El Mercurio
Unas 150 personas llenaron de aplausos al Espacio Belloni para recibir al "Gorrión de Conchalí", quien con esa presentación se reencontraba con los escenarios.
Por P.Z.
De traje negro y gafas de sol anaranjadas, la voz de la música cebolla salió al escenario para agradecer al público presente: "Tenía miedo de que no hubiera gente, pero veo que sí vinieron", señaló el cantante, que con esta actuación se reencontró con su audiencia.
La música comenzó temprano con la presentación de Boris Reyes, joven intérprete y nieto de Zalo, que con sus baladas románticas preparó los ánimos para lo que sería el plato fuerte de la noche. "Una lágrima y un recuerdo", "Mi prisionera", "Con una lágrima en la garganta", entre otras, sonaron claras y fueron recibidas caiñosamente por los asistentes.
La voz del "Gorrión de Conchalí", desgastada por los más de 40 años de trayectoria y el viejo vicio del cigarro, que dice haber dejado, superó la tarea con apoyo de su banda y equipo de sonido.
Las muletas en ambos brazos que usó en su entrada, una bota ortopédica y la silla que lo acogió durante el recital, fueron evidencia de las huellas de los problemas de salud sufridos tiempo atrás, y que le significaron parálisis facial y la amputación del pie izquierdo por una diabetes.
"Estuve cinco años en silla de ruedas. Lo único que le pedía a Dios era subir a un escenario y cantar. Ahora estoy aquí haciéndolo", declaró. Sin embargo, y a pesar de cualquier problema físico, Reyes manejó el espectáculo con soltura y experiencia, intercalando la nostalgia y el romance de sus canciones con anécdotas y humoradas de su carrera que el público respondió con aplausos y risas. "Quiero darles las gracias a todos ustedes, porque pude triunfar en mi tierra", dijo el cantante. "Nosotros somos los agradecidos", se escuchó desde la tribuna, la madrugada del sábado cuando terminó el show.
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