La Tercera
La hija menor fue designada por el antipoeta para dar a conocer en marzo el testamento entre sus herederos. Ella además supervisará los derechos de autor del creador de Artefactos.
Por Javier García
“Todos estamos enamorados de la Colombina”, comentaba Nicanor Parra a la periodista Claudia Donoso en una conversación publicada hace 15 años. El poeta llevaba un tiempo instalado en el balneario de Las Cruces.
Por esos días ya había escrito un poema que apuntaba sobre la tarea de atender sus bienes: “Lo que yo necesito urgentemente/ es una María Kodama/ que se haga cargo de la biblioteca/ alguien que quiera fotografiarse conmigo/ para pasar a la posteridad…”.
Sin embargo no era fácil dejar su casa de La Reina. Es una gran parcela ubicada en calle Julia Bernstein, que adquirió en 1958. El hogar fue ampliado con materiales de demolición, donde predomina la madera, la piedra y las pircas y jardines hechos por su hermano Roberto. Además, este fue el lugar donde Parra formó a sus hijos y nietos.
Hasta ese sitio en los faldeos cordilleranos de Santiago, cinco días antes de morir, llegó el autor que revolucionó la poesía en lengua española con Poemas y antipoemas, y que falleció el pasado 23 de enero, a los 103 años. Entonces lo acompañaron tres de sus seis hijos, Catalina, Ricardo Chamaco y Colombina, la menor, nacida en octubre de 1970.
Doce días después de su muerte y ante lo dispuesto en el Código Civil se anunciaba, a través de los clasificados de la prensa, “la apertura de la sucesión de don Nicanor Segundo Parra Sandoval”, aviso firmado por Colombina Violeta Parra Tuca, “Albacea testamentaria de la herencia”.
A solo seis días del funeral, en Las Cruces del creador de la antipoesía, Catalina, hija mayor de Parra, nacida en 1940 y quien vive en Estados Unidos, generaba las primeras declaraciones polémicas tras dar una entrevista a la revista Ya. Catalina hablaba junto a su hija Isabel Soler.
“El Barraco, la Colombina, el Tololo y toda esa gente ha vivido de mi abuelo. (…) Ellos han vivido de la casa familiar, han vivido de la plata que mi abuelo hacía”, dijo Isabel aludiendo también a Cristóbal Tololo Ugarte, hijo de Colombina y uno de los nietos más cercanos a Parra.
Por su parte, Catalina agregaba sobre la herencia: “Ojalá que no tuviera que gastarse una fortuna en abogados y que terminemos con esto en un show terrible. Son seis hermanos. (…) Y diferentes ramas de la familia, va a ser delicada la tarea”. Al día siguiente, Tololo respondió por la prensa: “Me parece de mal gusto hablar de plata a una semana del entierro de mi abuelo”.
Nicanor Parra tuvo seis hijos. La primera, Catalina, tiene 30 años de diferencia con la última, Colombina. Catalina junto a Alberto y Francisca fueron hijos del matrimonio de Parra con Ana Troncoso. Francisca vive en el sur y Alberto en Noruega. Mientras que Ricardo es hijo de la unión del antipoeta con Rosa Muñoz. En los 70 nacieron sus últimos descendientes, Colombina y Juan de Dios Barraco -quien vive en México-, hijos de Nury Tuca, fallecida en agosto de 2014.
“Colombina es efectivamente la albacea”, confirmó ayer ael abogado Luis Valentín Ferrada, a cargo de recuperar desde fines del año pasado los cuadernos perdidos de Parra. Además, Ferrada es quien presentó una querella ante quienes resulten responsables de tener material del antipoeta, y donde se apunta al coleccionista César Soto.
“Colombina está haciendo el duelo, fueron días muy intensos, entonces con la familia convenimos que sobre esta materia vamos a partir el 1 de marzo próximo”, agregó el abogado sobre el testamento aún cerrado dejado por el autor de Artefactos. El paso siguiente: si el testamento no es impugnado por uno de los herederos, estos deben hacer la posesión efectiva en el Registro Civil o Tribunales.
Nacido en San Fabián de Alico, en 1914, Nicanor Parra llegó a Santiago a vivir a una pensión del barrio Matucana. El mayor del clan fue el único que alcanzó estudios universitarios. Al morir, el profesor de Matemáticas y Física que, en broma y en serio, gustaba decir que era un hombre de negocios, tenía cuatro propiedades, entre otros inmuebles.
Una es su casa en Isla Negra, adquirida tras obtener el Premio Nacional de Literatura en 1969; su hogar de Conchalí (hoy Huechuraba), donde apuntó su poema más reconocido, El hombre imaginario; la casa de Las Cruces, donde hoy descansan sus restos frente al mar, además del hogar de La Reina. Este último mantiene un avalúo fiscal por $ 518 millones. Además, Parra conservaba terrenos en la comuna de Peñalolén evaluados en $ 300 millones.
Voy y vuelvo
El 5 de septiembre del año pasado Nicanor Parra cumplió 103 años. Por esos días, le pidió a Colombina, Tololo y a su vecino de Las Cruces, Emilio de la Cerda, director de la Escuela de Arquitectura de la UC, que echaran a andar la Operación inventario.
Así se creó un equipo de 10 personas divididas en dos comités, uno estratégico y otro técnico. De esta manera, la primera semana de enero comenzó el operativo que pretende levantar un catastro de sus cuatro casas: La Reina, Las Cruces, Isla Negra y Conchalí.
Tras la muerte del antipoeta, la semana pasada los expertos regresaron a La Reina. Entre ellos, la historiadora Emilia Müller y Evelyn Didier, directora de bibliotecas y archivo de la UC. Ambas coordinan el inventario de la biblioteca de Parra, que ascendería a unos 8 mil ejemplares.
“Ahora hay familiares, sobrinos y nietos en Las Cruces, casa que es la próxima a inventariar. Después Isla Negra, donde hay, entiendo, sobre todo muebles”, señaló ayer desde el Litoral central Emilio de la Cerda. El académico dijo en enero que el “destino natural” del refugio de La Reina sería un Antimuseo. En la misma dirección hablaron los hijos de Parra tras el funeral. Sumando la casa de Las Cruces como un posible lugar abierto a público.
El trabajo que continúa no es menor. Esa parte incluye clasificar las exposiciones como Obras públicas (2006), también montada como Voy & Vuelvo (2014) en Chile y el extranjero. Esta labor recoge las Bandejitas de La Reyna, Trabajos prácticos y Las tablitas de Isla Negra.
Quizá lo más complejo está por venir. Dependerá de los familiares y a los acuerdos que lleguen. Tiene que ver con lo que genere los derechos de la obra de Parra y esto será materia de discusión al momento de hacerse la posesión efectiva.
“Estamos a la espera de las instrucciones de Colombina luego de la muerte del señor Parra. Están pendientes algunos trámites de la sucesión y que se tomen decisiones”, comentó ayer al teléfono desde Barcelona Carina Pons, agente de la prestigiosa agencia Carmen Balcells, que “administra la propiedad intelectual” de la obra de Parra. Así como la de Pablo Neruda, Isabel Allende, Mario Vargas Llosa y García Márquez.
En junio del año pasado se publicó, con la aprobación del poeta, la antología El último apaga la luz, en la colección de editorial Lumen. A los tres meses de su aparición, el título logró su segunda edición. Hoy, instalado en el ranking con 10 mil copias vendidas, un fenómeno poco usual para un libro de poesía, ya alcanza su tercera edición.
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