El Mercurio
Por José Vásquez
Hay entereza en Roberto Márquez, demasiada dignidad en un artista que sabe que posee fuego en su garganta. Casi como pidiendo permiso, cuando promediaba su actuación, que cerró groseramente tarde la primera jornada festivalera, tomó el micrófono para decir con encomiable humildad que era un "abuso estar hasta esta hora", y que todo lo que venía luego lo harían "con el corazón siendo las cuatro de la mañana". Y no fue una exageración la hora, de un show que salió a escena apenas unos minutos antes de las 3:30 de la madrugada y que hasta una hora más tarde logró mantener cautivos a "los abusados", el público, a quienes se refería Márquez.
La respuesta de la gente también fue genuina, en una noche donde fueron los únicos artistas que lograron verdadera sintonía, entre lo que exigió el público y su traducción en Gaviotas. Otra reivindicación para el conjunto chileno, en una jornada donde la entrega de premios, una vez más, fue algo acelerada ante algunos gestos con los brazos imitando los aleteos del símbolo del Festival.
Claro que el inicio no fue el mejor para el espectáculo de Illapu, con su "Baila caporal", ese ritual andino instrumental, que con exceso de bailarines en el escenario y por la hora de inicio del show, resultó algo muy parecido a un acto escolar, aunque muy bien producido. Los aplausos, eso sí, llegaron a continuación con "Lejos del amor" y el charango poderoso del cantante del grupo, una figura de apariencia frágil y de relato bondadoso, pero discurso claro y directo a la hora de entregar el mensaje.
El tema volvía a sonar por segunda vez en el escenario, esta vez en la completa interpretación de sus titulares, tras el multicolor y coral inicio del evento. La voz de Márquez sale entera, poderosa y sigue con su versión para el clásico de Víctor Heredia, "Sobreviviendo". Luego las pantallas proyectan un video de Violeta Parra y el homenaje a la cantautora sigue asomando como pertinente, en un espectáculo que ya comenzaba a tomar forma de un relato orientado también al reconocimiento de algunos de los puntos cardinales de la música chilena.
De Violeta cantaron "Paloma ausente" y de Víctor Jara, su "Manifiesto", y entre esos temas, "Sincero positivo", una canción que en los 90 le puso música al cuidado ante el sida. El cantante habló de lo prudente que resultaba hacerse un test para prevenir la enfermedad, de cuidar a la pareja usando preservativos, e hizo un llamado a la Iglesia a no poner "piedras en el camino" para ayudar en la prevención de este virus. Un discurso que sin duda hubiera generado debate si se hubiera realizado algunas horas antes, cuando la sintonía era mayor.
Al final y ya con los animadores Carola de Moras y Rafael Araneda bailando al costado del escenario, luego de entregar las Gaviotas de Plata y Oro, vinieron sus éxitos "Vuelvo a vivir" y "Candombe para José", un término de fiesta que estuvo cerca de coincidir con el horario de cierre de las discotecas los fines de semana.
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