La Tercera
El vocalista de The National habló con Culto en Lollapalooza Chile sobre el más reciente álbum del grupo nacido en Estados Unidos en 1999.
Por Matías de la Maza
Podrá llenar sus canciones con letras sobre depresión, ansiedad, corazones rotos y, de vez en cuando, ira, pero Matt Berninger (46) se ve sorprendentemente cómodo y propenso a reírse cuando habla de su trabajo. El cantante de The National, banda que ayer se presentó por segunda vez en Lollapalooza Chile, apenas recuerda el debut, en la primera edición del festival, siete años atrás. “¿Creo que era un día parecido al de hoy, cierto?”, pregunta con una sonrisa.
Antes de subir al escenario, Berninger discutió con Culto el más reciente disco del grupo, Sleep well beast, quizás el trabajo más melancólico de una banda llena de discos melancólicos.
-¿Fue una experiencia más compleja el grabar un disco así? Considerando que además tardaron cuatro años…
– Te diría que fue más fácil de hacer que nuestros discos anteriores. Las cosas fueron mutando rápidamente, pero nosotros estábamos muy relajados con el proceso. Creo que simplemente dejamos de preocuparnos de arruinarlo todo. Diría que fue de lo mejor que lo hemos pasado. No lo sé, quizás justo nos juntamos a grabar en uno de esos escasos momentos en que estamos de buen humor (se ríe). Fue mucho trabajo, pero para nada estresante. Simplemente no quisimos apurarnos.
– ¿Hubo alguna situación particular que le inspirara a escribir las letras de este disco, que principalmente hablan de crisis de pareja?
– Quise hablar sobre mi matrimonio (que sigue bien, a pesar de las letras) y de relaciones largas. De cierta forma, las letras buscan analizar lo que es un matrimonio extenso, desarmándolo y luego ordenando las piezas. Pero luego ganó Trump, y todo cambió. Hubo algunas canciones que sacamos completamente, porque ya no nos parecían relevantes, y otras que hicimos en ese momento, por ejemplo “Turtleneck”, como una reacción directa a Trump. Mucho varió después de noviembre 2016. Algunas cosas se me hicieron más claras, otras se derrumbaron.
– La banda siempre ha tocado temas políticos en público, aunque no siempre en sus canciones. ¿Siente que es una responsabilidad hablar más ahora de estos temas?
– No sé si es una responsabilidad, pero sí es una oportunidad. Creo que si un artista se desentiende de las cosas que le preocupan a la gente, y no busca hacer algo relevante con eso, esa música no es arte, es un producto. Nunca hemos tenido miedo de involucrarnos en estos temas. Tampoco es que nos veamos como una “banda con una misión”, y tampoco le doy esa responsabilidad a todos los grupos o músicos, pero no entiendo por qué un artista renunciaría a denunciar lo político. Es como pintar y no usar un color. Creo que es algo de lo que todos podemos hablar, sin importar la posición. Yo no puedo evitarlo. Tengo una hija, que va a heredar este planeta, y estoy enojado por cómo están las cosas.
– En el escenario, la banda suele interpretar las canciones de forma más agresiva y ruidosa, a pesar de sus temáticas oscuras. ¿Libera algo de estrés en esos momentos?
– Es que en los conciertos, la energía y la vibra del ambiente es completamente distinta a cuando grabamos las canciones. No intentamos replicar las versiones de los discos. En vivo es muy distinto: uno a veces toma tragos, fuma hierba, qué se yo, y te entregas. Claramente en contenido de las canciones me afecta; cuando las interpreto, paso por todo ese viaje emocional de nuevo, pero eso también es lo que me entretiene de hacer shows. Ser el canalizador de todo ese melodrama.
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