El Mercurio
El dúo británico encendió la noche a punta de rock y fuerza.
Por Patricio Zenklussen
"Nunca se asusten. Nosotros siempre tocaremos rock n' roll donde sea que estemos", comentó a "El Mercurio" Ben Thatcher, baterista de Royal Blood, a propósito de los problemas operativos que sufrió su equipo en Buenos Aires y que obligó a retrasar su show.
El dúo británico, que completa Mike Kerr en bajo y voz, es conocido mundialmente como uno de los últimos defensores del rock crudo en una industria dominada por el hip hop y el pop. Su último disco "How did we get so dark?", lanzado el año pasado, recibió buenas críticas e incluso alcanzó el puesto numero 25 en el Billboard 200.
Su llegada a Lollapalooza era muy esperada, hecho que se tradujo en la reunión de un grupo no menor de fanáticos en el Acer Stage, dos horas antes del espectáculo, y con coros del nombre de la banda como música de fondo. Más tarde el lleno fue absoluto.
"Artistas icónicos como Iron Maiden han grabado sus shows aquí y es porque la audiencia es jodidamente maravillosa", comentó Thatcher, quien además aprovechó de incentivar al público.
"Cuando subamos a ese escenario sabremos qué hacer. Lo que queremos ver es lo que los chilenos tienen para entregarnos". Y aunque el dúo declaró estar contento con su presentación en el festival -"Siempre que podamos tocar en vivo, lo haremos con gusto. Sin importar el horario ni el escenario"-, también aseguraron que les gustaría venir a Chile en solitario: "Nos encantaría poder visitarlos por nuestra cuenta, aunque sea con un show pequeño". A las 20:15 horas, cuando el sol caía en el Parque O'Higgins y el frío empezaba a calar, Royal Blood salió al escenario y encendió las calderas.
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