El Mercurio
SCD lanza libro de conversaciones con el maestro.
A sus 87 años de edad, este influyente compositor y musicólogo recuerda su juventud, reconstruye un Chile que ya no existe y explica por qué le interesó la música contemporánea.
Por Romina de la Sotta Donoso
Figura señera de la música chilena, ha escrito más de 430 composiciones, lo suelen interpretar las nuevas generaciones y hasta hoy hace clases en la Facultad de Artes de la U. de Chile. Además, fue coautor del pionero "Mapa de los instrumentos musicales de uso popular en el Perú" (1978) y dirigió la Revista Musical Chilena entre 1993 y 2010.
Fernando García Arancibia (1930) es, con todas sus letras, un maestro. Y ahora un libro de la SCD y Editorial Hueders entrega un nuevo perfil del Premio Nacional de Música 2002: "Conversaciones con Fernando García" ($11.900, 212 páginas). Su interlocutor es el fundador de Quilapayún, Eduardo Carrasco, y García despliega en el libro su prodigiosa memoria y su agudo sentido del humor.
Cuenta que su abuelo paterno "había heredado las ínfulas agrícolas de sus antepasados" y que su fundo en Pelequén se llamaba "La verdad".
"Mi abuela vivía en Santiago desde tiempos inmemoriales, pero no me acuerdo de mi abuelo en Santiago. Lo conocí siempre en el fundo. La única vez que los vi a ambos juntos fue cuando cumplieron 50 años de casados. Para celebrar ese hecho viajó toda la familia a Pelequén", relata.
Él quiso imitar a su abuelo materno, ginecólogo y chelista fundador del Cuarteto Chuchunco con Carlos Isamitt y Pedro Humberto Allende en los violines, pero abandonó sus estudios de Medicina. Decidió estudiar música, porque era lo que más le gustaba. Y eso hizo, aunque, dice, no tenía las aptitudes mínimas para ser un instrumentista, fallaba en solfeo y "era incapaz de tocar la tercera afinada". "Yo terminé tocando el trombón gracias al Partido Comunista", reconoce, porque cuando se afilió, en 1952, le encargaron conseguir nuevos militantes en la Sinfónica.
Pese a su compromiso político, García siempre sostuvo la autonomía del arte frente al realismo socialista de la Unión Soviética. "La idea socialista de que el sujeto a través de su obra vaya a generar condiciones para crear la revolución me parece completamente absurda".
En su caso, él siguió explorando el lenguaje musical a través de un uso flexible del serialismo, pero con textos o referencias políticas reconocibles. Así lo hizo en la composición que lo ubicó en el mapa: "América Insurrecta" (1962), una cantata atonal con textos del "Canto General" de Pablo Neruda. En el estreno recuerda que "se armó un enredo espantoso; gritaban: '¡Que se vaya a Cuba!'. Era una cuestión totalmente desmesurada. Yo me sentí orgullosísimo, me hice famoso, y no podía entenderlo, porque el texto llama a la revolución a propósito de la Independencia de Chile. Nada que ver con la revolución social de la que se hablaba en ese tiempo".
Esa gran polémica, dice, "marcó un hito en mi trayectoria porque me hice famoso, aunque no fuera por la música".
La introducción del libro la escribió el compositor Alejandro Guarello. Aborda su vínculo con la poesía chilena y demuestra que García siempre establece una comunicación con el público en sus obras. También destaca sus trabajos más relevantes y entrega una guía de las mejores versiones disponibles en YouTube.
En el libro también hay espacio para su historia de amor con la destacada coreógrafa y bailarina Hilda Riveros, con quien se casó a los 10 días de conocerla: "Me imaginé que doña Hilda era el futuro de mi existencia y fue cierto. Hilda murió el 3 de abril de 2013. Nos faltaban tres meses para cumplir 50 años juntos".
Eduardo Carrasco, su interlocutor, le pregunta varias veces qué atractivo le encuentra a la música contemporánea. Las respuestas de García son contundentes.
"Me parecieron maravillosos esos sonidos que no tenían nada que ver con lo usual, incluso la necesidad de cambiar la sintaxis me resultaba atractiva. Tú tienes que armar un discurso distinto, es decir, te transformas en un creador legítimo, no solamente para hacer melodías distintas sino porque incluso todo el discurso tienes que armarlo de manera distinta. Eso fue lo que me interesó y me sigue interesando, y me imagino que a todos los músicos les pasa lo mismo", dice. Y recalca: "En esa tarea hay un universo infinito de posibilidades".
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