domingo, enero 26, 2014

La música es un placer y un instrumento de aprendizaje superior

El Mercurio

La melodía actúa directamente sobre el cerebro y sus funciones. Estudios diversos muestran cómo potencia la concentración, la atención, la creatividad y la capacidad de escuchar, beneficios que se multiplican entre quienes aprenden e interpretan instrumentos: mejoran su rendimiento en Lenguaje y Matemática, su disciplina y perseverancia.

PAMELA ELGUEDA

 "Porque me hace feliz". Esa fue la principal respuesta dada por 229 jóvenes, de entre 17 y 21 años en Canadá, a la pregunta de por qué escuchan música. Una razón que puede parecer obvia, pero no en el contexto de un estudio, de tres investigadores de la Escuela de Psicología de la Universidad de Ottawa, que buscaba saber si había razones internas o externas (moda, influencia de los pares) en la decisión de "adolescentes tardíos" para escuchar música, y si eran intrínsecas, saber cuáles eran esos motivos.

La felicidad y el placer aparecieron como las razones principales entre estos estudiantes canadienses. Porque para muchos la música es eso, además de emoción, bienestar, compañía y recuerdos. Pero también es cognición, creatividad, atención, concentración y una herramienta que se usa en distintos centros de salud para tratar enfermedades neurológicas. En suma, una fuerza que potencia habilidades apreciadas en la Era del Conocimiento y que estimula el desarrollo integral de las personas.

Los efectos de la música en el cerebro humano dependen de si se es un oyente o un intérprete de melodías, ya sea cantando o tocando un instrumento, según han determinado diversos estudios realizados en Canadá, Estados Unidos y Europa. "Hay trabajos que demuestran que la música puede activar diferentes estructuras del cerebro y alterar o sincronizar las frecuencias de las ondas cerebrales registradas en un electroencefalograma", comenta el doctor Sergio Mora, neurobiólogo y jefe del Laboratorio de Farmacología del Comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.

"De esta manera -añade-, se ha podido establecer que el ritmo y el tono actúan sobre diferentes zonas de la corteza cerebral y el cerebelo, y que las letras de las canciones activan las zonas cerebrales relacionadas con el lenguaje y las emociones. A esto se puede agregar una investigación realiza por la York University, de Toronto, que demostró que "un breve período de entrenamiento de ejecución musical mejora la inteligencia verbal y las funciones ejecutivas en niños menores de 6 años".

Algo que Claudia Donoso, educadora de párvulos y directora del Magíster de Neurociencias aplicadas a la Educación Infantil, de la Universidad Finis Terrae, experimenta todos los días con sus alumnos del jardín Don Osito, y que la pianista Yelena Scherbakova, directora del Conservatorio de Música de la Universidad Mayor, comprueba año a año con los jóvenes que llegan a estudiar a sus aulas.

Placer y relajo

"Desde el punto de vista de la educación, la música tiene muchísimos beneficios para las funciones cerebrales de orden superior, como el aprendizaje y el lenguaje", dice Claudia Donoso. Su jardín infantil es inclusivo: tiene varios alumnos con necesidades educativas especiales, y ella ha visto las ventajas que ha tenido para preescolares con síndrome de Down y autismo el uso de música en clases.

Ella utiliza el Programa de Potenciación Creativa del profesor Egidio Contreras, que busca que los niños escuchen una pieza de música clásica, pero de una forma activa. Eso significa que puedan representar la música a través de gestos que dibujan las notas que escuchan. Así, se logra una escucha concentrada; es decir, el niño pone atención y logra captar lo que escucha, ya sea la música de Vivaldi o las instrucciones de la profesora.

"Favorecer la escucha es fundamental, porque para atender y concentrarse hay que saber escuchar, y escuchar es percepción", añade Claudia Donoso. "La música es un lenguaje inherente a las personas, y acá hemos logrado que niños a los que les cuesta hablar comiencen a hacerlo con las canciones que cantamos", explica.

La música funciona a nivel emocional, un área fundamental en el aprendizaje, ya que es más fácil hacer propio aquello que es significativo para uno que lo que se siente lejano. Algo que queda claro al ver los resultados de un estudio realizado por Valerie Salimpoor y colaboradores del International Laboratory for Brain, Music and Sound, de la Universidad McGill de Montreal (Canadá), citado por el doctor Mora. "Ellos demostraron que el placer que provoca escuchar nuestra música favorita va acompañado de un aumento de la liberación de dopamina en el sistema de recompensa, o mesolímbico, de nuestro cerebro", explica el neurobiólogo. Eso significa que se activa el mismo sistema que responde a gratificantes como la comida, el sexo y las drogas, "provocando una forma de adicción".

Los científicos, explica el doctor Mora, vieron que la liberación de dopamina (llamada la hormona del placer) aumentaba en dos momentos: cuando se anticipaba el instante cúlmine de la música favorita (en el núcleo caudado), y cuando sonaba la parte preferida de esa melodía (en el núcleo accumbens). "Esto podría explicar la euforia o excitación que se produce en los asistentes a un concierto o recital de un músico o conjunto famoso", propone el neurobiólogo.

Esta liberación de dopamina también puede relacionarse con las facultades de la música para disminuir el estrés. En un estudio de la Universidad Monash, de Victoria, en Australia, se pidió a dos grupos de estudiantes que redactaran un discurso. Uno de ellos trabajó en silencio, mientras que el otro lo hizo escuchando de fondo el Canon de Johann Pachelbel Fasch (http://bit.ly/KyWclx). "Los que trabajaron en silencio mostraron las consecuencias típicas del estrés, hipertensión, taquicardia, sudoración, etc. Los que escucharon música mantuvieron sus signos vitales estables", comenta el doctor Mora.

Un amigo de la vida

Los niños que aprenden y se entrenan en la ejecución de un instrumento obtienen aún mayores beneficios. Un ejemplo de ello son los estudiantes que participan en las más de mil orquestas juveniles e infantiles que existen en Chile.

Una de ellas es la de Curanilahue, que sirvió a los investigadores de la Universidad de Chile Pablo Egaña, Dante Contreras y Juan Pablo Valenzuela para mostrar con cifras objetivas los efectos benéficos, a nivel cognitivo y no cognitivo, que tuvo para esos niños participar de esta orquesta. Para ello, los economistas buscaron a quienes habían pertenecido a la orquesta entre el año de su fundación, en 1996, y de su disolución, en 2003. Lo que encontraron es que quienes pertenecían a este conjunto de música obtenían mejores puntajes en la PSU en las pruebas de Lenguaje y Matemática, comparados con jóvenes de características similares, que no practicaban ningún tipo de ejecución musical.

Algo que, a la luz de los estudios que existen al respecto, se explica porque los niños que aprenden a interpretar un instrumento educan también su comprensión de los ritmos y la decodificación de notas y símbolos.

A nivel no cognitivo, en tanto, el estudio mostró mayor perseverancia de parte de los estudiantes que habían pertenecido a las orquestas, quienes perseveraban más veces en la rendición de la PSU.

Para la pianista Yelena Scherbakova, estos datos sólo confirman lo que ella observa todos los días en las aulas del Conservatorio de Música de la U. Mayor: niños y jóvenes normales "no superdotados", que potencian habilidades como la disciplina, la capacidad de concentración, de análisis y memoria al aprender y perfeccionar la interpretación de un instrumento.

"Se aprende un ordenamiento interno, porque uno se contacta con algo que es bello y perfecto en su estructura, que se acerca mucho a la matemática", explica la concertista en piano, quien añade otros desarrollos en sus alumnos: "Aprenden mucha historia, porque necesitan conocerla para saber el contexto en que las obras que interpretan fueron creadas. Aprenden disciplina, que es esencial para lograr perfeccionarse en la interpretación de un instrumento y aprenden de las emociones, porque cuando interpretan una pieza triste o alegre deben saber de qué se trata".

De ahí que ella recomiende estudiar un instrumento a cualquier edad, "tenerlo como un amigo de vida, porque trae muchas ventajas, de todo tipo", concluye Yelena Scherbakova.

En un estudio de la Universidad Monash, de Victoria, Australia, se pidió a dos grupos de estudiantes que redactaran un discurso. Uno de ellos trabajó en silencio, mientras que el otro lo hizo escuchando de fondo el Canon de Johann Pachelbel Fasch (http://bit.ly/KyWclx). Los que trabajaron en silencio mostraron las consecuencias típicas del estrés, hipertensión, taquicardia, sudoración, etc. Los que escucharon música mantuvieron sus signos vitales estables.

La Orquesta de Curanilahue sirvió a los investigadores de la Universidad de Chile Pablo Egaña, Dante Contreras y Juan Pablo Valenzuela para mostrar con cifras objetivas los efectos benéficos, a nivel cognitivo y no cognitivo, que tuvo para esos niños participar de esta agrupación.

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