Como si tuviese el poder de un imán, la performance de la cantante noruega no solo deslumbró a sus fans, sino a todo aquel que pasara de casualidad por su escenario.
Por Magdalena Bordalí
La cantante y compositora noruega de 21 años sale de la sombra hacia el bosque y comienza a entonar casi de inmediato. Sus rasgos nórdicos, su traje y su extrema suavidad la hacen parecer una hada moderna. Un personaje que abre mucho los ojos e invita a los asistentes con movimientos espásticos al son de la música. En una voz y estilo que es la perfecta mezcla entre Björk y Enya en su versión millennial.
Lo teatral de su propuesta synthpop es muy atractivo para el público. Aurora canta con tono agudo que deja a sus fanáticos en completo trance. Mientras mueve las manos y los brazos sin parar y el humo sigue saliendo inagotable desde todos lados, la escena es mágica: Interpreta “Running With The Wolves”, uno de sus primeros singles, y la gente que está sentada en pasto en los sectores aledaños comienza a pararse uno a uno para acercarse al escenario. Están hipnotizados
Por un momento todo parece una película. La gente avanza como zombie mientras la angelical voz de Aurora los guía más cerca de donde está ocurriendo todo. Y al siguiente todo vuelve a ser normal. “En esta canción puede que sin querer muestre mi ropa interior, ya saben, seamos honestos, ignorémoslo”, advierte. El público se ríe y todos recuerdan que es y que son seres humanos, porque hasta ese momento estaban en otro planeta.
Pero el efecto de las siguientes canciones es el mismo. Y es la revancha perfecta de ella. Luego de haber sufrido en su adolescencia por ser “extraña” y por vestir un estilo peculiar, hoy lo lleva de escudo y de mensaje para sus fieles seguidores. Así canta “Warrior”, donde repite hasta el cansancio “soy una guerrera” y alienta a su público a aceptarse como es.
La otra parte de Aurora es triste. Pero es en esa tristeza natural de sus canciones que, en esta suerte de New Age de nuestros tiempos, se esconde la magia que atrajo a todo el público presente en la primera jornada de Lollapalooza.
Un atractivo inexplicable con palabras pero que llenó por completo ese espacio que en otra vida y con otra suerte hubiera ocupado la, igual de fiel, fanaticada del rapero Tyler, The Creator, a la misma hora en el mismo lugar antes de cancelar su presentación en el festival.
Porque Aurora venía a Lollapalooza como un reemplazo, pero el público hipnotizado pensó y sintió otra cosa. “Aquí me siento como en casa”, admitió Aurora casi al terminar el show. Y así terminaba el cuento de hadas.
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