domingo, marzo 10, 2019

De dictador a líder: La mutación del director de orquesta

Maureen Lennon Zaninovic
Artes y Letras
El Mercurio

En las últimas semanas, Daniel Barenboim ha estado en el banquillo de los acusados, con una importante cobertura por parte de la prensa internacional. A raíz de la polémica en que se ha visto envuelto este legendario conductor, importantes músicos y críticos abordan la evolución del oficio. "Hoy en día se está enfocando al director como un coach de músicos altamente calificados, que, a su vez, deciden tener a un director en particular como líder. En este sentido, la dirección ha cambiado mucho", advierte Rodolfo Fischer.



Hace algunos días salieron a la luz una serie de acusaciones de supuesto maltrato laboral en contra del director de orquesta argentino-israelí Daniel Barenboim (1942), considerado una de las batutas más relevantes de la actualidad.

En una entrevista concedida a Elisabetta Piqué, para el diario La Nación de Buenos Aires, el músico entregó su versión de los hechos. "Es muy simple. El teatro me contrató en 1992. La orquesta (de la Ópera Estatal de Berlín) después me eligió director vitalicio, a lo mejor no pensaban que iba a durar tanto (risas). Pero son ya 28 años y todo el mundo sabe que estoy negociando ahora la renovación del contrato (como director general, que vence en el 2022) y creo que hay fuerzas que no lo desean, algo que es perfectamente aceptable".

Elisabetta Piqué le preguntó de manera directa si consideraba tener mal carácter, a lo que respondió: "Si tengo mal carácter, lo tenía hace seis semanas, seis meses, seis años. Yo luché mucho por la posición del teatro, por sus fondos y por los sueldos de los músicos, algo que no me creó solo amigos. Nadie pone en duda mi talento musical, ni los resultados que he conseguido. Y si tengo mal carácter lo tengo hace mucho tiempo. Voy a cumplir 77 años, no es cosa nueva".

¿El ocaso de una era?

El "caso Barenboim" también ha impulsado a diversos expertos y medios especializados a reflexionar en torno al posible ocaso de un modelo vinculado al "maestro de la vieja escuela", es decir, la desaparición de un modelo asociado a un líder dominante como lo fue el maestro italiano Arturo Toscanini (1867-1957), famoso por su fuerte temperamento.

En su célebre libro "Los grandes directores", Harold Schonberg destaca ampliamente la llegada de Toscanini, en 1908, al Metropolitan Opera House de Nueva York (MET) de la mano del nuevo gerente general de este coliseo, Giulio Gatti-Casazza. Como señala el autor, el músico de Parma no se demoró en impresionar: al principio los diarios de la época escribieron que podía dirigir hasta 60 óperas sin partitura y se publicaron numerosos artículos sobre su extraordinaria memoria. Su ruptura definitiva con el MET dio paso a numerosas elucubraciones y teorías. Harold Schonberg cita textual al periódico Musical America: "Algunos afirman francamente que si bien admiran su genio y creen que quizás sea el más grande director de música del mundo actual, no le extrañarán demasiado, porque su gran talento y su dominio de los efectos escénicos son poco usados debido a su temible irritabilidad y su costumbre de insultar constantemente a los artistas, al coro y a la orquesta durante los ensayos, sin perder oportunidad de lanzar invectivas contra el pobre Gatti-Casazza... el resultado fue que hacia el final de la temporada la mitad de la compañía se encontraba en estado de nerviosismo".

En las primeras páginas de este volumen, Harold Schonberg delinea una particular radiografía de la figura del director que -con matices- sigue resultando vigente. A su juicio, "tiene que ser un hombre fuerte, y cuanto más fuerte, más afirman que es dictatorial las personas a quien gobierna. Es suficiente que extienda la mano para que le obedezcan. No tolera oposición. Su voluntad, su palabra, su mirada misma son la ley. A veces se llama Wilhelm Furtwängler, y otras Arturo Toscanini, a veces es Fritz Reiner, Leonard Bernstein, Arthur Nikisch u Otto Klemperer. No importa. Sea cual fuere su nombre, se yergue frente a un grupo de músicos y los dirige".

Otro de los libros de referencia y que abordan con bastante polémica este oficio es "El mito del maestro", del periodista y crítico musical británico Norman Lebrecht. Para este profesional "el abuso del poder de los grandes directores es la tragedia de la música actual" y el "dictador de los dictadores" -a su juicio- fue Herbert von Karajan (1908-1989). "Por supuesto que era un genio, si hubiera sido un mediocre no hubiera llegado adonde llegó. Pero ¿qué hizo con su inmenso talento? Un flaco favor a la música. Aplastó a sus enemigos, no dejó brillar a cualquiera que le hiciera sombra y realizó ¡900! grabaciones a lo largo de su vida. ¿Con qué fin? Probablemente, y no olvidemos las zonas comunes entre políticos y directores, por su claro rechazo a dejar paso a los jóvenes", escribe Norman Lebrecht. y remata que "al fin y al cabo aprendió a manipular su imagen de los mismos que habían fabricado la de Hitler".

Jesús Ruiz Mantilla, periodista, crítico del diario español El País y autor de numerosos y elogiados libros, entre otros de "Yo, Farinelli, el capón" y "Preludio", adelanta a "Artes y Letras" que el director de orquesta "debe tener un carácter fuerte. No estamos hablando de una monja. ¡Eso es absurdo! Que Daniel Barenboim tiene un carácter fuerte todo el mundo lo sabe, lo que sí me preocupa es que perdamos de vista lo importante: hay que imprimir disciplina. Cuando uno dirige a 100 músicos -que en realidad son 100 egos-, hay que sacar el látigo para que todos toquen al unísono".

Un coach de músicos

Rodolfo Fischer -reconocido director chileno radicado en Basilea- señala a "Artes y Letras" que la dirección de orquesta "mal que mal sigue siendo un tipo de liderazgo en esencia autocrático. Sin embargo, hoy en día se está enfocando al director como un coach de músicos altamente calificados, que a su vez deciden tener a un director en particular como líder. En este sentido, la dirección ha cambiado mucho. Algunos directores se han adaptado a estos cambios, otros menos". Fischer considera que Daniel Barenboim se ha encontrado entre ambos mundos, "y si uno adiciona su personalidad hiperactiva como pianista/director, la atención total que él exige hacia la música es algo que muchos no están dispuestos a tolerar. Lo que es indiscutible es la extraordinaria profundidad de sus conocimientos, que hasta sus críticos más acérrimos le conceden como músico".

El director chileno afirma que el cambio de paradigma en la relación autocrática se inició al final de la era Karajan, con el episodio de Sabine Meyer. "En un gesto histórico, la Filarmónica de Berlín se opuso férreamente a las órdenes del mítico Karajan, doblándole la mano al exigir a esta artista en el puesto de primer clarinete. Este empoderamiento orquestal ha ido modificando esta relación y a medida que van pasando las generaciones, cada vez se hace más clara una relación horizontal de gran respeto entre dirigidos y directores".

Fischer concluye con una anécdota en torno a esta batuta argentina-israelí . "Uno de sus músicos me contó que cuando ya estaba llegando al final de su período de prueba como solista, en plena gira, Barenboim empezó a gritarle insistentemente durante un ensayo, por sentir que su rendimiento no estaba a la altura. Todo esto era muy extraño, porque los detalles musicales no parecían tan graves y también porque tenía una excelente relación con él. Tanto así que fue a su camarín y le pidió explicaciones. La respuesta de Barenboim fue sencilla: 'Quería ver si eras capaz de resistir la presión que exige tu puesto... Bienvenido a la Staatskapelle Berlin'".

Para Paolo Bortolameolli, director asistente de la Filarmónica de Los Angeles (Estados Unidos), "ciertamente una vigente ilusión de 'infalibilidad' del director de orquesta hoy en día resultaría anacrónica. El mundo, el contexto ha cambiado y así también cómo nos comportamos (o debiésemos). Pero ahí entran también las personalidades y los puntos de vista que influyen en el resultado deseado".

El director -que en la Gala "El Mercurio", el 7 de mayo, abordará la Séptima Sinfonía de Mahler en el Municipal de Santiago- apuesta por la relación que se vincula con la identidad y unicidad de los músicos, "a su particular voz y energía. El director de orquesta no debiese entonces imponer sino liderar. Pero liderar no es mandar. Su fuerza no viene del poder sino de su habilidad para 'bailar' con la orquesta. Oírla, seguir sus pasos y encontrar esa sintonía, esa natural sincronía que tiene una pareja que baila y fluye sin pisarse los pies. Y donde liderar y seguir, sigue siendo parte de la cómplice organicidad de sus protagonistas".

"El director de orquesta no debiese imponer, sino liderar. Su fuerza no viene del poder, sino de su habilidad para 'bailar' con la orquesta", afirma Paolo Bortolameolli.


Juan Pablo Izquierdo: "Los músicos confunden exigencia con maltrato"

Sin duda que Juan Pablo Izquierdo es una de las batutas más autorizadas y con trayectoria internacional de nuestro país. Es sabido que tenía menos de 20 años cuando Hermann Scherchen lo aceptó como discípulo y menos de 30 cuando ganó el concurso para asistente de Leonard Bernstein en la Filarmónica de Nueva York. Es, además, el único chileno que graba para el sello Mode y uno de los dos que han ganado un Diapason d'Or (el otro es Claudio Arrau).

Director emérito de la Orquesta Filarmónica de Santiago y Premio Nacional de Música 2012, entre otros conjuntos de primera línea, ha sido director titular de la Sinfónica Nacional de Chile, de la Filarmónica de Santiago y de la Orquesta de Cámara de Chile. En 2015 -como se publicó ampliamente en la prensa- renunció a la titularidad de esta última agrupación. En un artículo del diario La Segunda -fechado el 6 de mayo de ese año- se afirmaba que "algunos músicos" lo acusaron de "hostigamiento". En conversación con "Artes y Letras", Izquierdo comenta que ya dio vuelta la página y que "el tiempo le terminó dando la razón".

El director añade "que mucho se especuló con lo que pasó, pero lo cierto es que después asumió la titularidad de la Orquesta de Cámara de Chile otra persona y todos saben lo mal que terminó saliendo, con una fuerte oposición y polémica de los músicos".

-Muchas veces se suele describir a los directores como "dictadores". ¿Está usted de acuerdo?

"Lo que pasa es que los músicos confunden exigencia con maltrato. Para que una orquesta toque al mejor nivel posible hay que exigirles a los instrumentistas. Uno no puede tener una actitud pasiva. Yo siempre he querido lo mejor para la orquesta, pero a veces uno se encuentra con miembros que no quieren aprender, que no quieren avanzar y eso termina siendo un gran problema para la supervivencia y el crecimiento".

-En un artículo publicado en "Artes y Letras", en 2015, usted reconocía poseer un carácter fuerte...

"Vuelvo a repetir lo que dije ese año. Reconozco que soy estricto, pero siempre lo he sido, hasta conmigo mismo. Me gusta trabajar al ciento por ciento. La historia de la música está llena de directores exigentes como Pierre Boulez, Karajan -quien al final era conocido por las peleas- y para qué decir Gustav Mahler, que se tuvo que ir de Viena. No es algo nuevo".

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