El Mercurio
La restauración integral de Carlos Valdebenito reveló que el instrumento fue construido en 1860, pero también dejó al de scubierto el sinfín de reparaciones chapuceras a las que en Chile se somete a los órganos.
Romina de la Sotta Donoso
Después de haber estado mudo por décadas, el Cavaillé-Coll de la iglesia Virgen Medianera de Cartagena volvió a exhibir toda esa riqueza sonora que hace del órgano el "instrumento rey", con el concierto que dio Jaime Carter hace unas semanas.
"Fue muy emocionante, porque toda la gente que va a misa ahí tiene una vinculación con el órgano; muchos se casaron o despidieron a un familiar con este órgano. Las viudas que trabajan en la parroquia y que atienden el comedor para indigentes, por ejemplo, estaban sumamente agradecidas, porque años atrás ellas cantaron con el órgano y pudieron revivir eso", cuenta Carlos Valdebenito.
El reconocido organero trabajó cuatro meses para restaurar en forma integral este valioso órgano francés, gracias a un Fondart Regional de Valparaíso de $12 millones. El proyecto incluye la formación de un músico de la parroquia para que toque el órgano en las celebraciones litúrgicas, y Jaime Carter y sus alumnos darán también recitales.
Para este rescate, el órgano fue desarmado y se trabajó en cada pieza en el taller de la Organería Valdebenito, en Olmué.
Al abrir el secreto del órgano -cámara de viento donde van puestos los tubos- apareció un documento que fecha su construcción en 1860, y no en 1878, como se creía hasta ahora.
Ese papel lo firman "Ménard & Orange", es decir, los primos Pierre Ménard y Eugène Orange, excelentes organeros a quienes Aristide Cavaillé-Coll subcontrataba para sus encargos de menor tamaño, como el de Cartagena. La mayoría de sus piezas, eso sí, son Cavaillé-Coll, partiendo por la tubería. "Y los tubos son el alma de un órgano", dice Valdebenito.
El mal de Chile
"Los Cavaillé-Coll son instrumentos muy nobles, es decir, si no se mojan, funcionan sin mayores problemas por una cantidad indeterminada de años", asegura Valdebenito.
Pero el órgano de Cartagena, dice, "tenía muchísimo daño". Y no lo causó ni la lluvia ni el abandono: "Es consecuencia directa de las reparaciones chapuceras que le hicieron y que pudimos observar por doquier. Por ejemplo, había rotura de los fuelles y parches de cuero de muy mala calidad, pegados con Agorex y corcheteados".
Ya que los fuelles insuflan el aire, son los pulmones de un órgano, pero para esa función necesitan un tipo especial de cuero. Afortunadamente, Valdebenito eliminó esos parches y los reemplazó por cuero que importó de Estados Unidos y que es producido para órganos, por gramaje y por proceso de curtido.
El teclado también exhibía una situación desastrosa: la chapa original de marfil había sido reemplazada por una chapa de plástico pintada de blanco: "Al raspar las teclas nos dimos cuenta de que las habían pintado con típex (corrector). Así de rasca", enfatiza el organero.
Una de las intervenciones más graves estaba en los poco más de 300 tubos. De ellos, había 29 perdidos, que Valdebenito reemplazó por tubos nuevos, pero fabricados "en las mismas tallas, hechuras y aleación de estaño y plomo de los originales".
El 88% de los tubos sobrevivientes presentaba abolladuras, raspaduras, cortes o perforaciones. "Ese es otro trabajo chapucero: cortaron los tubos 'a tono', es decir, les hicieron cortes para que dieran una nota distinta de la original. Arreglar esto fue muchísimo trabajo, hubo que repasar más de la mitad de los tubos y soldarlos", cuenta Valdebenito.
"En Chile esto pasa mucho. Como la mayoría de los órganos son de carácter romántico-sinfónico, no falta el que decide cortarles los tubos para alterar sus registros, tratando de hacer música para la que no fueron pensados. Es un descriterio y una enorme falta de respeto hacia los instrumentos", critica.
Valdebenito y su equipo también corrigieron los "traspasos de viento" del secreto, desarmándolo y reencolando todas sus piezas con la tradicional "cola de conejo". E importaron desde Hungría un soplador -motor con el cual se inyecta el aire a los fuelles-, cuya eficiencia han comprobado en otros rescates.
Aunque la gran mayoría de los trabajos solo serán audibles, también hay mejoras visibles, ya que el mueble mismo del órgano fue restaurado por María Isabel Adriazola. "Había una suciedad generalizada, tanto interna como externa y por eso la pátina no se lucía: También había muchas maderas quebradas y grafitis, incluso esvásticas dibujadas. Ahora el mueble se ve como nuevo, como si el órgano hubiera salido recién de la fábrica, igual que la tubería de fachada. Cuando llegamos estaba llena de abrasiones y rayones, porque la habían 'pulido' con virutilla de olla", cierra Valdebenito.
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