El Mercurio
Por Iñigo Díaz
Desde la música contemporánea y la improvisación, a la fusión, la raíz folclórica y el jazz. Si existe una zona de la creación chilena invisibilizada, es la que hay fuera de nuestras fronteras.
Son piezas breves para piano solo y también piezas improvisadas con piano preparado. Pero sus innovaciones sónicas van mucho más lejos en composiciones como "Cocktail", una obra en la que se escucha el sonido de una mesa, una botella de vidrio y una lata de bebida. "Esta experimentación es un trabajo de años reflexionando sobre la composición", dice Carlos Silva desde Barcelona.
Hacía más de una década que no se tenían noticias suyas. El pianista, compositor y musicólogo se radicó en España en 2005, donde ha continuado vinculado a las vanguardias, la composición contemporánea y la música para teatro y danza. Su disco "Bosques axiomáticos" viene a renovar sus credenciales.
"Aporta al discurso compositivo. Aunque utilices lugares comunes, en el transcurso se irá organizando una figura que no estaba prevista con esos lugares comunes. La música varía de acuerdo a la intuición y el instinto", señala Silva, parte de una oleada de chilenos que tiene actividad en ciudades fuera de nuestras fronteras. Una zona de la creatividad que ha permanecido prácticamente invisibilizada.
En Europa se suman nombres vigentes como el de Tania Naranjo, residente en Suecia desde 1989. Desde Malmoe, la pianista y compositora envía su tercer disco, "Infinity", un dúo con la acordeonista finlandesa Minna Weurlander. "Tenemos raíces muy variadas. Yo me inspiro en el jazz, los ritmos sudamericanos y la música de los impresionistas. Ella, en la música rusa, de los Balcanes y el tango. Es un viaje: Minna compone para mí y yo para ella", dice.
Por allá y por acá
Desde la composición docta a la improvisación libre y el jazz, las propuestas de los músicos en el extranjero se multiplican. En París, por ejemplo, el guitarrista Diego Aguirre, quien había realizado una serie de trabajos que se vinculaban con la poesía chilena, dio un giro en su creación en el disco "Árbol de zapatos".
Allí salen a flote aspectos de la música popular y la académica, dada la participación de Patricio Wang, con una historia en Quilapayún desde los años 80. En sus idas y vueltas desde Francia, Aguirre compuso este año la música para la obra de teatro perdida de Raúl Ruiz "La estatua". Mientras en otra ciudad francesa como Estrasburgo, los jazzistas chilenos Diego Manuschevich (saxofón) y Javier Valdebenito (contrabajo) lanzaron "Dear friend".
Mucho más cerca, otro músico de jazz puso su marca. Radicado en Buenos Aires desde 2006, el baterista René Gatica presentó este año su primer trabajo como líder, "Rana". "Así es como me llamaron toda la vida: Rana René", dice, en un juego de palabras con el personaje. Su catálogo presenta dinámicas obras para quinteto, que incluyen, por ejemplo, un discurso de Humberto Maturana. "Es la música más honesta que he hecho, el resultado de mi escucha personal, que viene desde el Inti-Illimani hasta Muhal Richard Abrams", explica.
Otros chilenos están en Brasil. El baterista y percusionista Luis Barrueto, depositario de una tradición rítmica y sónica que une el folclor con el rock y la fusión, presentó en Río de Janeiro el disco "Dímelo", junto a la brasileña Aline Gonçalves y el peruano Sergio Valdeos, mientras que la cantautora Claudia Manzo, criada en El Monte y radicada en Belo Horizonte desde 2011, estrenó "América por una mirada femenina", un ejercicio de fusiones latinoamericanas, con letras en español, portugués y portuñol.
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