El pianista chileno -quien por estos días cuenta con una importante agenda de presentaciones en el extranjero- repasa su carrera actual como concertista, su desempeño como conductor de orquesta y la presencia protagónica que tendrá en 2018, en el teatro de Agustinas. También evalúa el estado actual de la música de conciertos.
Por Maureen Lennon Zaninovic
Radicado en Alemania, la vida del pianista chileno Alfredo Perl (1965) transcurre entre sus giras internacionales como solista y su trabajo docente en la pequeña ciudad renana de Detmold. Es aquí donde -en la última década- su carrera ha podido expandirse. Además de su labor como concertista, tiene a su cargo la cátedra de piano en la Escuela de Música de esa ciudad y, desde 2009, asumió la dirección titular de la Orquesta de Cámara de Detmold.
Hace pocos días estuvo en Chile y alcanzó a disfrutar las primeras cálidas temperaturas de la primavera. El contraste con su actual realidad germana es innegable. El músico -a través de un contacto telefónico- comenta a Artes y Letras que "ya hace bastante frío en Europa y se comienza a vivir el espíritu del Adviento con las casas decoradas y los conciertos de Navidad. Es el mejor momento laboral para los músicos jóvenes y para los coristas. Tienen muchísimo trabajo".
Obligatorio resulta preguntarle sobre la situación política de Alemania, sobre todo que como resultado de las elecciones federales de septiembre, Angela Merkel lleva casi dos meses tratando de formar gobierno. "No la veo con agua hasta el cuello como se la suele retratar últimamente. No está en cuestionamiento su liderazgo y estoy seguro de que muy pronto se va a formar un nuevo gobierno y volveremos a la normalidad", dice Perl, quien a su vez revela que para la segunda vuelta electoral en Chile (17 de diciembre) "no voy a votar porque no estoy inscrito en Alemania. Es muy difícil formarse una opinión del país estando tan lejos".
Su última actuación en el Municipal de Santiago fue en marzo de este año, oportunidad en la que abordó a Beethoven, un compositor que ha sido piedra angular en su elogiada carrera solista. "Extraordinario" fue el adjetivo empleado por el crítico de "El Mercurio" Jaime Donoso para referirse al contenido de este recital y que, a su juicio, fue un verdadero tour de force ya que incluyó cinco sonatas de Beethoven, de distintas épocas y estilos.
En la reciente conferencia de prensa donde se reveló la temporada 2018 del coliseo de Agustinas, Frédéric Chambert, director del Municipal, confirmó que Alfredo Perl tendrá una presencia protagónica el próximo año. Además se refirió a él como artista residente.
"Esto no lo tomo como una designación, sino como el reconocimiento de un modelo que es muy común en Europa", comenta y añade que "en Alemania es muy usual que se invite a un artista y este despliegue distintas facetas profesionales. En Santiago, por ejemplo, estaré como solista y, hacia fines del 2018, dirigiré la Orquesta Filarmónica. En los 90 dirigí la Orquesta de Cámara de Chile, pero después -por distintas razones- no pude mostrarme más en mi país como conductor, sino más bien me enfoqué como concertista en piano".
El intérprete agrega que conoció a Frédéric Chambert a mediados de los 90, en París. "Los dos éramos mucho más jóvenes (risas). Estoy tremendamente agradecido por esta oportunidad que me está dando de mostrarme en distintos ámbitos. Ya me estoy ilusionando con este proyecto. Este regreso al Municipal para mí es una fiesta".
En concreto su vuelta al histórico teatro será múltiple. El 6 y 7 de marzo, junto a la Orquesta Filarmónica de Santiago dirigida por su titular Konstantin Chudovsky, abordará el Concierto N° 2, de Rachmaninov. El 9 de marzo abrirá el Ciclo Grandes Pianistas con Ocho piezas para piano Op. 76, de Brahms; Cinco piezas para piano Op. 23, de Schönberg; Impromptu Op. 142, de Schubert y la Sonata KV 533/494, de Mozart. Finalmente el 12 y 13 de diciembre tendrá su debut como director de la Filarmónica de Santiago y simultáneamente será solista, en un programa que incluye la Séptima Sinfonía y el Concierto para piano Nº 1, de Beethoven.
Perl se explaya sobre el abundante repertorio que ofrecerá en nuestro país partiendo por su primer compromiso. Adelanta que ha tenido incursiones bastante esporádicas en el repertorio ruso. "Eso sí, dentro de las obras que he tocado hay algunas que son piedras constitutivas de mi carrera, como el Concierto N° 2 de Rachmaninov que toqué por primera vez, en 1992, con la Royal Philharmonic Orchestra. ¡Una gran experiencia! Tengo una relación de gran afecto hacia esta pieza. ¡Me encanta! Tiene todo lo que uno puede criticar. Es sentimental, pero para mí es un concierto maravilloso; tiene un sentimentalismo inteligente y es tremendamente expresivo. Interpretarlo significa darme un gusto. Siempre he tenido la posibilidad de tocar a Beethoven para arriba y para abajo; a Schumann y a Brahms. Todo el repertorio romántico-alemán. Esto es como salirse un poco de esa pista tan marcada y abordar una obra a la que le tengo un cariño enorme, íntimo y personal".
Pérdida de la 'biodiversidad'
Sobre su apertura del Ciclo Grandes Pianistas, comenta con humor que "hoy ya soy un clásico de este programa. He perdido la cuenta de las veces que he tocado en este ciclo", y añade que Schönberg se consideraba heredero de Brahms, "sobre todo del Brahms que voy a tocar en Santiago: piezas cortas para piano que escribió en su madurez. Para Schönberg son piezas total y absolutamente visionarias". El músico profundiza en el repertorio y advierte que iniciará el mes de marzo con un programa ruso y luego seguirá con Grandes Pianistas con una oferta esencialmente vienesa. "Si bien no todos los compositores de este recital son austriacos, su centro de operaciones fue Viena y en su momento fueron fundamentales en la escena musical de esa ciudad", dice Alfredo Perl
-Hace menos de un mes, en Artes y Letras, diversos directores de orquesta reflexionaban sobre la dificultad de renovar el público para la música clásica. ¿Cuál es su diagnóstico?
"Diría que el público es un problema bastante universal. En Alemania, afortunadamente, estamos en una situación privilegiada. Existe todavía mucho público, y público joven, pero no hay que desconocer que existe un problema que no solo tiene que ver con el interés, sino también con la competencia. Es tan fácil hacer una descarga de música. Quedarse viendo televisión se ve como un panorama mucho más atractivo y sin esfuerzo. Pero ese problema no es exclusivo de la música clásica, sino que es más amplio y tiene que ver en cómo se puede mantener el interés de una audiencia capturada por miles de estímulos. Hoy hay una enorme saturación y uno más bien se tiene que defender de lo que no quiere escuchar. Eso nos pone a todos los que estamos al otro lado del mesón en una situación bastante difícil, llena de interrogantes".
- ¿Qué se hace con un público más disperso?
"Son preguntas aún sin respuestas. Un gran problema es la concentración. Ese es un fenómeno, pero también hay otro que tiene que ver con la sectorización. Se van formando segmentos de intereses. Por ejemplo, hay grupos que les gusta la música contemporánea y no van a escuchar un Schubert y hay grupos que les gusta la música renacentista y no van a escuchar a Brahms. Eso es una lástima y tiene que ver con que a uno le ofrecen solo lo que le interesa.
Esa curiosidad por escuchar algo que no has oído, y no sabes si te va a gustar, se hace cada vez más difícil de encontrar entre el público que asiste a los conciertos. Por otro lado, uno trata -dentro de unas posibilidades limitadas- programar obras del siglo XX y sabes que la sala no va a estar llena, pero no por eso dejas de tocar esa música. Se produciría lo que se llama la pérdida de la biodiversidad. La diversidad no tiene que ver con cajones, con nichos, donde cada uno está encerrado. Puedes tener 13 mil nichos donde nadie sabe lo que ocurre en el nicho de al lado, y eso me parece muy preocupante".
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