Su directora, Loreto Bravo, habla de la necesidad de expandir el modelo y el presupuesto de la institución, que recibe a unos 5.000 talleristas al año.
Por Daniela Silva Astorga
Debutó por mandato del Presidente Aylwin, con $88 millones y 425 estudiantes inscritos en los cursos gratuitos de letras o danza. Pero a 25 años de su fundación, la realidad de Balmaceda Arte Joven es otra. Ahora, además de impartir talleres de música, teatro, artes escénicas y literarias -aún sin costo-, cuenta con cuerpos estables, como el de danza, y organiza festivales y concursos.
Sus números son, igualmente, más abultados: la corporación cultural sumó cuatro sedes regionales a la de Santiago, ubicada a un costado de la Estación Mapocho; cada año recibe a un promedio de 5.000 talleristas -más otros miles que forma puertas afuera-, y tiene un ejercicio presupuestario anual de unos $2.000 millones, que se dividen entre lo que aporta el Consejo de la Cultura (ahora más de $900 millones) y el mundo privado, junto con lo que gestiona la institución.
"Es valioso que Balmaceda haya tenido la capacidad de posicionarse y mantenerse en la escena cultural, en distintos contextos políticos, y con diferentes directores o directorios", dice Loreto Bravo, quien dirige la corporación desde 2016, y que hoy recibirá a la Presidenta Bachelet para conmemorar el aniversario 25. Y añade: "Los jóvenes tienen mucha confianza en nosotros. Llegan voluntaria y masivamente. Tanto que tenemos problemas para satisfacer la demanda. A cada uno de nuestros talleres con 25 cupos, postulan 90 personas".
-Frente a esas cifras y a la madurez de la corporación, ¿piensan pronto levantar más sedes?
"No. Nuestra primera tarea es mejorar la infraestructura que tenemos. Estamos en deuda; en particular, con la sede de la Región Metropolitana. No hemos logrado equiparla en línea con nuestro umbral de excelencia -requieren $4.000 millones-. Más que pensar en nuevos edificios, mi desafío es proyectar nuestro modelo en infraestructura existente. Ahora, entre otras acciones, trabajamos un proyecto para llevar talleres a un centro de extensión de Lota, en alianza con el municipio. Y en la Región de Los Lagos, vía convenio con el CNCA, llegamos a Río Negro, Palena, Chiloé. Queremos aportarles a otras organizaciones".
Sin embargo, para expandir el modelo, Bravo advierte que se necesitan más certezas económicas: "Si hoy nuestro ejercicio está en los $2.000 millones, debiéramos, con aportes privados y gestión, llegar a los $3.000 millones. Así que en todas las sedes nacionales generamos una campaña para construir prototipos -que el Consejo de la Ley de Donaciones Culturales debe aprobar- y salir a convocar al sector privado, que sabemos está interesado en mejorar la calidad de la educación. Si bien nuestra propuesta es complementaria a la educación formal, es muy contribuyente a la educación integral que requiere el siglo XXI".
-Hace unos años, los estudiantes les pusieron un 5,5 a los profesores. ¿Qué dicen hoy?
"En 2016 creamos un área de estudios y cambiamos el sistema de evaluación, hacia uno más participativo que no esté determinado solo por nota, y sumamos un trabajo con los profesores. Por eso, ahora no tenemos medición. Pero sí contamos con un indicador importante: la permanencia de los jóvenes en Balmaceda. El 80% del total de nuestros talleres es altamente valorado por ellos, pues los siguen pidiendo y no desertan a mitad del período".
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