El artista habla con La Tercera de los nuevos días que vive su país tras las visitas de Barack Obama y The Rolling Stones.
Claudio Vergara
Ese 1967 del Sargent Pepper, el verano del amor, la muerte del “Che” y la escalada de la píldora anticonceptiva, despierta en Silvio Rodríguez (69) una nostalgia menos colectiva: “En 1967 terminé mi servicio militar. Después de tres años de encierro empecé a descubrir el mundo. Al día siguiente de desmovilizarme comencé a mostrar mis canciones en TV”.
En rigor, para el cubano esa temporada fue el inicio del resto de su vida: comenzó a cimentar su popularidad gracias a su primera vez en televisión y escribió Qué distracción, tema que casi cinco décadas después integra su más reciente álbum, Amoríos (2015), precisamente un trabajo que rescata antiguas piezas creadas entre ese año y 1980, y que nunca se incluyeron en sus discos. “Ese es el tema más antiguo de Amoríos, un bolero que le gustaba a Julio Cortázar y Félix Grande. Lo incluí pensando en ellos”, reafirma.
Pero demasiado ha cambiado desde esos días del siglo XX. Rodríguez no sólo se eternizó como el cantautor más idolatrado e influyente de la isla, sino que hoy vive en un país que restableció relaciones con su adversario de toda la vida y que renació como una latitud apetecida por todos, como The Rolling Stones con su show gratuito de marzo, la llegada del elenco de Rápido y furioso para filmar la octava réplica de la saga, o el desfile de las modelos de Chanel entre los murales rendidos a la Revolución.
“Antes que nada, aún no se ha levantado totalmente la prohibición de visitar a Cuba que pesa sobre el pueblo norteamericano”, subraya.
Luego despliega su reflexión: “Sin embargo, sobre todo desde EE.UU., hay un incremento de visitas por el acápite de los intercambios culturales y científicos, además de acuerdos con navieras turísticas y líneas aéreas que han multiplicado sus arribos. Cuba ha estado prohibida durante décadas; incluso borraron la isla de los mapas turísticos. Puede que Cuba esté de moda entre quienes no han podido visitarla y también entre algunos que no se atrevieron: me refiero a personas que atraen a la prensa o que tienen que ver con los negocios. Todo eso es posible y no creo que haya que asustarse, excepto que tenemos que trabajar por un país apto cada vez para más visitantes. Eso es bueno para Cuba y no sólo económicamente, porque ayuda a desbaratar la mitología negativa que se tejió por décadas”.
El periodista cubano Iroel Sánchez escribió hace unos días en su blog: “El cambio en la política hacia Cuba ha convertido lo que era herejía en moda y la visita a la isla ha pasado de estar prohibida a ser un buen negocio”. ¿Concuerda?
El texto de Iroel está fundamentado en evidencias. Aunque creo que no se trata solamente de mostrar a Cuba como negocio para la industria cultural. También hay un sector que lleva años tratando de convencer a los políticos de Washington del acercamiento. Me refiero a grupos poderosos que esperan beneficiarse económicamente. Que haya conciertos de famosos y visitas de firmas exclusivas es una forma gentil de mostrar que Cuba no es tan rara como la han pintado. Acaso sea un punto de coincidencia de los antagonistas, por supuesto que por razones diferentes: a ciertos hombres de negocios les interesa Cuba como posibilidad económica, y a Cuba le interesa romper las ataduras del bloqueo.
En marzo, Obama realizó su histórica visita. ¿Le pareció relevante?
¿Qué si me pareció importante que un presidente de EE.UU. haya venido a La Habana?... Hacía casi un siglo que no pasaba, y mucho menos que un presidente norteamericano admitiera que la política contra Cuba era un fracaso.
¿Qué cree que aportará esta visita?
Es de esperar que las relaciones de EE.UU. y Cuba se fortalezcan, aunque todo el mundo coincide en que para llegar a una verdadera normalización es imprescindible que se acabe el bloqueo. Ojalá eso suceda más temprano que tarde.
¿Qué piensa al ver que este proceso pase justo cuando un personaje como Donald Trump consolida su candidatura a la presidencia?
Me pregunto si Trump presidente eliminaría la “ley de ajuste cubano” (norma que permite a un cubano establecerse en EE.UU. apenas pise el país).
¿Tiene alguna opinión de Trump?
Es un show en el país de los shows.
¿Cree que el concierto de los Stones marcará la apertura de su país hacia la cultura anglo?
Hay una fuerte relación entre la cultura cubana y la norteamericana. Después del triunfo de la Revolución ha habido varios conciertos de intercambio, empezando por el Havana Jam de 1979. El concierto de los Stones fue también muy gustado, muy bien promocionado y además al aire libre. Nuestras culturas nunca han tenido problemas de relación. Históricamente no se puede decir lo mismo de la política, aunque ha habido mejoras. Fui con mi familia al show y nos gustó mucho.
¿Escuchó a los Stones en los 60?
Los escuché en mi juventud. No tanto como a The Beatles, pero siempre les he tenido aprecio. Creo que son buenos músicos.
Si tuviera que escoger a otra figura anglo que diera un show gratis en Cuba, ¿a quién elegiría?
Inmediatamente pienso en Stevie Wonder. Y, si fueran dos, agregaría a Bob Dylan. Acaso sería mejor ambos, y también muchos otros.
En abril, falleció Patricio Aylwin, que gobernaba Chile cuando usted dio ese legendario show de 1990. ¿Tuvo alguna clase de vínculo con él?
Hubo un momento en que pareció que Aylwin me iba a recibir, pero después lo hizo el Ministro de la Presidencia. Recuerdo que a aquel gobierno no le gustó mucho que visitara una cárcel de Santiago, donde había algunos revolucionarios presos; pero la verdad es que no nos lo negaron y que fui bien recibido por las autoridades de aquel centro, donde incluso canté unas canciones.
¿Imagina hoy la idea del retiro?
Desde hace años estoy bastante retirado de los escenarios. Hago sólo una gira al año y no muy larga. Si llega el día en que tampoco haga esto, me entretendré silbando melodías.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario