Su voz es imponente y ese es el punto de partida sin lo cual lo demás no existe. Pero la soprano rusa también tiene una historia de película y posee un carisma que deslumbra a quienes la ven. Además, conoce y no desprecia "la vanidad del mundo" y, aunque ella misma se define como "fría como un hielo", toma sus decisiones con el corazón, cueste lo que cueste.
Por Juan Antonio Muñoz H.
Anna dice que la palabra diva -diosa- es para otras. Para artistas como Maria Callas o Montserrat Caballé. Que ella y sus contemporáneas solo son cantantes. Ni siquiera usa la palabra artista. Claro, grandes sopranos hoy existen -como Anja Harteros, Sondra Radvanovsky y Sonya Yoncheva- pero la Diva, así, con mayúsculas, es Anna Netrebko.
Ella tiene todos los atributos: una voz con la que canta prácticamente todo lo que se le ocurre; una historia de Cenicienta con aspectos legendarios; un físico que en sus inicios era como el de una estrella de cine; historias de amor perfectas para revistas del corazón; un temperamento volcánico unido a una simpatía que desarma; energía escénica que parece indestructible. Proyecta tal fascinación en el público y en los medios que tras una actuación muchas veces debe salir de incógnito para no ser presa de los paparazzi .
Versión 2.0
Ya no existe la figura -el cuerpo- que volvió loco al mundo lírico con su "Traviata" del año 2005 en Salzburgo. Entonces nadie pudo quitarle los ojos de encima y aun cuando hubo quienes criticaron su actuación como "excedida" en términos de arrebato, esta fue un punto de quiebre en una carrera que se había iniciado a comienzos de los 90. Desde entonces, nada la detuvo. "Ya en esos años estaban molestándome. Algunos, en Rusia, escribían que yo no podía cantar eso, que estaba copiando a la Callas, mal, mal, muy mal", ha dicho.
Tuvieron que tragarse sus palabras. El público cayó rendido a sus pies, la Deutsche Grammophon la atrapó al instante y su rostro y su voz se convirtieron en estandarte de esa casa discográfica, con ventas cercanas a los fenómenos de la música popular.
Anna Yúrievna Netrebko (1971, Krasnodar, Rusia) inició su carrera en el Teatro Mariinski de San Petersburgo; allí llamó la atención del director Valery Gergiev, quien se convirtió en su mentor. Hoy es enfática en asegurar que son cuentos esos que dicen que Gergiev la descubrió limpiando pisos en el Mariinski. "Es cierto que yo limpiaba, pero él se fijó en mí después de que yo gané un concurso", explica y cuenta que hoy cada vez da menos entrevistas porque "inventan cosas sobre mí y porque muchas veces la gente no entiende mis ironías y publica mis frases como titulares, como si yo hubiera estado hablando en serio. Ahora me cuido un poco más para no tener que andar desmintiendo. ¿Mi método? Seguir mi intuición. Si me falla, estaré acabada".
En su disco dedicado a "Verdi" (DG, 2013), uno de los momentos más intensos es la escena de Elisabetta di Valois en "Don Carlo". La frase inicial del aria es "Tú que conociste la vanidad del mundo", la que tiene un correlato con su propia historia: "Ya no me preocupo tanto de mi cuerpo; mi voz ha cambiado y mi cuerpo también. Eso hay que asumirlo. Estoy cómoda y relajada con ambos".
En todos estos años, ha posado para "Vanity fair", ha actuado en cine -se representó a sí misma en la película "Diario de una princesa 2" (2004), donde actúan Julie Andrews y Anne Hathaway-, acepta participar en spots publicitarios y ha recibido ofertas de Hollywood incluso para protagonizar escenas de amor: "El actor era genial y en principio todo me pareció magnífico, pero el guion era muy malo". Anna, qué duda cabe, es una gran artista independiente de todo eso, pero el star system la pone en otra situación.
Ese mismo status le permite decir que no le interesa en absoluto cantar el rol titular de "Norma" (Bellini), uno de los más difíciles del repertorio -"lo encuentro poco interesante"- y que aunque se apronta para asumir "Tosca" (Puccini), tampoco a ella le encuentra mucha gracia: "A menos que con Tosca pueda lucir trajes y joyas magníficas".
Tensión sexual
Otro punto ineludible es la desbordante energía erótica que se desprende de sus actuaciones. Ya está el caso de "La Traviata", pero no se olvidan sus candentes escenas con el tenor Rolando Villazón para "Romeo y Julieta" (Gounod) e incluso su manera de enfocar a la Lady Macbeth verdiana: "Ella me habla. En su tensión sexual, me atrae su maldad de una manera excitante", ha dicho.
Eso y sus mediáticas relaciones con el barítono italiano Simone Alberghini, con el propio Villazón y con el bajo-barítono uruguayo Erwin Schrott, de estampa metrosexual, con quien tuvo a su hijo Tiago. Luego, su separación y el encuentro en Roma, durante sus actuaciones en "Manon Lescaut" (Puccini), con el tenor de Azerbaiyán Yusif Eyvazov, con quien se casó con gran pompa en el Palacio Liechtenstein de Viena, Austria, país cuya nacionalidad adoptó en 2006 a pesar de que declara ser "rusa cien por cien".
Yusif la acompaña desde entonces, dentro y fuera del escenario, y se ha convertido en papá de Tiago, que tiene autismo. Seguramente en Moscú, el 14 de junio, para la apertura del Mundial de Fútbol, estarán con ella marido e hijo; Anna canceló sus funciones como "Tosca" en Múnich para poder cantar ahí. Yusif también la acompañará en Santiago el martes 31 de julio, cuando las voces de ambos estremezcan los cimientos del Movistar Arena.
La sopranorusa y su marido,Yusif Eyvazov, cantaránen Chile el martes 31 de julio, en Movistar Arena. Las entradas estarán a la ventaa partir del lunes 26de marzo a través de www.puntoticket.com.
Últimos roles
La voz de Anna Netrebko ha ido variando, adquiriendo nuevos colores y mayor volumen, y aumentando sus posibilidades dramáticas. Eso le ha permitido abordar óperas como "Anna Bolena" (Donizetti) y títulos verdianos como "Juana de Arco", "El trovador", "Aida" y "Macbeth". Recientemente también ha sumado "Adriana Lecouvreur" (Cilea) y "Andrea Chénier" (Giordano), y ya se anuncia su debut como Leonora en "La fuerza del destino" (Verdi), en Londres, junto al tenor Jonas Kaufmann, en 2019.
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