Según los especialistas, que dos canciones guarden similitudes también puede obedecer a un acto involuntario, algo que con la especificidad de los subgéneros incluso podría ir en aumento. Esas consideraciones son solo algunas de las que deben tenerse en cuenta para determinar la reproducción, como demostró el bullado caso de Spirit versus Led Zeppelin.
Sebastián Cerda.
Recién el 23 de junio pasado terminó uno de los episodios más amargos que han debido enfrentar los sobrevivientes de Led Zeppelin: Una acusación de plagio que puso en duda todos los laureles ganados por la que tal vez sea la más inmortal de sus canciones, "Stairway to heaven".
El lío había empezado un par de años antes, cuando los herederos del fallecido músico norteamericano Randy Wolfe decidieron llevar a la justicia a los británicos, acusándolos de copiar en ese himno el inicio del tema "Taurus", grabado en 1968 por el grupo Spirit.
Las similitudes eran claras: A oídos de un auditor promedio, había una familiaridad evidente, cuando no una copia por parte de la pieza que se publicó tres años después, en 1971. Y aunque la justicia falló en favor de Robert Plant y Jimmy Page, el tema del plagio en la música volvía a ponerse en primera línea.
Según los especialistas, ello se debió a la notoriedad del nombre involucrado, pero también a la excepcionalidad de este tipo de juicios, ya que las pugnas por plagio suelen resolverse por la vía de los acuerdos. "Son muy pocos los casos que llegan a tribunales", dice el director jurídico de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD), Jorge Mahú.
"Los litigios se producen cuando algo es muy evidente y hay posibilidad real de copia. Ahí la primera evaluación se hace a oreja, y si (las obras) se parecen demasiado, buscan los orígenes, las fechas, se mide la posibilidad de que el segundo haya podido conocer la primera obra. Son muchas variables, y por eso los juicios son tan inusuales", agrega el compositor y académico del Instituto de Música de la Universidad Católica Alejandro Guarello.
Pero incluso considerando ese dato, el último tiempo parece pródigo en ruido de calcos. Así, tras la situación de Led Zeppelin fue el turno de Justin Bieber, acusado de copiar el riff vocal de la canción "Ring the bell" en su hit "Sorry". La autora de la primera, la norteamericana White Hinterland, ya anunció acciones legales.
Antes, Madonna hasta dedicó un momento de sus shows para fustigar a Lady Gaga por el parecido entre "Express yourself" y "Born this way", amarrando ambos temas y coronándolos con "She's not me" (más claro imposible). Otro nombre de similar resonancia, Coldplay, anota más de un capítulo, entre ellos uno con Joe Satriani, quien los acusó de haber construido el hit "Viva la vida" sobre una pieza de su autoría ("If I could fly").
Claro que ninguno de ellos sufrió lo que Pharrell Williams y Robin Thicke en marzo de 2015: Demandados por la similitud evidente entre "Blurred lines" y "Got to give it up" (1977), finalmente tuvieron que pagar 7,3 millones de dólares a la familia de Marvin Gaye.
"Esto establece un horrible precedente para la música y la creatividad", fue el comentario del abogado de Williams, una vez conocida la resolución de la justicia.
La posibilidad de coincidir
Pero lo que el jurista planteó a la salida de los tribunales no fue solo la última pataleta del derrotado. Entre líneas, lo que señaló fue también el lugar que deben tomar en este tipo de discusiones las mecánicas de inspiración y el bagaje musical, incluso inconsciente, que cargan los compositores.
El mismo hombre de "Happy" apuntó a ello, al decir ante el jurado que la música de Marvin Gaye había formado parte de la banda sonora de su juventud, y que al escribir "Blurred lines" lo que intentó fue "canalizar la sensación de fines de los 70".
Según Guarello, algo así "claro que puede ocurrir", y por ello resalta que "hoy, el virtuosismo está en que una nueva canción sea suficientemente distinta de todas las que se le podrían parecer. La gente que está muy metida en la música crea algo, se da cuenta de los parecidos, y trabaja para encontrar la diferencia. Eso se da mucho hoy".
Tal como las coincidencias, que se dan sobre todo en el interior de subgéneros. Y aunque Guarello aclara que "la música es infinita", después de varias centurias de producción musical hay áreas en que los márgenes de combinación entre melodías y ritmos parece haberse ido reduciendo. "La música está dividida en miles de corrientes, y en el interior de cada una claramente hay un riesgo enorme de generar una composición casi idéntica a otra sin siquiera conocerla. Eso es real, y se ve muy claramente en la cueca. Aun siendo infinitas, en el interior de un estilo las combinaciones de sonidos muchas veces están acotadas, y por tanto la cercanía, o el cuasi plagio, incluso involuntario, es muy posible", explica.
Por ello, no basta con que peritos mandatados por un juez determinen si dos piezas se parecen lo suficiente. "Hay que medir también si se trata de una obra que el acusado ha conocido de forma previa y luego la intencionalidad", dice Mahú, ya que una canción puede contener "elementos que conociste, olvidaste, y que luego surgen sin intención".
Según el abogado, la forma de analizar esto en juicio está establecida: "Hay que comparar ambas piezas viendo las similitudes, no las diferencias, porque estas suelen ser las formas mediante las cuales se encubre el engaño. Eso excepto en casos muy burdos, en que alguien toma una obra y solo cambia el nombre del autor por el propio".
Esto último fue lo que le pasó a Fernando Ubiergo en 2007, cuando advirtió que el tema "Para ella", del grupo español Mägo de Oz, era prácticamente una traslación a lenguaje rockero de su himno "Cuando agosto era 21". Tanto así, que cuando su hijo menor llegó con la noticia pensó que se trataba de un cover.
"Lo escuchamos y fue una sensación de alegría, especialmente porque mi hijo estaba doblemente contento, ya que era fan del grupo. Pero luego un amigo español me comenta de esta canción y empezamos a averiguar", cuenta el cantautor. Entonces descubrió que la pieza había sido registrada con el nombre de Jesús María "Txus" Hernández como único creador.
"Era un poco grotesca la copia. Tenía algunas alteraciones, una maquilladita, pero era lo mismo", recuerda Ubiergo, quien asegura haber enfrentado el caso con "una sensación entremezclada, porque nunca es grato tomar acciones contra músicos. Pero no tenía alternativa, porque se debía restablecer una cuestión fundamental. Había un músico que se estaba atribuyendo la autoría".
El caso se resolvió a favor del chileno, quien no solicitó ninguna de las medidas más radicales, como el retiro de la obra o la restricción para que no vuelva a ser difundida. Así, optó por la que según el director jurídico de la SCD es la vía más común: "Que se reconozca la utilización no autorizada y se le otorgue al autor original un porcentaje de lo que se genere".
Hasta ahora Ubiergo no ha recibido nada desde España, debido a que el tema era uno más dentro de una extensa edición de grandes éxitos y "lados b". Sin embargo, ello lo tiene sin cuidado: Según dice, lo más importante era que se resarciera el principio vulnerado. Lo otro quizás venga después.
La regla de los compases
Aunque es extendida la creencia de que hay un número límite de compases similares entre dos canciones antes de hablar de plagio, esa regla no existe en todas las legislaciones ni con el mismo sentido. Según Jorge Mahú, medios como el argentino han cifrado en ocho los compases para fijar el derecho de cita, lo que ha permitido que después de esa cantidad se pueda establecer un plagio. En Chile, en cambio, "simplemente se habla de un breve fragmento de una obra ajena" como límite para las citas, por lo que el plagio se determina por peritos que ponen atención en "si hay o no coincidencias esenciales entre dos obras".
Casos históricos
El de "Stairway to heaven" no es el primer caso que ha debido enfrentar Led Zeppelin. Décadas antes, el grupo había perdido un juicio por otro de sus emblemas, "Whole lotta love", innegablemente similar al anterior "You need love", firmado por Willie Nixon y grabado por Muddy Waters. Otros históricos que también perdieron fueron The Doors por "Hello, I love you", tema que seguía los mismos patrones que otro de The Kinks ("All day and all of the night"), mientras que los Beach Boys debieron reconocer que "Surfin' USA" contenía elementos de "Sweet little sixteen", de Chuck Berry.
De épocas recientes quizá el más bullado de los casos fue el de "Bitter Sweet Symphony", tema para el que The Verve solicitó samplear -algo que siempre implica pago de derechos- un fragmento de una versión orquestal de "The last time", de los Rolling Stones. Sin embargo, el mánager del grupo dijo que el segmento usado fue más extenso que lo acordado, lo que terminó con Richard Ashcroft perdiendo todo derecho sobre uno de los singles más exitosos de los 90.
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