sábado, febrero 17, 2018

La niña de los ojos de Nicanor Parra

El Mercurio

Josefa Cristalina fue la fuente de inspiración de su abuelo. Hija de Barraco, el antipoeta la mencionaba en sus entrevistas y escribía sobre ella en sus cuadernos. Hoy, la joven, junto a algunos de sus primos, está a cargo del inventario del legado y los bienes que dejó Parra. Aquí, en su primera entrevista y acompañada de su primo Tololo, habla de ese trabajo, de la fractura familiar, de su amistad con la hija de Farkas, de sus viajes por el mundo y de su próximo proyecto: irse a estudiar economía en Abu Dabi.

Por Carla Mandiola

Nicanor Parra habló varias veces de ella en las pocas entrevistas que dio en sus últimos años.

Decía que Lina Paya era su amiga, que Lina Paya era la persona a la que más admiraba, que con Lina Paya se entendían de maravillas, que Lina Paya tenía la belleza del Medio Oriente y que al escucharla hablar, estudiaba el lenguaje.

En una entrevista que dio en 2011 a revista "Sábado", se le preguntó "quién le había puesto el gorro".
-Ese es un secreto -respondió Parra-. Te hubiera contestado la Lina Paya a esa pregunta.

El poeta se refería así a Josefa Cristalina Parra Núñez, una de sus nietas más jóvenes. Todo lo que hacía la niña podía ser objeto de su fascinación. Como cuando ella tenía 2 años y, en plena comida, dijo frente a todos: "Yo, Lina Paya...", porque no podía pronunciar "Cristalina Parra". O cuando le decía a su abuelo que se acostara, porque ella le daba permiso para dormir. O cuando cantó frente a la familia y algunos se unieron en la canción: la niña entonces gritó que no, que ella era la que cantaba y que el resto, aplaudía.

Esos recuerdos, Nicanor Parra los escribió con lápiz negro en uno de sus cuadernos. Cristalina encontró el escrito mientras hacía el inventario de las cosas de su abuelo en la casa de La Reina, tarea que emprendió hace seis meses con su primo Cristóbal Tololo Ugarte, hijo de Colombina Parra.

Lo que comenzó como un plan para ordenar la maltraída casa de La Reina y sorprender a Nicanor Parra con el recuerdo de lo que alguna vez fue, terminó siendo el legado del antipoeta.

Han pasado 19 días desde la muerte de su abuelo, y Cristalina, de 17 años, está en la casa en Las Cruces, frente al mar y a la tumba de su abuelo, cubierta con conchitas blancas y algunas flores secas.

Representa menos que su edad. Es alta, flaca, lleva el pelo suelto y ondulado. Viste shorts negros, una polera blanca, suelta, sin mangas y camina sin zapatos. Antes de la sesión de fotos, Tololo se pondrá una chaqueta de jeans que era de su abuelo, y Cristalina, un ancho chaleco mostaza que él usaba.
Sonríe mientras Tololo recuerda una conversación que ella tuvo hace años con Nicanor Parra:
-Abuelo, ¿qué estás haciendo?

-Estoy tomando ácido ascórbico.
-¿Para qué?

-Para no morirme.

-Pero te vas a morir igual.

Patitas primero

María José Núñez quería ser actriz y a los 17 años se fue de su casa para unirse a la compañía Gran Circo Teatro, del director Andrés Pérez. Se integraría al elenco de la obra La Negra Ester, escrita por Roberto Parra, hermano de Nicanor. Ahí tenía dos papeles: una prostituta que decía ser virgen y Clara Sandoval, la matriarca del clan Parra.

Años después Álvaro Henríquez, vocalista de Los Tres, dejó la banda de la obra y en su reemplazo llegó Juan de Dios Parra, más conocido como Barraco, el hijo menor de Nicanor Parra y guitarrista prodigio. Al tiempo, ambos, Barraco y María José, empezaron una intensa relación y a los 15 días de pololeo, él le pidió matrimonio.

-Nicanor me preguntó: "Y usted, ¿por qué se quiere casar con Juan de Dios?". Yo le dije que por amor; él me respondió: "A quién le interesa esa bolina del amor, a los poetas nomás" -recuerda María José Núñez, al teléfono.

El 5 de febrero de 1999, Barraco y María José se casaron en el Registro Civil de La Reina y se fueron a vivir a la casa de Nicanor Parra en la misma comuna. Ahí también estaba Colombina Parra junto a su entonces marido Pablo Ugarte (ex vocalista de UPA!) y su único hijo, Cristóbal Tololo.
-Yo me casé y quería embarazarme, pero me costó. Yo soy súper progre de pensamiento, pero también soy a la antigua -dice María José.
Luego de seis meses, quedó embarazada. Cuenta que Juan de Dios quería que su hija se llamara María José, pero ella no. Lo convenció con el nombre Josefa y también le propuso el segundo nombre.

-En la parcela de La Reina hay agua de riego, y el agua que corría por la acequia era tan cristalina, que pensé que esa guagua que tenía en mí se tenía que llamar así. Además, me gustan los adjetivos -explica María José.

En 2000, nació Josefa Cristalina Parra Núñez, quien vivió en la pieza de al lado de su abuelo.

-Hay unas escaleras en la casa de La Reina y yo era súper acelerada, quería caminar altiro. La casa para un niño es un poco peligrosa, por las posibilidades de caerte y también porque hay un bosque. Para un niño es como estar viviendo en un cuento de hadas -describe Cristalina-. Los grandes se preocupaban de que no me cayera, y el abuelo siempre me decía "las patitas primero", cuando subía la escalera. Así aprendí.

Cuando sus papás se iban a trabajar, Nicanor Parra la cuidaba. Entonces las frases que más le gustaban de su nieta las anotaba en sus cuadernos. En 2002, el antipoeta se fue a vivir a Las Cruces, mientras que Cristalina y sus padres se quedaron en la casa en La Reina. Cuando se juntaba la familia, él dedicaba tiempo a estar con Lina Paya.

-Él jugaba con ella de igual a igual. La Cristalina le decía: "Abuelo, te tengo una sorpresa, sígueme". Don Nica la seguía corriendo por toda la casa, llegaban al punto de inicio y le decía: "La sorpresa es que no hay sorpresa" -recuerda María José Núñez.

Otro juego de Lina Paya -sigue- era pedirle a su abuelo que le dibujara un gato y ella le hacía la cola.

-Después el juego era al revés, ella dibujaba al gato y él, la cola. Hacer ella el gato era su forma de decir que creció. La Lina ya no era la guagua -recuerda Tololo, primo de Cristalina.

En ese tiempo ambos vivían en La Reina y eran hijos únicos. Por eso se acercaron y Tololo se transformó en una suerte de hermano mayor para ella.

Abu Dabi

A los siete años de casarse, Barraco y María José se separaron. Él se fue de la casa de La Reina, pero ellas se quedaron.

-Él es como el abuelo, se va de repente -dice Cristalina sobre su padre.

-Vivió en China un año. Es músico y va de un proyecto a otro, ha hecho hartos discos, son todos muy buenos -agrega Tololo, quien es ahijado de Juan de Dios.

De los seis hijos de Nicanor Parra, solo tres estuvieron en su velorio en la catedral de Santiago y en el funeral en su casa en Las Cruces. Juan de Dios se quedó en México, donde actualmente vive.

-No sé si estaba muy afectado, es difícil darse cuenta desde lejos, pero obviamente que sí, es su papá -explica Cristalina.
-¿Por qué crees que tu padre no llegó al funeral?

-No sé, es cansador todo y él estaba afuera. Lo entiendo perfectamente. No es cierto que compró el pasaje y se arrepintió de venir por algún drama. Hay que acordarse de que todos tienen una manera distinta de vivir un luto. Y hay que respetarlo. No había tampoco una preocupación de "tengo que venir porque o si no va a quedar la embarrada". No, para nada.

Ese día Cristalina estuvo con la familia Parra y con su mamá, quien actualmente es profesora de teatro en el colegio Nido de Águilas, en La Dehesa, donde estudió becada, al igual que su hija. Para incentivarla, su mamá la metió a todas las clases que se le ocurrió: pintura, violín, equitación, tenis, ballet. Cristalina tenía 10 años cuando se fueron de la casa de La Reina y llegaron a vivir al Arrayán, en Lo Barnechea. María José tenía una nueva pareja y querían vivir más cerca del colegio.

Fue en el Nido de Águilas donde Cristalina conoció a Tatiana Farkas, hija del empresario Leonardo Farkas, y se hicieron amigas.

-Somos casi como hermanas -dice la nieta de Parra.

Ambas han viajado por el mundo juntas.

-El abuelo se reía, yo le decía que la Josefa viaja por todas partes en el jet privado de Farkas. Y él, "ja, ja, ja" -recuerda Tololo-. Tengo una grabación donde mi abuelo dice: "¿Y la Josefa ha hablado con la Lina Paya? No. Se la robaron, Farkas se apoderó de ella".

Antes de dejarla viajar, María José Núñez conoció a Leonardo Farkas y Betina Friedman, su mujer. Dice que quizá se relacionaron bien por la faceta de músico de Farkas.

-Nicanor la molestaba, decía que la encontraba cuiquísima, que ella no iba más a Las Cruces, porque era cuica ahora. La molestaba, pero le encantaba que ella fuera ese personaje que se puede mover por cualquier parte, que tenga esas habilidades que te permiten escuchar al otro, ser gentil -dice la madre de Cristalina-. Molestaba con que Farkas se la quería robar y que ella no iba a ninguna parte sin permiso del abuelo. Que daba lo mismo su plata, porque él era su abuelo.

-No tengo un estilo de vida de lujo, no, para nada. Viajo con mi amiga, con mi papá de repente. Pero no es nada prémium. Son viajes entretenidos, nomás -dice Cristalina.

Pasó a cuarto medio y tiene promedio en los últimos tres años de 6,9. Entró a un bachillerato internacional, tras postular a una beca para la Universidad de Nueva York, en la sede de Abu Dabi. Ahí quiere sacar un double major en Economía y Medios Interactivos, una mezcla entre artes plásticas, computación y arte performático. En agosto se irá a vivir sola a los Emiratos Árabes.

-Esto es como si en una familia de médicos, apareciera uno que quiere ser guitarrista. Acá todos somos artistas y ella quiere estudiar economía -dice su mamá.

-Para mí es importante que me aceptaran, porque puedo estar presente en este momento. Después, cuando me vaya a la universidad, voy a estar presente, pero más lejos -dice Cristalina-. No es un peso ser su nieta. Es importante y soy la persona que soy por mi abuelo, no vamos a ignorar ese hecho. Uno es por las personas con las que crece, por mi mamá, mi papá, mi abuelo, por la casa en la que vivíamos.

Comercializar  el escándalo

Hace seis meses Tololo, 25 años, llamó a su prima y la invitó a hacer el inventario de la parcela de La Reina. La tarea era registrar los libros, cuadernos, poemas y artefactos del poeta. El orden llevó a la discusión: descubrieron cuadernos que faltaban, que estaban en galerías o que permanecían en manos de coleccionistas, e hicieron una denuncia para solicitar que los devolvieran.

-Falta por recuperar el 50 por ciento o más. Hay un cuaderno en donde hay dos páginas que dice: "Colombinita, ojo con la comercialización del escándalo, ojo con los pungas, los cuadernos no hay acceso de nadie, solo del autor o de usted". Entonces ahí te vas dando cuenta de todo, te haces una idea del cuadro completo -dice Tololo-. Resultó que había muchos cercanos, que ya no son amigos, y que están metidos en estas prácticas que para mí son repugnantes, de apropiación de obra de un anciano, que era mi abuelo.

-Cristalina, ¿tú también has visto ese tema?

-Lo más interesante para mí en este tiempo ha sido la biblioteca en la que estamos trabajando en La Reina. Es como una caja de tesoros todo el tiempo. Uno va abriendo cosas, o el Tololo trae una caja de cuadernos nuevos, que aparecen. Todo es bastante increíble. No porque mi abuelo no esté acá ahora, no lo vamos a seguir conociendo.

-Él se hizo cargo de dosificar esto hacia el futuro -agrega Tololo-. Se preocupó de la historia después de su muerte y su literatura también. Este momento está escrito, está inmortalizado. Y todo se tiene que hacer al pie de la letra de lo que era su voluntad. No hay mucha posibilidad de decisiones. Están todas las decisiones tomadas por él.

-Tololo ¿hay algún interés económico de tener los cuadernos?

-No, lo contrario. El factor económico está en esas galerías de arte donde se están tratando de comercializar. Ya se paró ese comercio. Lo paramos, se dio alerta internacional .

Cristalina añade:

-Esto ha sido ver los dos lados del abuelo. El abuelo que te escondía chocolates y el que estaba escribiendo todo el día. Por eso somos quiénes somos, porque crecimos con él, y nos dimos cuenta de la grandeza de su trabajo y de su obra. Porque para nosotros es muy importante preservar su obra. Nos damos cuenta de la importancia, tanto para Chile como para el mundo. La gente que lo comercializaba tan fácilmente no se daba cuenta del legado literario, del peso que tenía.

Tololo y Cristalina están sentados en sillas blancas de fierro antiguo, frente a la tumba de Nicanor Parra en Las Cruces. Desde ahí se ve la playa y se escuchan los gritos de un animador que hace un concurso entremedio de los quitasoles. La gente que pasa por la calle se queda mirando por la baranda de la casa. Ellos están acostumbrados a los ojos que buscaban a su abuelo.

Pero no todo ha sido tan sereno. El martes 30 de enero, una semana después de la muerte del poeta, Catalina Parra e Isabel, hija mayor y nieta de Nicanor respectivamente, se refirieron a Colombina y Tololo en una entrevista publicada por revista "Ya": "Toda esa gente ha vivido de mi abuelo. Esa gente realmente no tiene una industria o un trabajo, ellos han vivido de la casa familiar y de la plata que mi abuelo hacía. Hay un tema ahí de dependencia económica", declaró Isabel.

-Me duele que se digan cosas que no ayudan en nada, que son falsas y que no aportan a un momento de luto -responde Tololo-. Son curiosas esas cosas que dicen, porque la Catalina vive del arriendo de un departamento que compró con los fondos que mi abuelo tenía en Nueva York. Él no tenía problema en decir que era parte de su patrimonio, pero hay temas más complicados que van a tener que resolver los abogados. Lo único que puedo decir es que en los últimos siete años ella tuvo vetado el acceso por su propio padre a la casa. Después de los cuadros que se llevaron sin autorización en La Reina, se le negó la entrada, le cerró las puertas.

-¿Por qué dices que se rompió la relación entre Nicanor Parra y su hija?

-Porque encontramos los bastidores rotos de esos cuadros. Mi abuelo les pidió que los volvieran a enmarcar, pero ya no se podían usar los bastidores originales, porque estaban destruidos. Nicanor nunca se pudo explicar esto y durante los últimos años la familia estuvo fragmentada, y desde ahí no pudieron volver. Quedaron afectadas psicológicamente.

-¿En quién confiaba Nicanor Parra?

-Mi abuelo depositó su confianza y su seguridad en un grupo que no era ilimitado, que era cercano; éramos yo, la Josefa, mi mamá, el Barraco, el Chamaco, sus hijos, y eso fue siempre así durante mucho tiempo; entonces, quizá de ahí viene esa especie de envidia, un poco sin fundamentos. Es muy feo estar ausente por tanto tiempo, en los años más difíciles, en que mi abuelo estaba más viejo, y una semana después, sin emociones, polemizar acerca de cosas que mi abuelo dejó aclaradas en vida.

-Ustedes viven en la casa de Nicanor Parra en La Reina, e Isabel los definió como "hippies y punk y rockeros. Son antitrabajo de 9 a 5".
-Puede que yo sea una mezcla de eso y muchas cosas más. No lo veo como un ataque. Al decirnos antiestablishment está definiendo a su propio padre. Quizá ella tiene otra forma de entender la vida y se la respeto. Y le agradezco por darme el título de mi siguiente disco. (Tololo ha lanzado dos álbumes).

-¿En qué trabajas actualmente?

-Me acabo de titular con un magíster en arquitectura dentro de la Católica y ahora la misma universidad no me contrató, pero estoy trabajando con ellos y voy a ser ayudante del taller de título que haré, enfocado en conservar sus casas, en inventariarlas. Mi abuelo alcanzó a saber esto y estaba muy contento. No tengo problemas con trabajar.

-¿Tu abuelo te dejó algo a ti?

-No, no era su forma de demostrar aprecio. No le dejó nada a nadie en específico. Por medio de mi mamá, que era su hija más cercana, generó un blindaje de las casas. No es que le dejó a Colombina las casas: se las dejó a Chile. Con los porcentajes se van a salvaguardar dos que tienen mucho valor histórico, patrimonial, y también comercial, pero que no van a ser repartidas como un objeto comercial, sino que van a quedar inmortalizadas. Ojalá no solo La Reina y Las Cruces, sino que alguna otra propiedad como la de Isla Negra, Conchalí. No porque no se divida no va a seguir siendo de todos.

-Hay quienes dicen que te has sobregirado en este tiempo.

-Hay que volverse un poco loco para manejar lo que ha pasado con los cuadernos y las casas. Cuesta no volverse loco.

-¿Por qué asumiste tú la responsabilidad de hablar por tu abuelo?

-Porque veía que mi abuelo necesitaba ver orden para irse, eso sentí [...]. La dirección natural de mi cuerpo era salvar esa casa, salvar los cuadernos. Ese era mi impulso natural. No quiero quedarme callado con las cosas que he visto; si tengo que responder, lo voy a hacer.

Apretar las manos

Tres días antes de morir, Tololo y Cristalina le mostraron a su abuelo cómo había quedado la casa en La Reina.

  -Estaba sentado y tenía esa actitud de cachar todo, de que se daba cuenta de lo que estaba pasando -recuerda Cristalina.

-¿Cómo viste a tu abuelo en el último tiempo, Cristalina? Se dijo que probablemente no estaba lúcido cuando firmó el testamento.

-Mi realidad con él nunca fue verlo acostado, enfermo. Creo que tiene que ver con el ánimo, la actitud y cómo veía las cosas: se tomaba las cosas de manera liviana. Muchas veces la gente habla sobre cosas que no necesariamente ha vivido. Y tampoco es algo que tiene que dar rabia o enojo, ni nada por el estilo. Yo me quedo tranquila, porque sé que él estaba bien, y veía el proceso que hacíamos Tololo y yo, y toda la familia para resguardar su obra. Desde que soy chica que jugamos a un juego con las manos. Él me tomaba la mano y me la apretaba dos veces, y lo hizo hasta el último día. A los 103 años tienes reacciones biológicas, es el cuerpo humano, pero la mente de nuestro abuelo estaba intacta.
Cristalina fue de las pocas personas que estuvieron con Nicanor Parra el día en que falleció. Ahí también estaban sus hijos Colombina y Chamaco, y sus nietos Tololo, Darío y Ricarda.

-¿Qué piensas de las disputas familiares después de su muerte?

-En todas las familias hay disputas, es algo humano y uno tiene que aprender a dimensionar las cosas. No siento decepción ni tengo sentimientos encontrados. Es algo que pasa y no hay nada que yo pueda hacer al respecto. No es un tema mío.

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