El Mercurio
Cantante-actriz y directora de orquesta, ganadora del Grammy, su voz y su cuerpo son la inspiración de los compositores más vanguardistas del siglo XXI. Una artista directa, inteligente y libre que se transformó en figura mundial en un espacio nada convencional: el de la creación contemporánea para el teatro lírico.
Por Juan Antonio Muñoz
Es la musa de los músicos contemporáneos: ha aparecido en más de 80 estrenos mundiales de compositores como Boulez, Berio, Pascal Dupasin, Brett Dean y George Benjamin. Voz y personalidad escénica que en el siglo pasado habrían entusiasmado de igual manera a Berg, a Schönberg y a Zimmermann. Una cantante que, además, es directora de orquesta y cuya forma de pensar, libre, es el punto desde el cual resguarda la integridad de su arte.
Por eso es que no tiene problemas en declarar que hace más de 15 años que no ve una producción de "La Traviata", que no es un paquete de ningún teatro y que está "al servicio de la música y no del público". Declaraciones políticamente incorrectas, pero correctísimas en términos de solidez. Integérrima, la canadiense Barbara Hannigan (1971) no se permite hacer concesiones. Y los resultados están a la vista: ya como dominatriz, como mujer ultrajada o como una joven demente, ella provoca un efecto deslumbrante en la audiencia que los críticos describen con fascinación.
Es una artista del todo inusual, que goza hurgando en partituras y personajes complejísimos y que así como se pone al servicio de un compositor, también toma la batuta y se planta con determinación ante una orquesta sinfónica. Alguna vez incluso ha dirigido y cantado a la vez. Una cantante-actriz notable, a la que le encanta morir en escena, como ha tenido que hacer tantas veces en su celebrada "Lulú" (Berg) o como Mélisande (Debussy), Ofelia en el "Hamlet" de Dean, estrenado el año 2017 en Glyndebourne, y Agnès en "Written on skin" ("Escrito sobre piel"), la gran ópera del compositor británico George Benjamin.
Es precisamente Agnès el personaje que Hannigan asumió en su estreno mundial en Aix-en-Provence en 2012, el que da la pauta de lo que a ella le gusta hacer. El libreto de Martin Crimp está basado en una leyenda del trovador Guillem de Cabestany y su acción tiene lugar en el siglo XI, en Provenza. Allí, el rico Protector paga al Chico para crear e ilustrar un manuscrito en pergamino sobre su familia. El Chico y la mujer del Protector, Agnès, se sienten atraídos uno al otro, e inician una relación secreta. Cuando ambos deciden revelárselo, el Protector asesina al Chico y fuerza a Agnès a comerse su corazón. Agnès se suicida.
La catarsis del personaje
-¿Al inicio de su carrera tuvo algún indicio de cómo esta se iba a desarrollar?
"¡Por supuesto que no! Yo estaba simplemente cantando y trabajando en mi voz, y en el repertorio en el que creo. Eso sí, la música contemporánea me interesó desde mi infancia; siempre me han gustado las partituras complejas y desafiantes".
-¿No echa en falta la melodía en las obras del siglo XX o el siglo XXI?
"No. Encuentro la línea y la melodía en todo".
-Cuando acepta un rol en una ópera que nunca se ha hecho, ¿qué la impulsa a aceptarlo?
"La música y el rol. La catarsis del personaje. El director de escena, el director de orquesta, mis compañeros vocales, qué orquesta es, cuánto es el tiempo de ensayo. Y, por supuesto, la obra anterior del compositor".
-¿Ha sentido algunas veces que la intensidad del drama afecta su voz?
"¡Ah, sí! Tengo que encontrar constantemente equilibrio en la emoción que surge en mi voz y que a veces afecta de manera negativa mi sonido. Trabajo para equilibrar esto durante cada ensayo y en cada representación también".
Escoger cuándo morir
-Sus roles suelen morir en escena. ¿Cómo es ese viaje desde la plena vitalidad de un personaje hasta el momento de la muerte?
"Sí, ellas a menudo mueren. Busco ir reflejando el decaimiento y la desintegración de un personaje. Lo mismo el desarrollo hacia la muerte, que a veces puede ser un triunfo, a diferencia de la sola expiración...".
-Algunas de las mujeres que usted interpreta parecen resolver ellas mismas cuándo y cómo morir. ¿Lo ha sentido así? Pienso en Lulú, Mélisande, Agnès, la misma Ofelia.
"¿Resolución? Más bien pienso en triunfo, escape, desaparición, ahogo, desvanecimiento, agotamiento. Efectivamente, las mujeres que interpreto escogen su momento para partir; sobreviven hasta que ellas deciden no hacerlo más".
-Después de haber cantado sus obras y conocerlas prácticamente mejor que nadie, en su opinión, ¿dónde está la gran fortaleza de la obra de George Benjamin?
"En lo íntimo y en la concentración de las palabras y el sonido en el drama".
-En mayo, usted intervendrá en el estreno mundial, en Londres, de "Lessons in love and violence", de Benjamin, con libreto de Martin Crimp, basado en una obra del período isabelino. ¿Otro rol de esos?
"Es la Reina Isabel de Francia. Esta vez no tengo que morir, pero seguramente tendré algo que ver en otras muertes. Es un rol intrincado y muy bello".
-Casi todos sus personajes la ponen en una situación de alta exposición interna y física. ¿Se ha sentido alguna vez física o espiritualmente afectada por algún rol?
"¿Alguna vez? ¡Siempre! ¡Por supuesto! Los personajes que canto son invasiones. Dan fuerza y también me la quitan".
-¿Cuál es el rol de su vida?
"¡Lulú! ¡Ella es la persona más increíble en la ópera! Lulú es muy fuerte y muy activa en su destino. Aun cuando muere a manos de Jack el Destripador, yo creo que es suicidio. Él la está matando, pero lo está haciendo bajo la autoridad de ella".
-¿Algún papel que quisiera interpretar?
"Marie, de 'Wozzeck', pero creo que es demasiado pesado para mí. ¡Qué lástima!".
"Al público no hay que darle todo en bandeja"
-¿Hay algo que ayude especialmente cuando se trata de imaginar un nuevo rol?
"¡Trabajo duro! ¡Disciplina! Esto es lo más importante: llegar a estar del todo libre de las dificultades de la partitura, de modo que uno pueda incorporarla debidamente. Soy un bicho raro y trabajo de manera incansable; también exijo lo mismo de los demás. Pero me gusta entretenerme con seriedad, utilizar el humor y el ingenio. Y atender al silencio, que es lo más importante, por ejemplo, en 'Pelléas et Mélisande'. El espacio entre las notas es ahí la mitad de la pieza".
-¿Necesita soledad para crear un nuevo rol? ¿Qué representa para usted la soledad?
"Sí. Tienes que estar solo y concentrado cuando estudias música. Me siento muy bien cuando estoy lejos de la ciudad y puedo estar en medio de la naturaleza. Nova Scotia, de donde provengo, es un lugar al que a menudo voy tanto para descansar como para estudiar. Es muy bonito y pacífico ahí".
-¿Qué lugar ocupa la audiencia, el público, en su forma de enfrentar la música? ¿Pone atención a lo que el público está pidiendo?
"No pienso en lo que el público está pidiendo. Creo que el público espera que los artistas presenten su trabajo. Tengo una alta estimación y respeto por el público y, por supuesto, pienso en ellos. Pero no pienso en lo que están pidiendo. Ese no es mi rol ni mi responsabilidad. Mi responsabilidad es presentarles una historia, un mensaje, un sonido. El rol de ellos es actuar como testigos del espectáculo y dar su atención y energía a los momentos increíbles de una actuación en vivo. Al público no hay que darle todo en bandeja".
-¿Hay límites para lo que se llama "verdad escénica"?
"Sí, hay límites. Creo que en la ópera uno tiene que contar lo que es el centro de la historia. La dramaturgia y las decisiones consiguientes son muy importantes para respetar la pieza que un compositor ha creado con un libretista. No importa cambiar el tiempo y el lugar de la acción, pero la narración debe ser respetuosa".
-¿Son las puestas en escena, tan discutidas de hoy para óperas como "Tosca", "La Traviata" o "La Bohème", una reacción al mundo actual?
"Tengo que decir que no he visto una producción de 'Tosca', 'La Traviata' o 'La Bohème' en más de 15 años... Lo siento".
-Usted es tanto cantante como directora de orquesta. ¿También interpreta un rol el director de orquesta? ¿Se siente "actuando" también como directora?
"Creo que, en cierta forma, un director actúa como un dramaturgo para el público y también para la orquesta. No como un actor, sino como un guía a través de la música. Entre otras responsabilidades, por supuesto".
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