La Tercera
El músico israelí interpreta hoy y mañana el Concierto para piano y orquesta N° 5 de Beethoven, Emperador, con la Orquesta Sinfónica de Chile.
Por Andrés Gómez Bravo
La sordera crecía progresivamente. Del mismo modo que Beethoven alcanzaba su madurez como músico, perdía el principal de sus sentidos. Cuando terminó de componer el Concierto para piano y orquesta N°5, en 1811, sus capacidades auditivas estaban severamente disminuidas. Después de un desastroso intento por estrenarlo él mismo como solista, se despidió de las presentaciones públicas y confió el estreno en Viena a su discípulo Carl Czerny.
Dedicado al archiduque Rudolf, su mentor, y compuesto mientras Viena era invadida por Napoleón, el quinto es el último de sus conciertos para piano y el más sinfónico de todos: es conocido como Emperador -título que le habría sido adosado por el editor de Beethoven- por su carácter grandioso y triunfal.
Con altas probabilidades uno de los mejores conciertos para piano y orquesta de la historia, el Emperador resonará hoy y mañana en el Teatro de la Universidad de Chile con el solista israelí Ishay Shaer y la Orquesta Sinfónica de Chile, dirigida por el conductor alemán Alexander Mickelthwate. El programa contempla además la Cantata sobre la muerte del Emperador José II, a cargo de la Camerata Vocal.
Nacido en 1983, Shaer es uno de los pianistas jóvenes más destacados de su país. En 2006 ganó el concurso internacional de Newport en el Reino Unido y en 2008 fue premiado en el concurso Beethoven en Bonn. Desde entonces se ha presentado con prestigiosas agrupaciones, como la Filarmónica de Varsovia, la Sinfónica de la BBC en Gales y la Filarmónica de Israel.
“La música de Beethoven ha sido parte de mi vida desde temprano. Al principio me atrajo más la música de Bach, especialmente la polifónica, pero con el tiempo aprendí a apreciar la arquitectura de Beethoven, el contenido emocional de su música y su mensaje humano”, dice.
En su opinión, el N° 5 “es el primer concierto en la historia en el que el solista realmente desempeña el papel de un héroe. También es conocido por las cadenzas del primer movimiento, incluso en la introducción. A diferencia de los conciertos anteriores, en el N° 5 todas están escritas en la partitura, así que no se le permite al solista cambiar ni una nota”.
Estructurado en tres movimientos (Allegro, Adagio un poco mosso y Rondó: allegro), el concierto transita desde un inicio fuerte y enérgico a una hermosa y reflexiva melodía de cuerdas y piano, para concluir con un cierre victorioso entre solista y orquesta.
Aun con su carácter sinfónico, la pieza encierra altas exigencias para el piano: “Como en gran parte de su obra -dice Ishay Shaer-, a Beethoven no le importaba mucho si la parte estaba escrita de manera natural o conveniente para el instrumento, así que uno de los desafíos es superar eso y encontrar una manera en que se sienta natural. Además, el rango dinámico y emocional exigido por esta obra es amplio, y las transiciones entre la dulzura y la determinación son a menudo agudas, lo que exige una implicación emocional total”.
Uno de los grandes intérpretes de Beethoven fue el chileno Claudio Arrau, de quien Shaer se declara abierto admirador: “Arrau es uno de mis pianistas favoritos de todos los tiempos. Siempre tocaba con la cabeza y el corazón. Sus dedos eran casi irrelevantes”.
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