miércoles, julio 15, 2020

Disco de José Pablo Catalán. Canto al arriero: El que más sabe es el que menos habla

El Mercurio

Perteneciente a un linaje de estos cultores colchagüinos, el cantor, guitarrero y educador pone en relieve la sabiduría y el oficio ancestral con “La voz de los arrieros”.
IÑIGO DÍAZ

Metido muy adentro en la cordillera de San Fernando con sus animales, a unos 60 kilómetros de Puente Negro, Sergio Catalán divisó de pronto a una persona que no tendría que haber estado allí. No era un espejismo ni mucho menos. La corriente del río no les permitía escucharse de un lado a otro, de manera que se comunicaron por escrito: “Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo”.

El papelito de ese contacto con el mundo realizado por Fernando Parrado, uno de los 16 sobrevivientes del accidente aéreo de 1972, subsiste como testimonio de la tragedia. Y también el nombre de Sergio Catalán, arriero fallecido en febrero pasado a los 91 años, permanece como parte de esa historia que hoy recoge en una dimensión mucho más amplia su nieto José Pablo Catalán.

“A mi abuelo siempre lo escuché con una voz muy bajita. A los 16 años lo acompañé a la cordillera a él y a mi padre, también arriero. Lo vi en su territorio, distinto a como se comportaba en el plan. Y ahí mi abuelo sacó una voz tremenda. La misma cordillera la amplificaba”, dice Catalán, cantor, guitarrero, profesor y autor de un disco donde pone en relieve esa sabiduría: “La voz de los arrieros”.

Músico él e ingeniero su hermano menor, el linaje de los arrieros Catalán parece haber llegado a su fin. “Antes eran unas 15 o 20 familias completas de arrieros. Mi padre literalmente nació en la cordillera porque mi abuela no alcanzó a bajar a Puente Negro. Ahora quedan muchos menos”, dice Catalán. “Mi manera de poner en valor ese oficio y darle una vuelta de mano a los arrieros es con canto y música. Es lo menos que puedo hacer”, agrega.

El álbum se centra en esa imaginería, el mundo que se construye en el lento arreo del ganado hacia las praderas de la precordillera, donde entre noviembre y mayo tienen lugar las “veranadas”. Catalán da cuenta de ello en sus canciones. Una es “Arriero ausente”, que describe el momento en que un cultor fallece, sus sombreros quedan colgados, sus aperos en silencio y su oficio detenido. Otra es “En una escoba monta'o”, donde Catalán vuelve a su niñez, cuando jugaba a ser arriero.

Y otra es “La voz de los arrieros”, en la que se escucha a Sergio Catalán y su voz muy gastada por una vida en movimiento entre Puente Negro y las zonas altas, pegando el grito. Allí declama unas décimas de Óscar Castro, mientras José Pablo Catalán simboliza en él al universo de todos los arrieros.

“Los uruguayos vinieron a la ceremonia cuando lo nombraron hijo ilustre de San Fernando, a la Fiesta del Arriero y a su funeral. Lo querían mucho. Fue invitado muchas veces a Uruguay por Parrado, Canessa o Zerbino. En 1973 lo llevaron al estadio Centenario”, cuenta Catalán, y concluye: “Mi abuelo decía que él solo los ayudó como cualquier persona. Hizo lo que tenía que hacer, siguiendo la máxima del campesino: el que más sabe es el que menos habla”.

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