El Mercurio
Una serie de reveladoras misivas que la Nobel dedicó a Pedro Prado y a Manuel Magallanes Moure está disponible, para todo público, en la web.
Romina de la Sotta Donoso
Una nueva oportunidad para conocer más a Gabriela Mistral ofrece la Universidad Católica ahora que ha subido a su web Bibliotecasuc.cl la colección de 54 misivas que posee de la Nobel. Algunas son manuscritas, y otras mecanografiadas.
Tras una primera etapa en que digitalizaron 24 cartas dirigidas a Manuel Magallanes Moure -hace cinco años-, ahora retomaron el ritmo con otras 13 misivas para el mismo destinatario, más 17 cartas enviadas al poeta, pintor y arquitecto Pedro Prado. En estas, según Amelia Silva, jefa de la Biblioteca de Humanidades UC, su tono es "de profunda admiración y respeto".
Mistral, en ellas, confiesa cuánto le impacta leer a Prado, y que sus libros penetran su alma. También lo define como "un hombre bueno y noble".
"Gracias por haber sentido que yo era una maestra, a pesar de no ser una pedagoga fiscal; gracias por creer, conmigo, que Dios también, además del Inst. Pedagógico, da títulos", le dice cuando la nombran directora del Liceo Nº 6.
Porque no muchos habían creído en su capacidad docente, e incluso se le negó el ingreso a la Escuela Normal de La Serena. Recién en 1923, después de haber sido protagonista de la Reforma Educacional en México, invitada por el ministro José Vasconcelos, y después de haber sido premiada por "Los sonetos de la muerte", Mistral recibe el título de profesora de castellano.
Según el especialista Luis Vargas Saavedra, en esas cartas "se evidencia la creciente seguridad en sí misma como persona y poeta, más una inteligencia emotiva y expresiva: el don de poder decir cabal y hermosamente lo que se siente. En suma, el genio inexplicable de una provinciana sin educación completa".
Amor y humildad
Las nuevas 13 cartas digitalizadas de Gabriela Mistral a Manuel Magallanes Moure fueron escritas entre 1914 y 1921, y algunas se acompañan con transcripciones realizadas por Amalia Redondo, nieta del poeta y pintor.
Vargas Saavedra aclara que, más que reflejar un tipo de relación, los documentos "asestan una reticencia que se vuelve enamoramiento".
Mistral imagina, en 1917, el primer beso entre ambos: Sé que me desvanecerá el goce intenso: sé que la embriaguez más intensa que me haya recorrido las venas la sacaré de tu boca amada (...) Sé que seré capaz en mi exaltación de hacerme una prolongación de ti; de tu fervor; de tu alma suave, de tu carne misma".
El sentimiento, en todo caso, siempre fue platónico. Ella rechaza la solución práctica que el buenmozo colega le ofrece: no está dispuesta a yacer en un hotel.
Pero no todo es pasión en estas cartas. También hay declaraciones iluminadoras, que nos aproximan a la naturaleza ética de Mistral. Por ejemplo, cuando dice: "Tengo una humildad muy soberbia, esa humildad que come en el plato de palo del labriego, pero que se niega a comer en el plato de loza fina del rico".
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