El músico alista un EP que recoge esa fusión de la que fue impulsor en los 90, hoy tan boga: la cumbia de acento chileno. Pero también sufre por Jorge González y Álvaro Henríquez: “La vida es loca”, dice.
Por Carlos Farías
Joe Vasconcellos (59) está en su centro de operaciones. Es una vieja casona en Providencia, en sus murallas están las huellas de una de las carreras más influyentes y populares de la escena local, como un cuadro que lo galardona con un disco de platino por Toque (1995), material donde están gran parte de sus hits; y otro que celebra su cuádruple disco de platino por Vivo (1999), ese directo que lo catapultó al éxito. El músico, apelando a su estampa más característica, se muestra alegre, se ríe con facilidad, pero su semblante cambia y se emociona hasta las lágrimas cuando habla sobre el complejo presente de dos de sus compañeros de ruta: Jorge González y Álvaro Henríquez. En ese minuto, Joe Vasconcellos también llora.
“En este momento uno es absolutamente solidario, porque sé lo que es estar arriba del escenario sintiéndose mal y teniendo claro que ese es tu templo; y si te tienes que ir, ojalá sea en tu templo”, reflexiona. Suspira y sigue: “La vida es muy loca, nos pone muchas cosas por delante. Todo lo que le ha pasado a mis colegas hace que uno piense, porque uno lleva una vida muy sedentaria. También debemos ser más agradecidos, más cariñosos con nuestros próceres del arte, no reírnos. Ya que todos estamos haciendo un proceso antibullying, ya no está bueno reírse del curadito, del loquito, porque eso también genera reacciones, sobre todo cuando uno es un persona sensible, solitaria, que solemos ser”.
Y el compositor volvió al estudio, para materializar un nuevo EP: Llamadas vol. 3, el que cierra la trilogía de corta duración, del mismo nombre, que comenzó en 2014. “Quise probar (con tres EP) y no con un disco por la velocidad con que van las cosas. Con un EP, podía tener más tiempo de ir creando cosas y la respuesta es más inmediata”, cuenta el hombre de “Mágico”. De hecho, la última vez que lanzó un larga duración fue en 2007 con el festivo Destino.
Vaconcellos cuenta que antes del proceso del reciente material, que demoró un mes y medio en componer y grabar, junto a su grupo vivieron una verdadera revolución. “Decidimos no limitarnos y no seguir con la figura de un director musical”, revela. “Fue a fines del año pasado y tenía que pasar, habían músicos muy buenos que podían aburrirse e irse a tocar a otro lado. Pero fue una revolución entretenida, porque aparecieron talentos increíbles. Este disco es una exaltación de la banda, de lo lindo que es tener una dentro de esta sociedad”.
Y es así como en las cuatro canciones de la producción hay una gran participación de su conjunto, con quienes en su mayoría lleva siete años, mientras otros ya son aliados históricos, como el percusionista Silbert Da Silva. Y bajo esta mancomunión nació el primer single: la cumbia nortina Alma gemela, que se estrenó ayer por plataformas digitales. “Es un homenaje a toda esa música del norte, tiene una dinámica y sonoridad que evoca eso. Pero que agarra esta onda de lo que es esta urbe, Santiago”.
En la obra, grabada en los Estudios del Sur, el músico volvió a trabajar con Moral Distraída, con quienes reversionó el año pasado su clásico que criticaba el consumismo de los años 90: “La funa”. Ahora están juntos en “El vuelo”, cuya letra habla sobre la inmigración. “Quisimos darle un clima del Caribe, con un coro que dice: ‘bienvenidas sean las personas de otros países’”, cuenta. Y agrega: “Y sin ningún pudor quisimos homenajear a Os Paralamas, que son familia. Me conmovió mucho verlos tocar en Río hace poco, mayores y tocando la raja”.
El 17 de agosto saldrá a la venta el álbum en formato físico, y de aquí a noviembre se lanzarán los nuevos singles, que mantienen su característico mestizaje.
Así nació “Primavera”. “Ese evoca los 90”, adelanta. Y el material cierra con “Un beso así no se olvida”, donde crítica el ritmo de vida actual y que tiene coros del combo de fusión Newen Afrobeat, además de la participación del chinchinero Felipe Toledo, hijo del histórico cultor del género, Patricio Toledo (El Pepa).
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