La Tercera
A doce años de su último paso por el país, el británico llega el 5 de noviembre con The Heavy Entertainment Show Tour al Movistar Arena. Un show de alto vuelo e iconografía pugilística que se ríe de sus batallas personales.
Por Andrés del Real
The Heavy Entertainment Show, tal como su nombre lo indica, es un espectáculo de alto entretenimiento. El más reciente disco de Robbie Williams y la gira mundial homónima se edifican bajo el mismo concepto: en su regreso al pop, el popular cantante británico se presenta como un tipo único en su especie, una mezcla entre gladiador y crooner con sentido del humor, un tipo que viene ya de vuelta, y que tras tantas idas y vueltas ya no tiene nada que perder ni que esconder.
Con ese tour, que inició en Inglaterra en junio pasado, el solista regresará a Chile a fines de este año, luego que la productora Lotus cerrara el desembarco del Heavy Entertainment Show Tour en Santiago. El propio Williams lo adelantó en su sitio web oficial la semana pasada y ahora su regreso tiene coordenadas definitivas: será el próximo 5 de noviembre en el Movistar Arena, en la primera presentación en vivo del ex Take That en el país desde su recordada actuación en el Estadio Nacional, en 2006.
Desde entonces, mucha agua ha pasado debajo del puente, tanto en la industria musical como en la carrera del cantante, en su momento el más vendedor de Reino Unido y uno de los solistas más exitosos del último siglo, con más de 75 millones de álbumes comercializados en el mundo a la fecha. Tras su breve regreso a Take That ente 2010 y 2012 , y el lanzamiento de un nuevo álbum de covers y composiciones originales en clave swing (Swing both ways, de 2013), Williams, hoy de 43 años, casado y con dos hijos, entra de lleno en la adultez personal y profesional con una producción que le saca partido a sus principales atributos artísticos: su versatilidad estilística y su inagotable capacidad para reírse de sí mismo.
Ese último aspecto está presente en prácticamente todos los pasajes de su nuevo show, que estrenó hace un año en una Manchester aún convulsionada por los ataques terroristas. Ante la tragedia y el miedo imperante, el intérprete de “Rudebox” contraataca con un show de que apela a la espectacularidad, plagado de el sarcasmo y sin una pizca de auto indulgencia. De hecho, cada fecha del tour comienza con el llamado “Himno de Robbie”, en el que un coro enumera por los amplificadores los diversos aciertos y tropiezos que registra la carrera del británico en las últimas tres décadas, sobre todo sus reconocidas adicciones y temporadas en rehabilitación.
Rodeado de sus músicos, coristas y una docena de bailarines, además de un aparatoso montaje escénico con iconografía pugilística -tal como en el sencillo que da nombre a su undécimo LP-, el hombre de Stoke-on-Trent aparece en escena con bata de boxeador para comenzar a recorrer sus diversas etapas: desde los himnos de su inicio en solitario, “Angels y “Millennium”, como también los que firmó junto a Take That y otros de su apogeo en el pop, como Feel y Rock DJ.
Tras recorrer diversos estadios techados y arenas de Europa durante el semestre pasado, y de un recorrido por Oceanía a comienzos de este año, el tour llegará a Sudamérica en noviembre, con fechas ya anunciadas en Paraguay, encabezando el cartel del Personal Fest de Asunción (8 de noviembre), y en Argentina, dos días después, en la versión bonaerense del mismo evento.
La vida por el éxito
Con críticas elogiosas y un listado de colaboradores de alto nivel, entre quienes se cuenta a los cantautores Rufus Wainwright y Ed Sheeran y el productor Benny Blanco, The Heavy Entertainment Show ha sido la mayor apuesta de Robbie Williams en los últimos años por volver al sitial que ocupó a comienzos de este siglo, cuando se erigió como uno de los solistas masculinos más populares del planeta.
Es, en todo caso, un retorno en sus términos, alimentando el personaje que ha construido a lo largo de su carrera y llevándolo al extremo, a punta de himnos en los que se burla de las propias miserias y las de las estrellas del pop en general. “Vendería a sus hijos por tener un éxito en Bélgica / y Dios sabe qué haría por conseguir un número uno”, reza el coro en el single que titula el álbum, en cuyo videoclip personifica a un boxeador golpeado por la vida pero aún dispuesto a seguir peleando.
Y no son pocos los demonios que Williams ha debido enfrentar durante su carrera, tal como él mismo ha expuesto en sus dos biografías oficiales y en reveladoras entrevistas. En una de éstas últimas, concedida al diario británico The Sun, el cantante confesó en marzo pasado tener “una enfermedad que quiere matarme y está en mi cabeza”, refiriéndose a los problemas de ansiedad y pánico escénico que lo han afectado por años. Incluso, en su presente gira, debió suspender dos shows en Rusia por dolores de cabeza y problemas para respirar, según contó entonces.
Una serie de fantasmas que se arrastran desde sus días en Take That y que se han traducido en distintas adicciones, problemas de autoestima por su sobrepeso y un desbalance hormonal conocido como andropausia.
“Cada vez que entro en el estudio siento esa presión de: ‘Vuelves, estás grabando un álbum, más vale que sea un éxito, estás gordo, tus ojos están caídos’”, reveló el año pasado el artista, que a sus 43 años vuelve por una segunda vida en la primera línea del pop.
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