domingo, febrero 10, 2019

Rosita Renard: el legado de la gran pianista cuya vida se truncó en el auge de su carrera

María Piedad Jiménez Larraín
Artes y Letras
El Mercurio

Alumna de Martin Krause y dirigida por Erich Kleiber, la influencia de la primera pianista chilena reconocida internacionalmente sigue presente. Así lo aseguran las intérpretes Edith Fischer (1935), Elisa Alsina (1940), Catalina Claro (1968) y Carla Sandoval (1982).



Franz Liszt-Martin Krause-Rosita Renard. Esa es la línea maestro-alumno de la que proviene la pianista chilena; una herencia de talentos que la transformaron en una artista famosa y ovacionada. A 125 años de su nacimiento, hoy existe una calle con su nombre, una fundación, un centro cultural, un festival, una escuela, un centro de salud familiar y un premio musical. "Pero hace falta que el país la reconozca por su valor artístico, como lo ha hecho con Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Violeta Parra y Claudio Arrau", señala Elisa Alsina (1940), pianista chilena que inició sus estudios de piano en el Conservatorio Rosita Renard en Chillán y los finalizó en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile.

Para muchos especialistas, la muerte de Renard a los 55 años significó el truncamiento prematuro de una brillante carrera como intérprete. En 1949, la pianista chilena tenía programado tocar el 6 de octubre con la Orquesta de la NBC, el 7 y 8 de diciembre en Viena, bajo la dirección de Erich Kleiber, tenía varios conciertos agendados en Bruselas y otros recitales en Zúrich, Londres y París. Sin embargo, una encefalitis letárgica, al parecer provocada por la picadura tóxica de un mosquito, la postró y la llevó a la muerte. Los conciertos programados en el país se suspendieron en su homenaje y el Conservatorio la despidió con la Marcha Fúnebre de la Tercera Sinfonía de Beethoven, ejecutada por la Sinfónica de Chile. La Revista Musical Chilena celebró "la altura a la que elevó el nombre de Chile en el extranjero y la austeridad y el esfuerzo con que contribuyó a enriquecer la música con su copiosa experiencia".

La niña prodigio

Nacida en Santiago en febrero de 1894, Renard comenzó sus estudios pianísticos a los cinco años con el profesor Roberto Duncker, logrando ingresar a muy temprana edad al Conservatorio Nacional de Música. Con 14 años, se presentó como solista en el Concierto en La menor de Grieg junto a la Orquesta Sinfónica, y sus extraordinarios méritos hicieron que el Estado chileno le diese una beca para perfeccionar sus estudios en el Conservatorio Stern de Berlín, el instituto musical más antiguo de la capital alemana. Ahí tuvo como maestro a Martin Krause, famoso concertista de piano, compositor y pedagogo alemán que, tiempo después, tuvo como alumno a Claudio Arrau. Krause escribió en una carta dirigida al profesor Duncker en 1914 que "ha sido para mí un verdadero gusto el haber tenido la ocasión de ocuparme durante algunos años de la enseñanza de la dotada, inteligentísima y genial joven Rosita Renard. [...] No hay duda de que ella conquistará el mundo como artista".

Al parecer, Krause no exageraba. Los triunfos de Renard en el Aeolian Hall (1916), en el Carnegie Hall (1920), en los recitales de solista, su participación en conciertos de las orquestas más importantes de Nueva York, Boston y Chicago, y en sus presentaciones en las principales ciudades de Europa, prolongaron la fama que ya tenía como una de las primeras figuras en el piano. Cuando estuvo en Berlín (1925) conoció al cantante checoslovaco Otto Stern, con quien se casó en Nueva York en 1928 y mantuvo una relación de 21 años. En 1941, Renard emprendió una gira por Latinoamérica con Erich Kleiber, el famosísimo director de orquesta austríaco, quien confesó en una carta que "Chile posee a la mejor intérprete de Mozart que he escuchado en mi vida". Sin saberlo, la aclamada presentación que Rosita Renard hizo el 19 de enero de 1949, en el Carnegie Hall de Nueva York -lugar donde ya había triunfado en 1920-, fue su último concierto, ya que una extraña enfermedad acabó con su vida el 24 de mayo de 1949.

Profesora Rosita

"Hijitos, hay solo una cosa que estoy segura sé hacer bien: ¡tocar el piano!", decía Renard con frecuencia a sus alumnos. En 1930, el Conservatorio Nacional la contrató como profesora de piano, donde formó varias generaciones de excelentes pianistas. René Amengual, Inés Gebhard, Flora Guerra, María Iris Radrigán, Elvira Savi y Herminia Raccagni fueron algunos de sus alumnos. Cuando murió, su discípulo René Amengual resumió la labor de su profesora como "parca en el decir y pródiga en sus actitudes, rígida en sus exigencias [...], profundamente humana y amiga cariñosa en cuanto terminaba la clase". La Revista Musical Chilena mencionó, como un augurio, que "la obra y el influjo ejercido sobre nuestro ambiente por tan egregia figura continuará transmitiéndose a las generaciones sucesivas". Setenta años después, cuatro tecladistas chilenas lo confirman.

Edith Fischer (1935), una de las discípulas más cercanas a Claudio Arrau, tuvo clases con Renard cuando tenía diez años. "Me acuerdo que mi mamá, la pianista Elena Waiss, estuvo muy feliz cuando Rosita aceptó escucharme. Fue una experiencia muy interesante, puesto que su manera de enseñar era muy diferente a la de mi mamá. Rosita Renard explicaba poco y mostraba mucho". Fischer señala que la muerte de Renard le causó una gran impresión, por eso dice que "ella debería ser una fuente de inspiración para las pianistas chilenas, porque es un ejemplo como persona".

Alumnas de sus alumnas

La pianista Elisa Alsina, académica de la U. de Chile y ganadora del Premio Rosita Renard en 1964, estudió con Flora Guerra, alumna directa de Renard. "Florita siempre me hablaba sobre Rosita Renard", recuerda Alsina. "Fue una de las primeras mujeres pianistas que se fueron a Alemania a perfeccionarse en un conservatorio. Hay que tener claro que en esa época era insólito que una mujer se dedicara a tocar el piano de forma profesional y, más aún, que viajara a Europa a estudiar", señala riendo. Alsina agrega que gracias a Renard se conocieron las técnicas de Krause en Chile. "Rosita trajo un nuevo enfoque: la famosa técnica del brazo. Antes se tocaba el piano sin ocupar el brazo, solamente se movían los dedos. Pero Rosita demostró que para tocar bien el instrumento había que sacar la fuerza de los hombros y mover los brazos", menciona la intérprete.

Catalina Claro (1968), concertista de piano, cantante, compositora y productora musical chilena, al igual que Alsina, fue alumna de Flora Guerra a los 16 años. "Yo escuchaba mucho de Renard cuando era chica. De hecho, fue una fuente de inspiración para Flora, lo cual me traspasó a mí", menciona. Sobre las grabaciones de Renard, Claro señala que, a pesar de que tocaba rápido, lo hacía de manera dedicada, con espacios, con tiempo, con silencios, con elegancia y sutileza. "Rosita fue un referente nacional conocido y es un ícono importante para el país, pero falta mostrar lo que ella hizo. Lo interesante de la música, más que el virtuosismo, es transmitir el mensaje, que ella logró con creces", acota Claro. "Rosita produjo un cambio cultural en el país. Uno, por ser mujer, y dos, por su manera de tocar el piano, siempre conectada, siendo capaz de canalizar algo más total, más completo, más abarcador", concluye.

La pianista chilena de repertorio clásico Carla Sandoval (1982), antes de que se fuera a vivir a Suiza por ocho años, tuvo clases con María Iris Radrigán -otra alumna de Renard-, quien luego se desempeñó como profesora en el Conservatorio de Música de Ginebra. Dice que "Rosita Renard es un nombre que uno viene escuchando desde el inicio de los estudios". La valdiviana destaca el hecho de que Renard se haya atrevido a tocar profesionalmente el piano, porque "le abrió las puertas a las futuras generaciones de mujeres. Como la mayoría de sus alumnos eran mujeres, sin duda se transformó en una gran fuente de inspiración para ellas".

Además, Sandoval comenta que uno de los legados más importantes de Renard es el de la pedagogía: "Uno no solamente tiene que ser pianista, sino que darse un espacio para enseñar. Eso es algo que Rosita hizo mucho", menciona. "A mí la pedagogía me permite transmitirles a mis alumnos de dónde viene mi formación, qué técnicas se usaban antes, etc. Es nuestra responsabilidad como pianistas hacer más conocidos a nuestros referentes nacionales y difundir la historia musical de nuestro país", concluye la intérprete nacional.

"Ha sido para mí un verdadero gusto el haber tenido la ocasión de ocuparme durante algunos años de la enseñanza de la dotada, inteligentísima y genial joven Rosita Renard. No hay duda de que ella conquistará el mundo como artista".

MARTIN KRAUSE (1914) CONCERTISTA, COMPOSITOR Y PEDAGOGO ALEMÁN

"Antes se tocaba el piano sin ocupar el brazo, solamente se movían los dedos. Pero Rosita Renard demostró que para tocar bien el instrumento había que sacar la fuerza de los hombros y
mover los brazos".

ELISA ALSINA TECLADISTA Y EXALUMNA DE FLORA GUERRA}


"Rosita produjo un cambio cultural en el país; uno, por ser mujer, y dos, por tocar el piano de manera muy conectada, logrando transmitir el mensaje de manera más completa".

CATALINA CLARO INTÉRPRETE Y EXALUMNA DE FLORA GUERRA


"Renard me inspiró a ser generosa con mis conocimientos y entregarles todo a mis alumnos. Hacerla más conocida en Chile
depende de nosotros, los pianistas actuales".

CARLA SANDOVAL PIANISTA Y EXALUMNA DE M. IRIS RADRIGÁN


Las clases de Edith Fischer con Rosita Renard

Cuando piensa en Rosita Renard, con quien tuvo clases a los diez años, la destacada intérprete Edith Fisher (83) la recuerda como una señora vestida siempre de negro, con un moño y sin pintura. "Era una persona de gran sencillez, afectuosa, con sentido del humor y una sonrisa espontánea y fácil", menciona Fischer. Según ella, Rosita tuvo una formación ideal, porque "el hecho de que haya aprendido afuera no influyó solamente en su manera de tocar el piano, sino que en la manera de mirar la música desde un punto de vista cultural y ético, ya que buscaba ser lo más honrada posible en su labor de transmitir el mensaje musical, más que buscar éxito 'bullicioso' y notoriedad". La misma idea tenía el crítico musical Daniel Quiroga sobre Renard: "Podríamos decir que Rosita simplemente no estaba hecha para ser medida con los cánones de la música convertida en empresa. Tocaba para servir a la música tan bien como podía, sin interesarle el éxito personal, sino el servicio de los autores que interpretaba".

Fischer cuenta que en su casa normalmente recibían muchos artistas, directores de orquesta e intérpretes. Pero no olvida la vez en que Renard la visitó: "Me acuerdo que ella, después de haber comido con gran gusto, al recibir el café dijo que lo tomaría sin azúcar para cuidar su línea, lo que nos hizo reír a todos", señala la pianista. "Su manera de tocar era inimitable y tenía un sonido muy 'perlado', ideal para Mozart, lo que sin lugar a dudas me inspiró profundamente", recuerda.

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