Por Juan Pablo González (Es director del Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado. )
Mientras el comando de Beatriz Sánchez continuaba discutiendo sobre cuál era el jingle más adecuado para su campaña o incluso sobre la propia conveniencia de tenerlo o no, el resto de los candidatos ya habían estrenado sus flamantes jingles . Como podía ser previsible, impera en ellos el ritmo de reggaetón, en un gesto facilista para llegar lo más rápida y directamente posible a una gran masa de oyentes.
Carolina Goic es una excepción en esta tendencia, quedando como una loba solitaria son su jingle salsero con una particular predominancia de tambores étnicos. ¿Un guiño a los inmigrantes tal vez? No lo creo, porque muy pocos de ellos votan. La letra es otra particularidad del jingle de Carolina, construido en base a frases sueltas, como en un pensamiento libre asociativo, buscando rimas fáciles, lo que permite una escucha fragmentada. Sin embargo, el final del jingle es muy rotundo, mejor hubiera sido un fade out , como una marcha -o comparsa de carnaval- que se va alejando por la calle.
Alejandro Navarro también se va por el lado de la música tropical, aunque sin dejar de lado el reggaetón. Lo suyo está más cercano a la bachata de un Juan Luis Guerra, con la buena idea de incorporar trozos rapeados, lo que permite que el jingle tenga más letra, incorporando referencias a todo el país, aunque el texto no siempre esté bien acentuado ni sea fácil de cantar por la "fuerza de la gente", como dice su eslogan. En todo caso, el jingle tiene momentos de suspenso, sorpresa y clímax, lo que lo hace una buena canción.
Menos original es el jingle de Alejandro Guillier , que si bien tiene una particular introducción íntima y lenta con pinceladas de guitarra latina, muy pronto aparece una voz reggaetonera que conduce inexorablemente el jingle hacia un frenético reggaetón desde el cual no hay salida posible. Igual que el de Piñera, va destacando conceptos clave en la letra, aunque en su caso son conceptos que quiere dejar atrás junto a otros a los que aspira. Siempre ajustándolos muy bien al ritmo machacado del reggaetón.
Dentro de la misma línea del reggaetón se inscribe el jingle de Marco Enríquez-Ominami, en este caso con una balada reggaetonera, con un estribillo que aparece muy pronto, como ocurre en las canciones festivaleras en las que se busca el coro espontáneo del público. Se trata de un jingle de fórmula fácil, similar a una balada de teleserie. Al igual que el de Piñera -aquí empiezan las similitudes- detiene el acompañamiento armónico al final, para que las voces queden cantando solas, produciendo un conocido efecto climático cuando ese acompañamiento regresa en un apoteósico final.
Sebastián Piñera continua una tendencia histórica de la centroderecha de utilizar canciones ya conocidas por todos -o por el sector al cual quiere llegar- cambiándole la letra para promover al candidato y sus ideas. En este caso se trata de "Agárrense de las manos", popularizada por José Luis "Puma" Rodríguez a mediados de los años ochenta, que apela al recuerdo de los jóvenes de entonces, que constituyen justamente la masa adulta a la que se quiere apelar y que no necesariamente baila reggaetón. Incluso el jingle es cantado con un timbre similar al del Puma. Luego de una introducción intensa, similar a las bandas sonoras de las series ochenteras de televisión, la letra enfatiza palabras clave, capitalizando eslóganes ya conocidos del candidato en un permanente aumento de intensidad.
Lo más inesperado de todos estos jingles es la cercanía que existe entre el de José Antonio Kast y el de Eduardo Artés , pues ambos recurren a sonidos acústicos y de raíz de los años setenta. El primero con la música andina y el segundo con el Canto Nuevo. Además, ambos comienzan con una ambientación sonora que desemboca en la canción, que llega a ser más que jingle . En el caso de Kast, se trata de una canción pop andina, identificable con el sonido de Illapu, aunque no puede evitar la presencia de ritmos reggaetoneros en la percusión. Su letra está bien hilada -con voces en off con ideas completas- buscando un estribillo de impacto masivo, aunque con problemas de acentuación y métrica que dificultan en un comienzo su comprensión.
En la canción de Artés destaca una guitarra solista que acompaña una voz femenina digna del Canto Nuevo. Aquí aparece la única cantante femenina en todas estas canciones de campaña. Aunque la cantante tiene dificultades para dar las notas bajas, su voz es muy creíble en relación al perfil del candidato, con una letra que busca empoderar a las personas. Al igual que la canción de Kast, incluye voces en off con ideas completas más que fragmentadas como en el caso de ME-O. El coro central rítmico, no cantado, remite al grito callejero de marcha o concentración política.
Me pregunto cuántos de los que bailan y escuchan cotidianamente el reggaetón participarán de las elecciones presidenciales 2017. Quizás la tendencia de los directores artísticos de sonar "a la moda" pueda desviar la llegada de estos jingles a la masa efectiva de votantes. Pero si los jóvenes que bailan reggaetón fueran los que menos votan, al menos se van a dar cuenta de que en Chile vivimos una campaña presidencial que también resuena en una clave familiar para ellos.
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