La banda de Axl Rose aparece puntual, se muestra cordial y agradecida con su público y remata sus presentaciones con un festival pirotécnico.
Felipe Ramos Nashville, EE.UU.
"¿Saben dónde están, Naaaaaaashville? Están en una jungla... y van a morir". Solo esa frase basta para que 45 mil fans rujan intensamente ante el llamado de Axl Rose y la guitarra filosa de Slash, dos músicos que por más de 20 años se odiaron públicamente y que hoy han revivido a gran parte de la alineación original de Guns N' Roses, dando forma a una de las giras más esperadas de la historia y que los tendrá regresando a Chile el 29 de octubre, luego de casi 24 años de ausencia con esta formación.
Bajo el nombre de "Not in this lifetime" ("No en esta vida"), el grupo angelino se presentó el sábado pasado en el Nissan Stadium de Nashville, recinto que comenzó a recibir desde muy temprano a los fans impacientes por ver a Axl, Slash, Duff McKagan y a un recién reincorporado Steven Adler. En las inmediaciones del estadio se podían apreciar largas filas para comprar algún recuerdo, mientras que un grupo de vaqueros evangélicos llamaba a arrepentirse y dejar el mundo del rock a los fanáticos. Basta decir que no tuvieron mucho éxito en su misión.
El encargado de abrir los fuegos esa noche fue Chris Stapleton, la nueva figura del country, quien tras arrasar en los Grammy mostró su lado más pesado para impresionar a los fans de Guns. Luego de casi una hora de presentación, tenía al público en su bolsillo; no obstante, la expectación se hizo latente cuando apareció el símbolo de GNR con sus pistolas y rosas acompañadas de la música que solía presentar el "Show de Buggs Bunny". Desatada la euforia, y partiendo a la hora fijada, sin ningún minuto de retraso, sonó el bajo de Duff dando la partida a "It's so easy". Con un Axl que no ha perdido un ápice de carisma, su cara limpia y el pelo descubierto, la banda se ve relajada y suena extremadamente profesional. Casi no hay huellas de que estuvieron separados por más de dos décadas.
La energía va en aumento con la seguidilla de clásicos que dieron vida a su disco debut "Appetite for destruction" de 1987. A "It's so easy" la siguen "Mr. Brownstone" y "Welcome to the jungle". Axl saluda al público y da las gracias, dejando en el pasado sus peleas y rabietas sobre el escenario. A sus 54 años mantiene de forma casi impecable su tono de voz, cosa que muchos de los cantantes de su edad no pueden decir. Además, aunque se notan los kilos extra, durante todo el show el cantante se mueve, gesticula, se cambia de polera y sombreros y se mantiene enigmático, tal como lo hacía en 1992, cuando por primera vez pisó nuestro país.
Junto con los tres músicos originales, los acompañan Dizzy Reed, quien ha estado junto a Axl desde 1990, el baterista Frank Ferrer, la tecladista Melissa Reese y el guitarrista Richard Fortus, quien reemplaza a Izzy Stradlin, el único miembro de la formación clásica del grupo que no ha aparecido en esta gira. Aunque se extraña a Stradlin, cabe destacar la presencia de Fortus, quien le da un cariz más energético, y que se atreve a alternar solos con Slash.
El show es un despliegue de éxitos tras éxitos con temas como "Estranged", "Live and let die", "Coma" o "You could be mine" trayendo a la memoria la época de los discos "Use your illusion", a su vez que Slash hace suyas tres canciones del "Chinese democracy", el álbum que quebró al grupo y que se demoró 12 años en ver la luz sin satisfacer las expectativas de sus fans, que clamaban el regreso de la banda original.
Con grandes pantallas, una pasarela que recorre toda la parte posterior del escenario de 27 metros de largo y un juego de luces de primer nivel, lo que más destaca es el sonido y la compenetración de los músicos. Todos actúan al tope y no parece haber diferencia entre ellos. Aunque Axl y Slash casi no se miran, cada uno da lo mejor de sí, volviendo inmortales a temas como "Civil war"' -quizás la canción más coreada de la noche-, "November rain", y los momentos de brillo del guitarrista al interpretar del tema principal de "El padrino" y una versión acústica de "Wish you were here" de Pink Floyd.
Como broche de oro, uno de los momentos más aplaudidos fue la aparición del baterista original Steven Adler, quien en Nashville hizo su segunda presentación con el grupo desde que fuese despedido en 1990. Difícilmente en todo el estadio había alguien más feliz que él, quien luego de pasar varios años atrapado por fuertes adicciones a las drogas no tuvo problemas para tocar en "Out ta get me" y "My Michelle".
Para el cierre, y tras dos horas y cuarenta de show, Guns desempolvó "Patience", "The seeker" de The Who y una incombustible "Paradise city"', la que finaliza con un show pirotécnico de alto calibre y que sirve para atestiguar que Guns N' Roses está de vuelta en la jungla para reclamar su trono como la banda más peligrosa del rock and roll, una que sale a la hora, no pelea con su público y que quiere que todos la pasen bien.
Las entradas
Los boletos para el concierto saldrán a la venta próximamente y con precios "asequibles, comparados con otros megaeventos", señalaron los productores del show, DG Medios y The FanLab.
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