veces desenfocado. Definitivamente no es bueno para la música orquestal. La Filarmónica de Viena, por ejemplo, se negó a tocar con los músicos separados en Salzburgo”, explica.


Reyes añade que la tradición del sonido orquestal es una de las riquezas de Occidente y asegura que la pandemia no modificará sustancialmente la práctica sinfónica “a menos que pensemos que al aire libre, con poca gente y con músicos separados, el asunto pueda sonar igual de bien. Eso es falso, no suena igual de bien. Por el momento se hace lo que se puede, se experimenta y no siempre el resultado es el mejor”. El melómano también matiza el impacto negativo de las tecnologías en el consumo cultural ya que, a su juicio, “lo único que se quedará, que debe quedarse, es la transmisión online: A estas alturas, debe ser condición para abonarse a cualquier teatro y permitiría ampliar el público”.


Gonzalo Saavedra, periodista y crítico de música de “El Mercurio”, considera que hoy en Chile tener a una orquesta tocando en vivo y ante un público numeroso es una realidad imposible, pero sí se puede pensar “en músicos de cámara interpretando distanciados y melómanos escuchando también a la distancia, equipados de la tecnología afortunadamente disponible en el 2020, como el sonido digital y un par de buenos audífonos. Tuve la oportunidad de participar como expositor en las ‘Sesiones del Teatro del Lago', con músicos tocando desde sus casas y una audiencia muy entusiasta y receptiva”, dice. Saavedra también valora el aporte de la radio Beethoven, “y su exitoso y recién inaugurado club de amigos, una comunidad hecha por personas a las que nos gusta la música y que debemos permanecer en nuestras casas, pero no por eso incomunicados con los intérpretes y entre nosotros. Pienso también en experiencias como la grabación de los 16 cuartetos de Beethoven por el Quatour Ébène en varias ciudades del mundo, justo antes del confinamiento, pero que ha alcanzado un enorme éxito en Spotify justamente durante la pandemia. Por el momento, creo que esto es lo que habrá”, cierra.


“Creamos anticuerpos”


El músico venezolano Rodolfo Saglimbeni, director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, tiene una visión absolutamente optimista y está convencido de que la crisis sanitaria los obligó a “reinventarse a través de diversos medios y, por sobre todo, a través de internet y las redes sociales”. Durante este período de confinamiento cita como uno de los aportes la puesta en marcha del programa In crescendo, que ha ido sumando grabaciones de distintos integrantes de la Sinfónica. Saglimbeni dice que luego de un confuso inicio donde cada día “inventábamos y cambiábamos los planes minuto a minuto según se producían anuncios sanitarios, poco a poco creamos un ‘anticuerpo'. Concebimos nuevas rutinas diarias que han probado ser muy productivas y exitosas como la campaña Toi toi, en beneficio de colegas artistas, y se repotenció el Canal CEAC TV con una muy variada programación”. Tal como lo expresó hace unos días en este diario Diego Matte, director del Centro de Extensión Cultural de la U. de Chile, para los cuerpos estables que están bajo su tutela —como la Sinfónica y el Ballet Nacional— no es factible pensar en un retorno en vivo y con aforo reducido antes de abril del próximo año. En el contexto de un regreso a largo plazo, Rodolfo Saglimbeni señala que “los instrumentistas de cuerdas, percusión, arpa y teclados podrían eventualmente escoger tocar con mascarilla y, desde luego que dentro de un protocolo para público, estoy seguro que recomendaríamos el uso de esta”. El director venezolano concluye que la mascarilla es una prenda que llegó para quedarse, “inclusive una vez que hayamos superado la crisis, ya que por un tiempo parte de la población la seguirá utilizando no solo por efectos del covid-19, sino por la contaminación y protección en general, como ya hemos visto en nuestra ciudad y en muchos países asiáticos”, cierra el músico.

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