La Tercera
Los artistas hablan con La Tercera de la llamativa alianza que los une en el álbum que sale en abril y de cómo compatibilizan dos sensibilidades que parecen antagónicas.
Autor: José Manuel Simián
La atmósfera de Nueva York no podía ser menos contraria a la misión que Sting y Shaggy tenían el miércoles pasado. Una furiosa tormenta de fines de invierno cubría Manhattan de hielo y lluvia mientras los dos cantantes entraban a los estudios Reservoir para presentar 44/876, el álbum “de inspiración caribeña” que compusieron y grabaron juntos. Pero ambos -el inglés vistiendo jeans y un largo sweater negro estilo Principito, el jamaiquino una chaqueta bomber, anillos y una gorra de béisbol- exhiben la calma de una playa soleada al sentarse a conversar con La Tercera en la primera de muchas entrevistas que darán esa tarde.
“¿Chile? Al menos no hace frío aquí adentro”, dispara Sting con sobriedad británica antes de la primera pregunta, haciendo un juego de palabras con la tormenta y el sonido del país en inglés: chilly, helado.
“Yo voy a ir a Chile pronto”, dispara Shaggy, aludiendo a su calidad de cabeza de cartel en la nueva edición del Festival Surfbeats, el próximo 31 de marzo en Pichilemu. “Ya estuve ahí. ¡Queda fucking lejos!”.
El breve diálogo es una buena síntesis del contraste de personalidades entre ambos artistas, de sus dos variantes de lo cool: Sting, protegido y refinado; Shaggy, espontáneo y explosivo. Esa química inestable alimenta las doce pistas de 44/876 -el título alude a los códigos telefónicos de sus respectivos países-, un viaje anclado en el reggae y dancehall que se pasea por el pop, el R&B y el rock con aires de jazz que es marca registrada de Sting. Un trabajo que se debate entre las tensiones y encuentros naturales de sus estilos y voces.
“Para mí es como una placa de Petri”, dice Sting, en referencia al artículo que los biólogos usan para cultivar células en el laboratorio. “Tiras dos elementos que quizás nunca se han encontrado antes y quizás salen chispas. Puede ser peligroso, un desastre. O puede ser maravilloso. Eso fue lo que hicimos”.
“Los dos somos profesionales en hacer híbridos”, acota Shaggy, especialmente ante la idea de que éste pueda ser catalogado como un disco de reggae. “Eso es exactamente lo que hicimos aquí: crear un híbrido”.
Los artistas se entusiasman tanto hablando de la música que crearon juntos (“Anoche lo estábamos escuchando por primera vez en mucho tiempo juntos y, guau, ¡hicimos un muy buen disco!”, dice Shaggy), como de lo que aprendieron el uno del otro en este “proceso sin agenda” que emprendieron componiendo y grabando juntos entre Jamaica y Nueva York.
“Shaggy se concentra en este vibe maravilloso del reggae y el dancehall, y mi interés está en la estructura”, sostiene el exlíder de The Police. “Básicamente, yo soy un compositor de canciones tradicional -me gusta verso, coro, verso, coro, sección del medio, cambio de tonalidad, coda-, mientras que la mayoría del dancehall se queda en un lugar, no se mueve armónicamente. A mí me gustan los cambios de acordes. Así que lo que estaba haciendo era traer ese interés en los cambios de estructura a la vibra de Shaggy. Creo que esa fue mi mayor función”.
“Pero también aprendí de Shaggy la espontaneidad del artista”, continúa. “Mi proceso creativo es mucho más privado que el de él. Me encierro a escribir (hace gesto de anotar en una libreta, encorvado) y pienso en cosas, mientras que él puede crear una buena canción en el momento. Le aparece. Es como un meme. Y me vi obligado a funcionar a ese ritmo. No fue cómodo para mí, pero me hizo bien. Tenía que ser capaz de crear algo en el momento, porque eso es lo que él hace. Y nos desafiamos mutuamente; los dos tuvimos que subir nuestro nivel de juego en distintas formas, pero fue todo muy cordial y divertido”.
“Hay días en que (Sting) llegaba al estudio y yo decía, ‘¿Qué es eso? ¡Ahora tengo que hacer algo igual de bueno!’, porque lo que ponía sobre la mesa eran cosas geniales”, dice Shaggy riéndose.
Shaggy no sólo tuvo que “subir su juego musical” para trabajar con Sting. También cambió radicalmente sus horarios para ajustarse a los hábitos mañaneros de Sting, quien de niño se levantaba a las 5am para ir a repartir leche junto a su padre (“Eso se quedó conmigo”, dice).
“Esta es la primera vez para mí que hago un disco como si fuera a la oficina”, afirma Shaggy sorprendido. “Me levantaba a las 9 de la mañana, desayunaba, entrábamos al estudio a las 11am y comenzábamos a trabajar, y para las 7 de la tarde, nos íbamos a la casa”.
“Mi proceso normalmente es comenzar a grabar a las 3am… Te juntas con un montón de tipos y no te quieres mover de tu asiento; todos tienen que tomarse algo y fumarse algo para entrar en onda… Pero este proceso fue ¡tanto más fácil! En verdad, la gente o no se da cuenta de esto o lo da por sentado, pero cuando te despiertas temprano por la mañana, tu energía es diferente. Y tus ideas fluyen mejor que en la noche, cuando ya pasaste un día entero. En la noche recibes ideas cansadas”.
Las ideas de ambos ya han generado dos singles que se escuchan en la radio, Don’t Make Me Wait y Morning Is Coming, quizás las canciones del álbum que más se anotan en el registro del reggae y que por eso quizás tienen mayor potencial comercial que las pistas con carácter más híbrido de 44/876.
Sin embargo, Sting se resiste a la idea de que éste sea un disco de “retorno a sus raíces” por la cuota de reggae que había en la música de The Police. Algo parecido hace Shaggy.
“El reggae es la zona común que tenemos los dos”, dice Sting, reflexivo. “Por supuesto que estoy familiarizado con el reggae, lo he tocado y lo respeto. Pero eso fue el subterráneo, y comenzamos a construir canciones desde ahí hacia arriba. Es un álbum pop, la verdad, con rock and roll y sonidos de Motown… No sé cómo describirlo, excepto decir que es el álbum que hicieron juntos Sting y Shaggy”.
“Si miras la obra de Sting, verás que él ha entrado y salido de tantos estilos”, agrega el hombre originario de Kingston. “Pero si miras mi obra, verás que yo no hago reggae en su forma auténtica, para nada. Lo conozco, crecí con él, lo respeto, pero tengo que encontrar mi propio nicho con el que conectar. Porque, ¿cómo voy a hacer reggae tradicional, algo que hizo Bob Marley? ¿Cómo superas a Bob Marley? ¿Cómo superas a Dennis Brown? ¿Cómo superas a Gregory Isaacs?”.
De la misma forma ambos rechazan la conexión entre la fecha oficial del lanzamiento del álbum, el 20 de abril, y el que en la cultura pop estadounidense ese sea el día no oficial de la marihuana (“420”, abreviación de esa fecha en inglés, es también slang para fumar la hierba).
“Sólo fuimos bendecidos con esa fecha”, dispara Shaggy, risueño.
“Tuvimos que resistir la idea de llamar al álbum Joint-Venture”, dice Sting, haciendo otro juego de palabras, esta vez entre su empresa conjunta y un cigarrillo de marihuana.
Lo que a ambos les interesa dejar en claro es que este disco tiene un mensaje de alegría y esperanza.
“Es un disco feliz”, dice Sting. “Tiene mucha alegría y rayos de sol en él. Y creo que eso es algo necesario en este oscuro momento político. Los dos nos tomamos la función de la música muy en serio. Así que es un disco de corazón liviano, pero por debajo hay una sensación de que el mundo está colgando de un hilo”.
“Si te fijas, hay un montón de canciones sobre la mañana, como Morning Is Coming o Break of Day, por ejemplo”, continúa. “Y la verdad es que espero -esta idea atraviesa el disco- que las cosas pueden cambiar para bien. Tenemos que creer en eso. Creo que es una buena estrategia asumir que el mundo será mejor, porque la estrategia opuesta también funciona, como hemos visto. Y no queremos eso”.
Esa misma esperanza en un futuro mejor y en el rol que puede tener la música en él sigue animando a Sting a 30 años de haber lanzado la canción They Dance Alone (Cueca Solo), su tributo a las madres y viudas de los desaparecidos en Chile-un recuerdo y una emoción que no olvida.
“Uno de los conciertos más memorables de mi vida fue en Chile”, le explica Sting a Shaggy, “tocar en el estadio con las madres de los desaparecidos, las mujeres que habían perdido a sus maridos e hijos a manos del régimen de Pinochet, y bailar con ellas en el escenario. Nunca voy a olvidar eso. Fue una de las experiencias más emotivas y profundas de mi vida… Todavía soy amigo de algunas de ellas”.
Ambos emprenderán una gira conjunta por Europa en junio, una serie de conciertos en los que ambos prometen “entrar y salir de los mundos del otro”, Shaggy cantando y rapeando sobre los clásicos de Sting, y éste tocando bajo en los temas del otro, además de tocar algunas de sus nuevas canciones conjuntas.
Lo que todavía no está claro es si esa gira los traerá a Sudamérica.
“Nos encantaría ir a Chile de gira”, dice Sting, antes de disparar otro de sus dardos a Shaggy: “¡Pero tú acabas de gastar el turno!”.
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