El Mercurio
Por primera vez el público tiene acceso a los registros históricos que revelan toda la riqueza poética y musical de ese pueblo canoero del extremo austral del país.
Por Romina de la Sotta Donoso
Durante siete mil años, los kawésqar recorrieron en sus hallef -canoas de coigüe- la península de Taitao y del Estrecho de Magallanes. En el centro, siempre prendido el fuego; mariscando las mujeres, y cazando lobos marinos los hombres, con sus arpones.
La debacle del pueblo nómade comenzó a fines del siglo XIX, con la chilenización y las irrupciones de los ovejeros y los loberos chilotes, y se aceleró por las enfermedades contagiosas que nunca habían conocido.
Justo cuando su herencia cultural pendía de un hilo, fueron registrados algunos de sus cantos, pilar fundamental de su cultura ritualística y chamánica centrada en la palabra. Cantos que por primera vez tienen acceso público gracias al colectivo de investigadores Etnomedia. Con un Fondart Regional de Magallanes, produjeron el CD "Kawésqar (1971). Registros de María Ester Grebe Vicuña", con 20 registros que la antropóloga hizo en Puerto Edén.
"Hay cantos de amor y arrullos, cantos del lobo marino y del lobo toruno, y cantos para hacer fuego. Y hay también fragmentos de su tradición oral; por ejemplo se cuenta la historia de Saltájar, héroe encargado de poblar el mundo y traer la cultura a los hombres. Son los últimos fragmentos de lengua kawésqar hablada que se registraron", detalla el antropólogo Mauricio Pineda Pertier, investigador a cargo del proyecto.
Además de conversar con ocho sobrevivientes kawésqar, Grebe les hace oír las grabaciones que la expedición científica de Coon y Medina había hecho allí, en 1959. "Al mostrárselas, la doctora logra que la gente se entusiasme y que valore lo que se estaba perdiendo. Le terminan diciendo que están lajép , es decir, contentos y felices, por la visita y los recuerdos", comenta Pineda.
Uno de ellos es Alberto Achakáz, quien revela en las grabaciones elementos clave de la cosmovisión kawésqar. Murió en 2008, por una septicemia, tras un mes y medio hospitalizado. Estaba desnutrido y deshidratado, y había enviudado hacía nueve años de Margarita Molinare, quien en el disco canta canciones de cuna y de amor, y explica cómo jugaban a la ronda.
"La oralidad tiene una importancia central en esta cultura. Fueron nómades por miles de años; cuando se encontraban en una playa, se contaban las historias de los viajes y esto permitía que cuando un joven emprendía una travesía, ya contaba con toda la información sobre los fiordos, los canales y los peligros", dice Pineda.
Del CD se entregaron 480 copias al antropólogo kawésqar José Tonko Paterito, en la Universidad de Magallanes, que él ha distribuido entre las familias. "Es lo mismo que la doctora Grebe ya hacía en 1971, una antropología compartida, una restitución social de la producción académicamente tratada", dice Pineda. También donaron ejemplares del disco a todas las escuelas públicas de la Región de Magallanes, para reforzar la recuperación de la lengua kawésqar en los educandos, y están también entregándolo a todas las bibliotecas públicas de Magallanes.
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