El Mercurio
Encumbrado en el número tres del Billboard, el cantante oriundo de Texas conversó con "El Mercurio" sobre su meteórica carrera, el peso de ser catalogado como el heredero de Sam Cooke y Otis Redding, y sus ganas de situarse junto a nombres como Bruno Mars y Usher.
Por Felipe Ramos Hajna
Viernes 25 de mayo, 10:30 horas. Mientras cientos de jovencitas se agolpan afuera del Hotel Ritz para poder ver, sin éxito, a la estrella inglesa Harry Styles, a pocos kilómetros de distancia, el actual número tres del Billboard se sienta tranquilamente al piano del lobby del Sheraton San Cristóbal sin que nadie lo moleste. Relajado, posa sus dedos sobre las teclas y mira de forma reflexiva, mostrando un semblante que lo hace ver mucho más maduro que los 28 años que tiene. Con dos discos a cuestas, seguidores confesos de la talla de Barack y Michelle Obama y dueño de una de las voces más interesantes del último tiempo, Leon Bridges se podrá mostrar tranquilo, pero por dentro tiene las ganas de comerse al mundo.
Oriundo de Foth Worth, Texas, hasta hace cinco años Bridges era solo conocido para su familia, sus amigos y quienes asistían al restaurante Del Frisco's Grill, lugar donde trabajaba lavando platos y en el que ocasionalmente participaba de sus jornadas de micrófono abierto en el que interpretaba sus primeras canciones, las que estaban inspiradas en el R&B y el soul de los 50 y 60. Fue en ese lugar donde atrajo la atención de los músicos Austin Jenkins y Joshua Block, de la banda White Denim, con quienes grabó usando solo equipos e instrumentos antiguos. De ahí pasarían solo semanas hasta que firmara con Columbia Records, la misma casa disquera que ha sido hogar de Bob Dylan, Leonard Cohen y Bruce Springsteen.
En junio de 2015 salió "Coming Home", disco debut que ha vendido más de 500.000 copias en los Estados Unidos hasta la fecha, y que le valió en general críticas positivas, en las que se resaltaba esa añoranza hacia el pasado donde "los jóvenes se lanzaban a nadar en el Mississippi para impresionar a sus acompañantes" y en que "su swing suave a la Sam Cooke hacen de 'Coming Home' el mejor viaje por la nostalgia", según reseñaba la revista Rolling Stone. Aunque en general los comentarios fueron positivos y el disco le valió la posibilidad de cantar en la Casa Blanca, las similitudes con Cooke u otros cantantes como Otis Redding o Smokey Robinson lo situaron dentro de un espectro donde sentía que no podía mostrar todo su repertorio ni menos codearse con pares como Usher o Bruno Mars, algo que ha buscado subsanar con "Good Thing", un álbum que si bien tiene algo de "Coming Home", también se adentra en el funk a lo Prince para buscar esa masividad añorada (ver crítica al disco).
Sentado en la cabecera de una larga mesa, luciendo una camisa roja, pantalones del color y un cuidado peinado a usanza de los años 60, Bridges dice en tono reflexivo que "siento que cuando entré en esto era ingenuo y no sabía nada sobre cómo navegar a través de todo lo que viene junto con esto. En estos tres años, he obtenido más confianza y también se me han dado muchas oportunidades, como cantar en la Casa Blanca o para Anna Wintour -la famosa editora de Vogue- y frente a Jessica Alba (risas)".
-¿Cómo fue esa experiencia de tocar en la Casa Blanca?
"Oh, fue algo impactante. Tuve el privilegio de ir dos veces, la primera durante un tributo a Ray Charles. Fue increíble ver a Barack y Michelle disfrutando mi espectáculo. La segunda vez fui al último cumpleaños de Obama como Presidente, que también fue algo muy loco".
-Con su primer disco se le nombró como un nuevo Sam Cooke. Me imagino que debe ser muy difícil llevar el peso de ser etiquetado bajo el nombre de uno de los cantantes más grandes de la historia.
"Tener ese tipo de comparaciones no le hace justicia al artista y lo único que hace es calificarlo de manera injusta. Al mismo tiempo es halagador ser comparado con él u Otis Redding, pero yo soy mucho más que el concepto de cantante de R&B de los 60".
-Con "Good Thing" hay distintos sonidos que apuntan hacia el baile y el funk. ¿Qué era lo que buscaba al ampliar el rango estilístico de las canciones?
"Yo sabía que quería evolucionar el sonido, pero no sabía exactamente hacia dónde. En un principio compuse canciones que eran similares a las de 'Coming Home' y luego comencé a grabar otras que estaban inspiradas en el R&B de los 80 y 90, las que probablemente salgan más adelante. Luego viajé a Los Angeles con mi equipo para trabajar junto a Ricky Reed con quien empezamos desde cero. A través de ello no buscamos un sonido específico, lo que está reflejado en el álbum, por lo mismo es muy diverso".
-La primera vez que uno lo escucha queda claro que quiere bailar.
"¡Eso es seguro! A mí me gusta salir harto a diferentes discotecas, y al estar en esos lugares quieres que el DJ toque tu música, así que con el disco quiero que eso pase, pero también quiero que siga siendo una parte de mí y no hacer algo que sienta ajeno".
-Muchas de las reseñas de "Good Thing" dicen que ha evolucionado desde los 50 y 60 hacia los 70, pero de la misma manera que Usher y Bruno Mars han rescatado esos sonidos para volverlos contemporáneos. Este álbum también se siente como una exploración hacia el futuro.
"Ese era todo mi objetivo. Al escuchar lo que pasa en la producción uno oye ciertas influencias como Prince, pero mi acercamiento era hacer mi propia versión. En esencia, todos los artistas que hacemos música somos artistas retro, ya que todos estamos sacando elementos del pasado y no hay nada nuevo bajo el sol, así que siento que la cosa obvia es ir para atrás a ver qué sirve".
-Hoy en los Estados Unidos el público afroamericano está más ligado al hip hop que al soul, algo que usted ha sufrido en carne propia, pues muchos de sus congéneres lo han acusado de estar más ligado al público blanco que escucha R&B.
"Yo me siento descorazonado cuando escucho que dicen que hago música para gente blanca, pues lo que hago es la base de la música negra. No se puede controlar quién es tu audiencia, pero lo que yo hago es hablar de conceptos interraciales como son el amor, la familia y pasarlo bien".
-Para quienes aman el rock and roll, el soul es uno de sus pilares fundamentales, por eso cuesta entender que el público negro actual esté tan alejado de lo que era la música de sus padres y abuelos.
"Cuando comparas la cultura blanca con la negra, a la gente blanca se le enseña a respetar sus raíces musicales. Sin embargo, eso no pasa en nuestra cultura. Los blancos saben de los artistas independientes a través de blogs o revistas, pero a nosotros no nos enseñan a ponerles atención. He escuchado comentarios acerca de artistas que no venden mucho y que por ello instantáneamente son invalidados. Eso lo he experimentado en Houston, donde una gran parte de la comunidad negra no me vio debido a que pensaban que no me conocían. Eso también me descorazonó: ser un hombre negro y no ser aceptado".
La puerta hacia las masas
La llegada de Leon Bridges a las grandes ligas de la industria musical fue una aparición casi fantasmagórica. El músico nacido en Fort Worth, Texas, parecía un tipo que había vivido hace ya varias décadas: con una sensibilidad inmejorable para reinterpretar el soul, el R&B y el góspel, algo así como un crooner en voz y en facha, destinado a cantarle a la nostalgia de aquellos tiempos en que sus padres recién eran unos niños, con una visión tan clara como para confundir su edad o las coordenadas de sus grabaciones.
Y si el artista realmente transitara por otra línea temporal, esta también avanza con su segundo disco "Good Thing" (Sony Music), donde retira el pie de los años 50 para adelantarse en el final de los 60 y comienzos de los 70. Para ello reclutó a un par de productores responsables de la variopinta fauna del pop actual. Justin Tranter -coescritor de Selena Gomez, Maroon 5 o Nick Jonas- colabora en "Beyond" y Ricky Reed -Kesha, 21 Pilots, Bomba Estéreo- asume la producción principal del álbum junto al guitarrista Nate Mercereau.
Nombres e ideas que hacen del trabajo una composición de canciones románticas y baladas contemporáneas que luego se abren paso a ritmos como el funk de arreglos jazzísticos y la música disco, en una jugada que lo acerca a Bruno Mars, Pharrell Williams o Justin Timberlake y, de paso, la puerta hacia las masas en su afán por encontrar en el pop una pista de baile ideal. El cambio más sustancial, de hecho, entre tópicos ya tratados como el sexo y el relato autobiográfico de su relación con su madre.
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