Leila Guerriero
Reportaje
El Mercurio
El pianista argentino, considerado por la crítica especializada como uno de los mejores del siglo XX en el mundo, ya ha dado más de 5.000 conciertos en sus 70 años de carrera. El 29 de abril se presentará en el Teatro Municipal de Santiago. Pero antes, a mediados de la próxima semana, estará en librerías Opus Gelber. Retrato de un pianista , el nuevo libro de Leila Guerriero, un extenso e íntimo perfil al músico. Aquí publicamos un adelanto.
Un día , durante una cena y en medio del sádico Juego de las Preguntas, querrá saber: "¿Qué creés que todavía no sabés de mí?". Le diré: "Me cuesta entender por qué estás acá y no en Europa". Bajará la cabeza con la mirada torva y asentirá diciendo una sola palabra: "Bueno".
Varias veces me preguntará: "¿Qué pensás de mí ahora que me conocés?". Una, de tantas, le diré: "Que solo vos sabés quién sos". Lo cual es una declaración de fracaso.
Dos días después del primer encuentro, me llama. Cuando veo su nombre en la pantalla del teléfono móvil, me abalanzo. Él ejecuta su "Alóoo" y dice que podría verme el 30 de abril, que es domingo. Digo que sí, que por supuesto. Suspendo todo lo que pensaba hacer ese día en un acto de bandolerismo puro. Durante los meses siguientes siempre será así. Acudiré cuando me llame. Me apuraré a responder el teléfono cada vez que vea su nombre en la pantalla: Bruno Gelber, Bruno Gelber, Bruno Gelber. Me llamará cuando yo esté en medio de una fiesta, de una cena familiar, en un hospital, en Quito, en el campo. Me llamará de tarde, de noche, de madrugada, cuando yo esté dormida o a punto de dormir. Me llamará para invitarme a cenar, para pedirme que le encargue una torta, para decir que quiere verme. Me llamará, me llamará. Y yo querré que nunca deje de llamarme.
Un espejo pulido para reflejar más perfectamente. Ni siquiera he podido confirmar que esa frase sea de Leonardo da Vinci.
Sin tener idea de hacia dónde voy, avanzo.
Pronto estaré en su telaraña.
Su relación con la tecnología es nula ("si me ponés una computadora adelante, lloro"), aunque no por incapacidad, sino por elección. Lo maravillan los avances, pero, al mismo tiempo, le parecen tristes y peligrosos: "La gente cree que tiene compañía, porque está con el teléfono. Pero están solos. Y es algo que distrae tanto. No están nunca en el presente ni en el lugar en el que están: siempre mirando a través del aparatito". Cuando quiere encontrar una foto o chequear un nombre, le dice a quien tenga a mano "poné", lo que se traduce como "búscalo en internet". Mantiene larguísimas conversaciones con la duquesa de Orleans, que vive en Francia; con una amiga argentina que vive en Nueva York, y, aunque paga facturas telefónicas elevadas, se niega a usar Skype: "Qué es eso de tener que estar peinándose y pintándose para hablar con alguien". Cuando se le advierte que puede prescindir de la cámara con cualquier excusa -la conexión es lenta, la cámara está rota-, dice: "Ah, sí. Mi abuela. Eso ya se le ocurrió a todo el mundo. Si no les ponés la cámara se dan cuenta de que no querés que te vean".
Algunas personas abrieron cuentas de Facebook falsas a su nombre. En una de ellas, junto a una foto suya, hay una clave de Fa tachada y la leyenda: "No a la clave de Fa". Quien sea que la haya abierto, el 22 de agosto de 2017 escribió: "Hola, tanto tiempo, cómo están"; el 25 de diciembre de 2014: "Felices fiestas para todos". El 20 de junio de 2014: "¿Cómo están viviendo el Mundial de Fútbol?". El 6 de junio de 2014: "Les deseo a todos un excelente viernes". El 11 de diciembre de 2011: "¿Qué tal han pasado este fin de semana largo?". El 7 de agosto de 2011: "¡¡¡Espero que hallan tenido un buen domingo!!!". La gente hace caso omiso de las faltas de ortografía, no se extraña ante el hecho de que Bruno Gelber se refiera al Mundial, y aunque en algunos posts queda más o menos claro que quien escribe no es él, todos dejan comentarios felicitándolo por los conciertos, pidiéndole consejos, diciendo que lo vieron tocar en tal parte y que les firmó un autógrafo.
A él todo eso le parece una violencia bárbara, una invasión.
(...)
Fumó cuatro o cinco cigarrillos diarios hasta 1978. Los dejó, porque cree que todo el mundo tiene una "esfera de salud" que no es infinita y conviene cuidarla, pero todavía extraña el cigarrillo del final del concierto que le resultaba "orgásmico". A menudo habla de "los esotéricos" -"los esotéricos dicen", "según los esotéricos"-, aunque nunca menciona a nadie en particular, ni lecturas asociadas al tema. No hace cosas tales como recurrir al tarot, pero obedece a "los esotéricos" que le aconsejan, por ejemplo, que debe cerrar primero la tapa del inodoro y luego pulsar la descarga, porque así es como se cuidan las energías, y evitar colocarse en sitios donde lo apunte un ángulo -la arista de un mueble-, porque eso, llamado "flecha envenenada", daña. Hace yoga desde los veinticinco. Aprendió en París, con una maestra francesa con la que solía caminar "la mitad de París, rengo y todo". Es muy católico y reza siempre, incluso mientras toca, sobre todo antes de atacar un pasaje difícil: "Me mando mi rezo, me encomiendo para que me ayude". Usa mucho la expresión "mando positivo" cuando menciona a alguien entrañable que ya murió: "Pienso mucho en ella, le mando positivo". Está seguro de que hay otros mundos, porque no puede creer que "toda esta magnificencia exista solo para la Tierra", pero las teorías de que seres extraterrestres viven entre nosotros, solo que sin darse a conocer, le parecen zonzas: "¿Vinieron para ver lo linda que es la calle Corrientes?". Suele contar que una vez, cuando él era chico, una gitana se acercó a su padre en la calle y le pidió ver su mano izquierda: "La gitana le agarró la mano y le dijo: 'Ay, su nombre va a ser famoso en el mundo entero, cuánta gloria, cuánta fiesta, cuánto todo'. Papá le dio una propina y le dijo: 'Sí, sí, claro, mañana'. Y después, con el tiempo, pasó lo que la gitana había dicho. Así que hay gente que ve. Y hay gente que pretende ver y que la chinga". Le gusta mirar en la televisión documentales acerca del universo, de la galaxia, de los avances médicos y las cirugías estéticas, que "devuelven a su lugar lo que estaba fuera de lugar". En su juventud iba con la actriz Amelia Bence a abrazar árboles en los bosques de Palermo -"es un intercambio energético"-, pero dejó de hacerlo, porque la gente lo reconocía y le pedía autógrafos. Dentro de los pianos dispone, cuando toca, un elemento que llama "dispersor de buenas energías", para ahuyentar las malas. No se psicoanalizó nunca, pero si no hubiera sido pianista le hubiera gustado ser terapeuta, porque dice tener una intuición refinada para detectar si una persona miente. Asegura que, a veces, le da vergüenza, porque mira la frente de alguien y ve pasar por allí "un cartel que indica lo que están pensando". La primera vez que dijo eso me toqué la frente, nerviosa, e intenté olvidarlo de inmediato.
(...)
Es de noche, su territorio elegido, su coto de caza. Dice ser noctámbulo por naturaleza, pero le ha sumado una justificación espiritual: sostiene que en las noches el organismo está quieto, con las funciones aplacadas, y que eso permite que la sensibilidad alcance niveles formidables.
Se ha comido todo el plato de tortas fritas y pulsa el botón del teléfono. Norma aparece por la puerta camuflada.
-Ya puede sacar, tesoro. Muy ricas sus tortas fritas.
-Pensé que no le iban a gustar.
-Me las comí todas. Al principio no me gustaron, pero después no pude parar de comerlas... Ehhh... Yo pienso que un hombre puede tener relaciones de la cintura para abajo sin que eso le perturbe en lo más mínimo de la cintura para arriba. Es como una necesidad fisiológica que no perturba en nada sus sentimientos. En cambio, una mujer que tiene relaciones... Usted no se asuste de lo que estamos hablando.
Norma se ríe mientras retira los platos.
-La mujer que lo hace se entrega desde la pezuña hasta el pelo. En el hombre hay una cosa más puramente fisiológica. A vos te debe gustar la adrenalina.
-¿A mí? ¿La adrenalina de levantarte a alguien?
-Sí.
-La adrenalina es algo... enervante.
-Y no te la va a dar un vaso de leche con miel, tesoro. Pero una mujer, por más abierta que tenga la cabeza, por más inteligente que sea, cuando se acuesta, se acuesta entera. ¿Vos de qué signo sos?
-Acuario.
Se queda en silencio.
-¿Eso es bueno?
-Es malísimo. Se lleva pésimo con Piscis. Yo soy Piscis. ¿Y qué ascendente?
-Creo que Capricornio.
-Ah, por eso.
-¿Por eso qué?
-Encajamos. Vos tenés imán.
-¿Cómo imán?
-¿Y cómo va a ser un imán, cómo se siente un imán, cómo sentís un imán? -dice, imitando el modo impaciente con que se le habla a un chico que no entiende.
Busco frenéticamente sinónimos de la primera palabra que se me ocurre: atracción.
-¿Se siente como un... tironeo?
-Lógico. Es decir, tenés ganas de acercarte a esa persona, de charlar y de pasar tiempo y de volver a verla. O sea... de que no sea... la última vez. ¿Vos sabés de qué signo es Jorge Lanata?
-No tengo idea.
-Ponelo.
-¿En el teléfono?
-Sí.
Me levanto a buscar el teléfono en mi bolso, que dejé sobre un sillón, y veo que en una repisa, entre el piano y la ventana, hay algunos libros. Uno de ellos es de predicciones de la astróloga Ludovica Squirru y otro de Horangel, su equivalente masculino.
-¿Leés las predicciones?
-No. Las miro. Pero siempre me dan mal.
Durante un tiempo, un hombre le hizo los horóscopos, pero un día, un colectivo atropelló a su hijo y lo mató. Bruno, que no se explica cómo el horoscopista no fue capaz de prever su trágico destino y hacer algo al respecto, dejó de requerir sus servicios.
-Oíme, no te digo ver el colectivo, pero por lo menos ver algún peligro y poner alguna protección.
Busco la fecha de nacimiento del periodista Jorge Lanata en el teléfono, se la digo.
-Es Virgo. Es tierra -dice.
-¿Eso te conviene?
-Sí. La tierra y el agua son complementarios.
-¿Acuario qué es?
-Aire.
-O sea que vos agua y yo aire, no...
-No tenemos nada que ver. Pero nos estamos llevando bien por Capricornio, que es tierra.
-¿Para qué querías saber lo de Lanata?
-Porque tengo que ir el 16 de mayo a su programa de radio. Pero más allá de los signos, soy consciente de que tengo una manera de ser que puede ser interesante para alguien y producir rechazo en otros. Cuando me veo en la televisión no me encuentro simpático.
-¿Por qué?
-Me veo emitiendo frases como dictámenes. Soy menos coloquial de lo que quisiera. Sin embargo, cuando hice emisiones que no eran importantes desde el punto de vista de la elegancia, como Duro de domar , salieron bárbaras. Iba a estar quince minutos y me tuvieron todo el programa.
A lo largo de los meses, aunque no se lo pida, me dará detalles de sus entrevistas con otros colegas y me contará lo que converse con ellos. Me llamará desde Mar del Plata, en febrero de 2018, para avisarme que salió en la portada de la revista Clase Ejecutiva , y dirá orgulloso que es "una nota de siete páginas". Ser solicitado por los medios parece algo de gran relevancia para él. Sin embargo, solo al pasar me contará que lo invitaron a una gira por Japón conmemorando que, en noviembre de 2018, se cumplen cincuenta años de su primera presentación en ese país. Al pedirle ver el email con el cual lo convocaron, me dirá "está ahí", con un movimiento de cabeza, indicando el piano, y tendré que buscarlo por mí misma.
(Finalmente, no podrá ir al programa de Jorge Lanata, uno de los más escuchados del país, porque el 16 de mayo, media hora antes de salir de su casa, se cortará la luz en parte del edificio y no funcionarán los ascensores. Sin ascensores, no tiene manera de bajar).
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