Juan Antonio Muñoz H.
Artes y Letras
El Mercurio
El director chileno actual con mayor proyección y relevancia internacional se prepara para dirigir la Séptima Sinfonía de Mahler al frente de la Orquesta Filarmónica de Santiago, en la temporada de conciertos del Teatro Municipal y en la gala de "El Mercurio", prevista para el martes 7 de mayo.
La primera obra de Gustav Mahler que Paolo Bortolameolli escuchó en su vida fue la Primera Sinfonía, de una colección de "grandes clásicos" de la casa de su abuelo. Pero "el primer Mahler consciente" fue la Quinta. "Consciente porque ya sabía quién era Mahler y me venía preparando para ese primer encuentro", dice el joven director chileno.
Bortolameolli confiesa que en esto de escuchar música siempre vivió -tal como le ocurrió a Mahler- lo que él llama "períodos obsesivos":
"Si a los 7 años me emocionó la Quinta de Beethoven, los siguientes meses fueron de descubrir cada una de sus nueve sinfonías. Tuve mi período Richard Strauss con todos sus poemas sinfónicos y sus óperas 'Salomé' y 'Elektra', esto último muy motivado por mi mamá, Marcela Leñero, que siempre sintió fascinación por la historia y la música de 'Elektra'. Me ocurrió también con Wagner y esa obsesión por entenderlo me llevó a descubrir el estudio de un gran musicólogo inglés, Deryck Cook, que para mi sorpresa de aquellos días, era el mismo que se había aventurado en terminar la inconclusa Décima Sinfonía de Mahler. Por lo tanto, escuchar mi primer Mahler fue un acto programado. Recuerdo eso de decirme 'no, todavía no'. Hasta que llegó el día que decidí sería el momento de escucharlo con atención. Tenía 15 años, creo. No tan chico ya".
Descubrió varias cosas tras ese encuentro. "Lo primero fue una sensación casi de mareo", explica. "¡Era tanta información simultánea! Nunca había escuchado algo donde pasaran tantas cosas al mismo tiempo. Una sobreestimulación auditiva. Lo segundo fue cuán desbordada era esta música. Exagerada. Excesiva. ¡Y eso me fascinó! Y lo tercero es que, contrario a lo que había leído, no me resultó ser una música 'romántica'. Sí tal vez en el exceso, pero había algo en esa exacerbación que no me resultaba del todo romántico. Era otro el dejo de ese discurso y esa fue la gran clave para esta nueva obsesión".
-Una obsesión larga en su caso. ¿Puede imaginar hoy la vida sin Mahler? ¿O sería como que le arrancaran un brazo, el corazón?
"(Ríe) Eso suena muy operático y, en cierto modo, bastante mahleriano. Pero reconozco que es difícil imaginar mi mundo sonoro sin esta música. Siento que Mahler es la culminación y el comienzo de algo muy grande. En sus sinfonías podemos encontrar de forma evidente la acumulación de siglos de música. De sonidos, particularidades idiomáticas, formas y estructuras, maneras de desarrollar discursos musicales que se han adherido a un compositor que al mismo tiempo representa el colapso final de un sistema y tradición. Por eso en su música podemos oír cómo Mahler asimiló y decantó a Bach, a Beethoven, a Schubert, a Wagner, a Richard Strauss...".
-Tal vez por eso haya conseguido tanta resonancia en el público.
"Sí. Porque esta música recoge la herencia no para copiarla, sino para expandirla, agotarla y culminarla de tal forma que es también vehículo de combustión para abrir nuevos caminos. He descubierto que esa instintiva percepción de no encontrar esta música particularmente 'romántica' tenía que ver con que es música de una vigencia extraordinaria si se la atiende como la radiografía más elocuente de un colapso. Todo en Mahler colapsa. Cada gesto, cada exageración, cada fraseo infinito, cada transformación de un Ländler campesino, desde el de su Primera Sinfonía hasta el de la Novena, es eso. Un arranque casi gutural de una universalidad en metamorfosis".
"Mahler ensaya por ti"
En este acercamiento tan intenso, Bortolameolli ha podido reconocer rasgos de carácter y personalidad que lo acercan con Mahler. "Desde lo musical yo diría que lo excesivo me hace sentido. Digo desde lo musical porque mi personalidad fuera de la música no es particularmente excesiva. Pero la forma en que vivo lo que hago, la música, un ensayo, lo escrito en la partitura, un concierto, sí se acerca a esa conducta. A veces siento como si se me fuera la vida en un ensayo buscando la correcta articulación de una frase, un color, contrastes, etcétera, y para eso esta música resulta terreno de infinita fertilidad. Guardando con humildad las proporciones, pero cuando sabes cómo era Mahler en su día a día, descubres a un hombre completamente absorto en lo que hacía. Su vida era eso. Y lo puedo comprender perfectamente".
-¿Puede imaginar cómo sería un Mahler dirigido por el propio Mahler?
"Muchas veces me lo he preguntado. Sobre todo porque él era EL gran director de orquesta de su momento. Pero además porque su personalidad de intérprete obsesivo quedó plasmada en millones de detalles en sus partituras. Cuando uno ensaya Mahler, se da cuenta de que en realidad él está ensayando por ti. La mayoría de sus obras pasaron por años de revisiones, de las cuales surgían cambios, nuevas indicaciones, nuevas formas de pedir algo específico. Y todo esto era gracias a que él las dirigía. Entonces, cada corrección parte de su experiencia haciendo su música, ensayándola, escuchándola y ejecutándola. Seguramente verlo y escucharlo dirigir sería constatar cómo cada indicación escrita es consistente con esa exigente y particular concepción de su música".
-Es curioso que al haber incorporado Mahler tantas indicaciones a sus partituras haya tantas versiones tan distintas de una misma obra. El Mahler de Dudamel no tiene mucho que ver con el de Bernstein, el de Paavo Järvi, el de Barbirolli, el de Maazel, el de Nott, el de Abbado... ¿Tiene usted algún referente?
"No tengo UN referente. Y eso me encanta. Lo irónico de todo esto es que sí, Mahler se obsesionó hasta el límite con esto de escribir cada cosa que quería, pero justamente su música es tal vez la que más puntos de vista ha encontrado en la historia de la interpretación moderna. Es como si en cualquiera de sus partituras se manifestara de manera empírica que la interpretación es justamente eso: la subjetiva interpretación de información impresa. Por eso escuchar a Mahler siempre es un placer, ya que se es testigo de la íntima conversación de ese intérprete con Mahler".
Una noche transfigurada
-¿Qué piensa que ha motivado esto de que la Séptima de Mahler (titulada "La Canción de la Noche", estreno en Praga en 1908, aunque compuesta entre 1904 y 1905) sea considerada una sinfonía "desconcertante" e incluso "impopular".
"Creo que tiene que ver con considerar a Mahler como el último representante del romanticismo, y no el primer representante de la música del siglo XX. Ahí esta la clave para entender todo lo que ocurre con Mahler, desde la Séptima hasta el Adagio de la Décima. Hay una mirada consistente de cómo todo se desmorona. La tradición cae, el contexto sociopolítico está en decadencia, se desmoronan los antiguos regímenes, despierta la amenaza de inminentes conflictos mundiales, la psicología nos hace descubrir caminos antes insospechados a través del psicoanálisis, el cine ya lleva una década, etc. El mundo es otro. Es el mundo moderno al que podemos asociar nuestro presente. Era entonces de esperar que el arte fuera -como siempre ha sido- el gran vehículo que comunicaría muchos de estos sentimientos, sensaciones y opiniones, y que al hacerlo iría encontrando caminos, lenguajes, que no siempre coinciden con nuestra capacidad para comprenderlos en ese momento, pero que son una sensible y certera radiografía de ese instante. Digo esto sabiendo, por cierto, que hay muchos gestos, frases y armonías que se vinculan con sonoridades propiamente románticas".
-Se suele interpretar esta sinfonía como un viaje de la noche a la luz, como si se escenificara un triunfo. Esa es también una interpretación romántica...
"Sí y yo pienso que la 'lectura nocturna' de la Séptima se apega más a conceptos del siglo XIX. Para mí, es más una 'noche transfigurada', haciendo el alcance de nombre con la obra de Schönberg, porque si bien fue escrita en 1899 y su lenguaje es de un cromatismo propio de la era post wagneriana, ya existe esa idea de expresividad musical ad portas de un cambio radical. Se va sintiendo la mutación, la transfiguración. Schönberg muy pronto será quien guíe el camino al quiebre con la tonalidad, convirtiéndose en una de las figuras más relevantes del siglo XX. El dodecafonismo es su gran herencia, pero antes nos propuso el atonalismo libre, y antes, una búsqueda de un nuevo lenguaje. Un claro ejemplo es su primera Sinfonía de Cámara Op. 9, obra que estira bastante los límites de la tonalidad. Esa obra fue escrita en 1906 y estrenada en 1907. Cuando Schönberg escuchó la Séptima de Mahler, quedó asombrado por su música. Desde ese momento, Schönberg se convirtió en uno de los más fervientes defensores de la música de Mahler".
-En definitiva, entonces, ¿qué propone Mahler en la Séptima Sinfonía?
"Propone un viaje definitivo de despedida y transmutación. Un viaje enrevesado, lleno de contrastes, de luz y sombra, de sueños oníricos y pesadillas expresionistas, pero también de un distorsionado y casi enfermizo sentido del humor".
-¿Una obra, entonces, de personalidad múltiple...?
"Bueno, para mí el último movimiento solo se entiende desde una postura prácticamente esquizofrénica. Inestable, cambiante, sin aviso. Como si los primeros años del siglo XX fueran un paciente de avanzada personalidad múltiple con el cual uno intenta seguir una conversación 'lógica', pero fracasa rotundamente en el intento. Un paciente que vive de los recuerdos, pero ya todos están trastocados en la memoria y cada imagen se manifiesta más bien con impulsivos e impredecibles arrebatos. Estertores, incluso, donde cada cambio de carácter, tempo y textura se va haciendo cada vez más (aparentemente) incoherente".
-A su juicio, ¿cuándo una versión de la Séptima se convierte en un fiasco?
"Jajaja... No sé. Me imagino que no entendiendo ni atendiendo nada de lo anterior. Pero esto es solo lo que yo recojo de mi personal 'conversación' con Mahler".
ENCUENTROS EL MERCURIO
Este miércoles 3 de abril, a las 20:00 horas, en el Auditorio Transoceánica (Santa María 5888, Vitacura), "Encuentros El Mercurio" ha programado la sesión "La emoción de la música: un recorrido con el gran director de orquesta Paolo Bortolameolli". Valores: Socios Club de Lectores $8.000 / Público general $10.000
Venta de entradas: +56 22 7536363 y en Casas Club
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