El Mercurio
Jaime Donoso A.
Las visitas del pianista y director chileno Alfredo Perl son siempre bienvenidas. El jueves se presentó en el Teatro Municipal conduciendo a la Orquesta Filarmónica de Santiago y jugando dos cartas: como pianista y como director.
En el Concierto Nº 1 Opus 15 para Piano y Orquesta, Perl actuó como solista y dirigió a la orquesta desde el piano, lo que fue costumbre en el siglo XVIII y comienzos del XIX, antes que la "división del trabajo" comenzara a separar los roles. Esta manera de ejecución, cuando es bien lograda -como fue el caso-, garantiza una unidad de concepto en vez de contrastar dos visiones, la del director y la del solista, que a veces no transitan por la misma senda.
El Concierto Nº 1, a pesar de que los amigos de poner etiquetas gusten de calificarlo de "mozartiano", jamás podría haber sido escrito por Mozart. El lenguaje beethoveniano emerge por doquier, aunque las ideas aún no están impregnadas de voluntarismo ni del ánimo de épater le bourgeois . El discurso es transparente y oscila entre lo trascendente y lo juguetón y esas cualidades se revelaron claramente en las ideas de Perl, con una propuesta que revelaba cuidadosa planificación, pero sin dejar de sentirse más espontánea que analítica. A los arcos de un fraseo nunca obvio, el pianista sumó belleza de sonido y virtuosismo y el diálogo entre piano y orquesta fluyó naturalmente en una perfecta asociación entre el magnífico desempeño del solista y la disciplinada orquesta.
Radicado en Alemania desde 2009, Perl es director de la Detmolder Kammerorchester, heredera de la legendaria Tibor Varga Kammerorchester. Varga y sus sucesores, Christoph Poppen y Eckard Fischer, eran violinistas. Con el chileno, en cambio, es la primera vez que un pianista toma la conducción del afamado grupo, lo que revela que para su elección fueron más decisivos sus grandes méritos musicales. Su labor frente al conjunto ha estado jalonada de importantes premios y por ello no es una sorpresa que en la segunda parte del programa haya actuado como director para la interpretación de la 7ª Sinfonía de Beethoven.
La Sinfonía Nº 7 ha sido objeto de múltiples comentarios en cuanto a su significado. Fiesta rústica, mascarada, revolución política, "danza en su más elevada condición" (Wagner). Lo único cierto es que la prodigiosa música no necesita de ninguna traducción semántica. ¿Qué necesidad hay de buscarle interpretaciones descriptivas al frenesí del final o al sublime remanso del Allegretto ? Con gestualidad a la vez fogosa y delicada, Perl logró una estupenda versión junto a la excelente orquesta.
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