El Mercurio
El máximo intérprete español regresa a Chile para presentar "Mi gran noche", donde recrea sus mayores éxitos remozados. "Mi espectáculo es mucho mejor ahora que antes", dice.
Diego Rammsy
Es difícil encontrar algo pendiente en la vida de Raphael. A sus 70 años, se puede decir, y sin exagerar, que lo ha hecho todo. Ha cantado de todo, partiendo por un vasto catálogo de éxitos que impulsó como nadie -como "Yo soy aquel", "Maravilloso corazón", "Digan lo que digan", y tantos más-, hasta canciones típicas latinoamericanas que sacó adelante con impecables interpretaciones sembrando su éxito en América y sobre todo en México -"La llorona", "La sandunga" y "Gracias a la vida-.
Si se trata de ventas, el "divo de Linares" tiene cifras apabullantes que le hicieron merecedor de un excéntrico -y por cierto, simbólico- galardón cuando superó los 50 millones de álbumes vendidos en 1982: el disco de uranio. Y en cuanto a lugares en los que se ha presentado, podríamos resumir diciendo que la Luna es el único lugar en que no ha desplegado su fantástico espectáculo, porque lleva más de 50 años recorriendo las ciudades del mundo de manera incansable.
Conquistó la televisión con numerosos especiales y programas en España, pero además fue invitado al célebre show estadounidense de Ed Sullivan en 1970. En el cine cuenta con cerca de 10 participaciones e incluso se hizo una miniserie sobre su vida llamada "Raphael: una historia de superación personal", que emitió Antena 3 en 2010 con altos índices de audiencia.
Pero con la misma sagacidad con que ha logrado grandes éxitos en todas las décadas de su brillante carrera, Raphael halló un nuevo objetivo en el cual posar todos sus esfuerzos en los últimos meses: regrabar sus viejas canciones. Y no solo sus grandes éxitos, sino además incluyendo otras baladas que, a su juicio, merecen una segunda oportunidad. "Se trata de las canciones que yo considero que son las mejores. No solamente aquellas que yo llamo 'las joyas de la corona', que son las más populares", explica al teléfono con esa voz que, inevitablemente, suena familiar y fácil de identificar.
Se trata de la misma voz, aunque levemente velada, con la que dio vida a "Cierro mis ojos" (1968) o "Escándalo" (1991) en distantes décadas, siempre con el gesto exagerado y todo el cuerpo al servicio de su ampulosa interpretación.
-¿Qué le motivó a regrabar sus viejas canciones?
"Me motivó la idea de poder sacar a la luz aquellas canciones que el público puede recordar pero que las nuevas generaciones quieren oír con el sonido de hoy en día, y sobre todo, con la interpretación mía de ahora. Aunque son las mismas canciones, son bastante diferentes. En vez de remasterizar las canciones antiguas, he preferido esta forma, y como yo puedo, prefiero grabarlas de nuevo y me complace mucho hacerlo así. Voy a grabar alrededor de 200 canciones en total, pero recién voy por la 47...".
-Entonces, aún queda mucho por grabar...
"Claro. Está a punto de salir el siguiente disco, e irán saliendo paulatinamente de aquí a dos años, con todas mis canciones de antes. La idea es mostrar todo lo que he aprendido en este tiempo y para que no tengan que estar escuchando una grabación de hace 40 años, sino de ahora mismo".
-¿Siente su voz hoy mejor que antes?
"Si, porque he tenido la inmensa suerte de saber aprender, de aprender muchísimo y, sobre todo, de cuidarme mucho. Entonces estoy muy bien de facultades y puedo hacerlo perfectamente. Y con toda la sabiduría que te da este aprendizaje, el paso de los años...".
-¿También se siente hoy mejor que antes sobre el escenario?
"Sí, por supuesto. Es lo mismo que he dicho antes. He aprendido muchísimo; se nota mucho en la puesta en escena. Esa es mi mayor tranquilidad; controlo mejor todas las cosas, mi espectáculo es mucho mejor ahora que antes, muchísimo mejor. Aunque voy con mi banda ahora, y que pueda ser más rico el espectáculo por eso o por el sonido, es mi forma de hacer en escena, la capacidad que tengo ahora de disfrute, y que le traspaso al público, es mucho más grande que antes. Mi vida está muy dedicada a mi carrera, entonces naturalmente yo aprendo constantemente, y eso se nota en el escenario".
-Suena todo muy sospechosamente positivo, Raphael. ¿No hay algo que haya perdido con los años?
"Yo no creo que haya perdido nada, nada importante. Los años naturalmente pasan, pero creo que juego con ventaja en el sentido de que estoy bárbaro de salud, estoy bárbaro por todas las cosas que me han pasado, por mi trasplante, estoy hecho un reloj y tengo una fuerza como si tuviera 30 ó 25 años. Pero además de eso tengo toda la experiencia de haber aprendido mucho. No noto que yo haya perdido nada, tengo más ilusión todavía que antes, fuerza tengo más que antes, o igual. Entonces, lo que he aprendido ha sido una experiencia enorme, que antes no tenía, claro".
-El retiro, entonces, ¿es algo impensable para usted?
"No pienso para nada en el retiro en este momento. Naturalmente, no soy tonto, sé que ese día tiene que llegar, pero está muy lejos todavía, muy lejos. Yo sabré darme cuenta del momento en que tenga que hacerlo. No habrá retiradas, porque un artista que nace artista, muere artista, no tiene por qué retirarse. Lo que sí, me puedo ir de vacaciones, largas, y ya está, cuando yo crea que no doy la talla que tengo que dar, pero para eso falta mucho tiempo. Tengo 10 años por delante que van a ser los mejores de mi carrera".
-¿Cómo hace para mantener ese ritmo frenético de trabajo a los 70 años? ¿Qué le dice su familia?
"He estado con muchísimo trabajo en el último tiempo. Incluso creo que este ha sido el año que más he trabajado y lo voy a recordar muchísimo tiempo. Pero tengo la inmensa suerte de tener una familia fantástica, todos nos queremos mucho. Ellos me animan muchísimo a seguir lo que estoy haciendo; mis hijos son los primeros que me empujan, porque saben que así soy feliz. Es una maravilla tener una familia tan comprensiva y que me ayuda tanto; no solo ahora, me ha ayudado siempre. Todo el tiempo que no estoy en gira o en escena estoy con mi familia, no tengo terceras cosas por ahí".
"Mi gran noche" en Chile
Raphael ofrecerá nueve conciertos en el país durante febrero visitando Antofagasta (4), Coquimbo (6), Santiago (8, 9 y 20), Concepción (12), Frutillar (14), Temuco (16) y Viña del Mar (22).
"Mi gran noche": El curioso caso de un tipo fenomenal
La microsegmentación de los nichos impide que en el futuro algún cantante vuelva a recibir un disco de uranio como el que ostenta Raphael como su premio favorito. Ese nivel insano de fama planetaria es cosa del pasado: nadie podrá repetirlo a no ser que un desastre elimine los adelantos tecnológicos de la faz de la Tierra. Hasta entonces, la atención que recibe el eterno ídolo es un tesoro incalculable, una pieza del antiguo rompecabezas que debería estar en manos de investigadores preguntándose cómo repetir algo así. Y, sin embargo, le pertenece para que haga con ella lo que le plazca.
El hispano ha ido cambiando lentamente desde sus inicios a comienzos de los 60. Si alguna vez tuvo referentes marcados, como la música yé-yé francesa, ya los olvidó. La única influencia del actual Raphael es Raphael. En "Mi gran noche", el disco en que remoza sus fetiches, temas menos conocidos que "Escándalo" o "Digan lo que digan", hay tintes negroides de soul que acusan una posible relación con el -muy en boga- rescate de voces afroamericanas de su edad, como Charles Bradley o Lee Fields, pero la única brújula que sigue el solista de 70 años es la propia.
Su mensaje es claro: "Hago lo que me da la gana". Eso dice la polera que usa en el video para la nueva versión de "Si ha de ser así", con la que parece el papá de Alex Kapranos, del grupo Franz Ferdinand, en el que muestra un vigor que hace imposible creer que hace poco más de una década estaba moribundo, afectado por una hepatitis de la que se salvó gracias a un trasplante. Un tipo intenso como él solo sabe de extremos: pasó de tener la maquinaria chatarrienta a correr como un bólido. Puede sentarse en la mesa de otros seres aparentemente inmortales e indestructibles como Charles Aznavour, Tom Jones o Engelbert Humperdinck.
En el universo de Raphael no hay amores suaves ni relaciones a medias tintas. Es todo o nada. "Nada", de hecho, es una de las mejores canciones de esta selección comisionada personalmente por el cantante. En ella le pide a su mujer que, antes de irse, no deje ningún recuerdo que pueda atormentarlo después, incluso exigiendo que retire "las paredes blancas que nos vieron". Es un Caballero Sith que solo entiende absolutismos: "Todo se puede lograr, todo se puede alcanzar. No existe algo imposible para quien sabe luchar", canta impetuoso en "Poco a poco" para después declararse rendido y entregado a la derrota en "Me gusta pensar en ti", en la que reconoce que "mis sueños jamás son realidad" y que piensa en ella "día y noche", tal como "día y noche" duran las inseguridades ajenas que lo molestan en "Celos".
Aún justifica letras así con premura y urgencia. Es fácil creerle cuando canta sobre traición ("Un buen amigo"), deseo ("Hoy mejor que mañana") y desilusión ("Estuve enamorado", con guiño a "Day tripper" de Los Beatles de por medio). Menos cuesta en los momentos en que nos restriega en la cara una triste realidad: las plumas de los que escriben éxitos adolescentes en español han empeorado. Un solo ejemplo para no mortificarnos: la grandiosa "Los amantes", en la que describe con vividez la ilusión de aventura que crea el amor que no es bien visto por los ojos de la gente. Y en la que añade una línea absolutamente formidable y progresista: "Los amantes no juran un amor para siempre, que el amor es amor y no obligación como piensa la gente".
Sobran un par de canciones dentro de las 15 que forman "Mi gran noche". La versión acústica de "Discúlpame", incluida como bonus track, es un final flojo para un álbum cuya robustez, provista por gruesos arreglos de bronces, es una de sus principales características. El pacato cover de Salvatore Adamo que da nombre al disco es otro punto débil, desfavorecido por un cambio de letra en el que se olvidan las "chicas que estaban muy bien, que a uno le ponen mal". La adaptación comete un pecado capital: quitarnos el placer de escuchar a Raphael declarándose "un tipo fenomenal". Definitivamente lo es.
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