El Mercurio
Por Jaime Donoso A.
En el concierto del sábado de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, dirigida por Alexander Mickelthwate, los auditores pudieron apreciar el espacio que media entre el Beethoven de 19 años y el de 41. Poco más de 20 años no es tanto tiempo, pero en la evolución del lenguaje de Beethoven es gigantesco. El cotejo se produjo entre la "Cantata a la muerte del Emperador José II" (1790) y el Concierto Nº 5 para piano y orquesta, "Emperador" (1809-1811).
Es difícil juzgar a una obra en relación con la edad del autor, particularmente cuando se trata de composiciones de juventud. Hay casos, como en Mozart, Mendelssohn y Schubert, donde no cabe sino abismarse frente a obras maestras escritas por compositores en plena adolescencia. La "Cantata" de Beethoven, para solistas, coro y orquesta, no es una obra maestra, pero tiene momentos de gran originalidad. Su interpretación es difícil, especialmente la parte vocal, tanto para el coro como para los solistas. La vocalidad beethoveniana, hasta el final de su vida (9ª Sinfonía, Misa Solemnis ), evidenció conflictos entre la Idea y su realización. Muestra palmaria de esto es el aria del barítono "Da kam Joseph", con ingratos e incómodos pasajes, que no obstante fueron excelentemente ejecutados por el barítono Arturo Jiménez, que cantó con aplomo y clara fonética. Las intervenciones de la soprano Claudia Pereira evidenciaron su buena entonación y seguros agudos, pero opacados por un vibrato excesivo. Los 16 integrantes de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, como siempre bien preparada por su director Juan Pablo Villarroel, en esta ocasión parecieron desprotegidos y la acústica no favoreció la amalgama.
Ishay Shaer fue el solista del Concierto "Emperador". En una ocasión anterior pudimos apreciar sus estupendos logros en un recital memorable. Aquí impactó desde la introducción con su potente y hermoso sonido, contundente en los graves y acristalado en los agudos. Con su sobria actitud, en ningún momento se arrogó el rol del titán (en un concierto tildado de "heroico"), sino que permitió que toda esa heroicidad proviniera de la música y solo de la música. Contribuyó a ello el excelente apoyo de una orquesta plenamente involucrada bajo la experta y sensible mano de Mickelthwate.
Shaer agradeció el fervor del público con una entrega conmovedora (y con un tempo rapidísimo) del arreglo de Liszt para el Lied de Schubert, "Margarita en la rueca". A propósito de lo ya dicho, ese Lied (absoluta obra maestra) lo escribió Schubert a los 17 años.
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