Clarin- Argentina
El autor de “Callejero”, “En un rincón del alma” y “Cuando un amigo se va” estaba internado desde hacía una semana.
El cantautor Alberto Cortez murió a los 79 años, a raíz de las complicaciones ocasionadas por una hemorragia gástrica. El cantante y poeta había sido internado de urgencia el miércoles 27 de marzo, en el Hospital Universitario HM Puerta del Sur, en Móstoles, en las afueras de Madrid.
Cortez había nacido el 11 de marzo de 1940, en la localidad pampeana de Rancul. A los 6 años comenzó a estudiar guitarra y a los 12 compuso su primera canción, Un cigarrillo, la lluvia y tú, verdadero presagio de la forma en la que sus líricas reflejarían el sabor costumbrista de sus canciones y esa delicada mirada para entender los asuntos de la vida.
Ya adolescente, actuó en Mendoza con el nombre de Chiquito García, y a los 18 llegó a Buenos Aires, donde consiguió trabajo en las orquestas de la Confitería Richmond y el cabaret Casanovas, como vocalista de la Jazz San Francisco que alternaba con la orquesta de Armando Pontier, cuyo cantor era Julio Sosa.
Gracias al armoniquista Hugo Díaz, en 1960 partió hacia Europa con el Argentine International Ballet and Show, en un tour que sería un fracaso, pero una de las experiencias más formativas –según sus propias palabras- para conocer el negocio del espectáculo, un tema que desde ese momento manejó con acierto aunque no exento de algunos traspiés.
A los 21 años editó en España su primer álbum, Welcome to Latin Club, con clásicos de moda en una línea musical más emparentada al entretenimiento que a lo testimonial, rumbo que tomó a partir de su tercer trabajo discográfico, Poemas y canciones, Volumen 1, publicado en 1967.
En el álbum, que tendría su segunda parte al año siguiente, interpretó obras de Jaime Dávalos, Pablo Neruda y Atahualpa Yupanqui, a quien dedicaría por entero su siguiente LP, Alberto Cortez canta a Atahualpa Yupanqui.
Con su disco Alberto Cortez. El compositor... el cantante, el artista dio un nuevo paso que lo posicionó en el terreno de los autores referenciales de la música popular argentina, con canciones que se convirtieron en la columna vertebral de su repertorio, y que lo acompañarían durante toda su vida como una inequívoca marca de identificación.
Cuando un amigo se va, Mi árbol y yo, A partir de mañana, Te llegará una rosa, Callejero y En un rincón del alma son algunos de esos títulos, a los que se agregó, en la misma placa, No soy de aquí, un clásico de Facundo Cabral, con quien mantendría una sociedad artítica que quedó registrada en los dos volúmenes de Lo Cortez no quita lo Cabral, publicados en 1994 y 1995, y en los dos de Cortezías y cabralidades, de 1998.
Dueño de un imponente caudal vocal, Cortez utilizó su vocación por el formato de la canción melódica para llevar a su estilo no sólo la obra folclórica de figuras como Yupanqui o Dávalos, sino también piezas como Melodía de arrabal, Mi Buenos Aires querido, Volver y El día que me quieras, en Gardel... Como yo te siento, de 1984.
Radicado en España desde 1964, donde se instaló con su esposa, la belga Renée Govaerts, su decisión de cambiar su nombre original, José Alberto García Gallo por Cortez le trajo más de un dolor de cabeza, a partir del juicio que le entabló un cantante peruano que ya utilizaba el mismo nombre. Sin embargo, eso no detuvo su crecimiento artístico, que se reflejó en sus presentaciones en el Teatro de la Zarzuela, donde musicalizó poemas del siglo de oro español -Quevedo, Góngora y Lope de Vega-, además de obras de Antonio Machado y Miguel Hernández.
Su regreso a Buenos Aires, en 1970, para cumplir con el Servicio Militar, se combinó con sus apariciones en el programa Sábados Circulares y un paso fallido por el Luna park, con sabor a fracaso. Una sensación que comenzó a revertirse desde fines de los '70 y que derivó en los '80 en una popularidad que lo llevó a cantar en el Teatro Argrntino de La Plata y el Colón, al mismo tiempo que en el Festival de Cosquín, y que se mantuvo durante la década siguiente.
Fue precisamente a mediados de los '90 que Cortez sufrió un ACV debido a una obstruicción de una arteria carótida que lo puso, según el mismo confesó a Clarín, al borde de la muerte. Tras su recuperación, el artista regresó a los escenarios, y a los estudios de grabación, a tal punto que por entonces dedicó buena parte de su tiempo a la producción de Cortez al desnudo, un combo de cinco CD en el que condensó una retrospectiva de su obra a través de 70 canciones.
El nuevo siglo lo vio sobre los escenarios, especialmente de Latinoamérica, y grabando en formato sinfónico y acústico, mientras sus canciones eran versionadas por otros artistas, entre ellos la banda punk argentina Attaque 77, que grabó su lásico Callejero en su álbum Otras canciones. La internación que derivó en su muerte lo había obligado a suspender una serie de presentaciones en República Domincana y Costa Rica,
Alberto Cortez, quien trabajó también con Mercedes Sosa y con Estela Raval, y que fue definido como "el cantor de las cosas simples", recibió a lo largo de su carrera incontables permios. Uno de los últimos, en 2015, fue una medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes de España.
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2011, una de sus últimas visitas a la Argentina. Venía de reeditar Mi árbol y yo, en dupla con Ricardo Arjona, y se presentaba en el Coliseo. Recibió a Clarín amable, charló durante dos horas, y dejó un título que expresaba parte de su molestia: "La gente se hartó de escuchar basura".
Alberto Cortez murió a los 79 años, este jueves. En el archivo de Clarín abundan las entrevistas a este argentino nacido en Rancul e instalado en España.
"Las compañías prescinden de los no vendedores de discos. Y en España, generalmente, la prensa no me tiene en cuenta", decía por entonces, con elegantes tiradores y una carcajada.
"Soy de alguna forma, pionero en la cantautoría. Y no lo digo para colgarme medallas. Llegué a ese país, me metí en la música francesa, en el momento en que en España la mentalidad era de una mediocridad absoluta".
"Ojo, yo participé de esa mediocridad", admitía. "Fue a mis 20 años, cuando quería tener mi coche y una mujer en la cama".
"No es que yo sea maravilloso, pero al menos quisiera que me tuvieran en cuenta cuando se recuerdan las raíces", lanzaba a modo de queja ante el grabador de Clarín. "Las compañías discográficas empezaron a hacerme a un lado".
"Este disco, Tener en cuenta, es justamente una reivindicación de todo eso. Tener en cuenta a los que están olvidados, sacarlos de las sombras. No olvidar a Homero Manzi, a Enrique Santos Discépolo, a Francisco Canaro", enumeraba.
"¿No es demasiado desolador el panorama que usted analiza?". Ante esa pregunta, Cortez opinaba. "Es desolador. Pero es así. Ahora van por los chicos guapos. Las discográficas se preocupan sólo por la cosa física".
Cortez defendía a Arjona ante el apodo de "Serrat de los supermercados" que viralizaban los críticos. "Que le llamen como quieran. Ellos quisieran ser Arjona. Lo conocí en el programa de Juan Alberto Badía. Ese día, luego, en el hotel encontré un ramo de flores. Me lo había mandado. Y nos hicimos amigos".
En aquella charla, la defensa de Arjona seguía: "¿Si Arjona abusa de la metáfora? Nadie usó más la metáfora que Lope de Vega".
Sobre la muerte, Alberto decía: "El día que venga la señora de blanco, me gustaría que llegara como llegó a Yupanqui: afinando la guitarra para un recital". Y remataba: "Ya no me pongo metas. Sólo amar y amar a mi mujer, con quien llevamos 47 años de casados".
En junio de 2009 un periodista de Clarín lo había visitado en su casa de España, en el country Montepríncipe. En aquella conversación el artista rendía pleitesía a Renata, la mujer belga que lo acompañaba a toda hora. "Estamos muy enamorados. Y yo estoy muy bien luego de la operación de carótida de 1996 que casi me lleva al otro lado.. Eso sí, perdí la sensibilidad de la mano izquierda".
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