sábado, marzo 09, 2019

Konstantin Chudovsky y la Filarmónica de Santiago: Formas de ser ruso

Gonzalo Saavedra
Cultura
El Mercurio


¡Schnittke en el Municipal, por fin! La apertura de la temporada de la Orquesta Filarmónica de Santiago, el jueves, incluyó, por primera vez en la historia de este conjunto, música del crucial compositor ruso Alfred Schnittke (1934-1998). Las audiencias de la capital han podido escuchar, en los últimos años, gracias a los esfuerzos de la Orquesta Sinfónica de Chile y de su director titular hasta el año pasado, Leonid Grin, el Concierto para violín Nº 4 (1984), el Concierto para viola (1985), "Moz-Art à la Haydn" (1977), el Concerto Grosso Nº 1 (1977), el Concierto para piano (1979) y el Réquiem (1975), además de algunas obras de cámara en otras temporadas, notablemente su Quinteto (1972). A eso se suma ahora la "Suite Almas muertas", un arreglo que hizo el director y amigo del compositor Gennady Rozhdestvensky (1931-2018) sobre la base de un material escrito para una serie de cinco capítulos que hizo la televisión soviética en 1984 con el argumento de la novela de Nicolai Gogol.

La entrega del director titular de la Filarmónica, el ruso Konstantin Chudovsky -con el muy gracioso pianista residente Jorge Hevia y todo el conjunto-, optó por seguir la performance que en su momento hicieron Rozhdestvensky y su mujer, la eximia intérprete Viktoria Postnikova, y la Filarmónica Estatal de Rusia. Este arreglo bromea con la solemnidad de una sala de conciertos: desavenencias entre el solista y el director, un número en el que se ponen dos metrónomos a distintas velocidades y se enfrentan las maneras de seguir esos tempos , miradas cómplices con los otros músicos y hasta interjecciones. El explosivo humor ruso hizo que el Municipal carcajeara y premiara con una ovación. Pero que nadie piense que esta es una obra representativa de la copiosa y poderosa producción schnittkeana: queda mucho por escuchar.

Antes se habían ofrecido, con arrojo, la "Marcha eslava" Op. 31 (1877) de Tchaikovsky, que homenajea descriptivamente y con bríos nacionalistas a los soldados rusos que participaron en la guerra de los serbios contra el Imperio Otomano, y la "Suite Romeo y Julieta Nº 2" (1936) que el mismo Prokofiev extrajo de su monumental ballet. Algo descoordinados en el primer y portentoso "Montescos y Capuletos", la interpretación fue ganando en precisión hasta lograr un resultado muy satisfactorio. La obra se inspira en parte en la música rusa y tuvo preciosos pasajes servidos por músicos también rusos: los inspirados solos de violín de Alexander Abukhovich y los de chelo de Olga Levkina. Excelentes.

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