sábado, diciembre 01, 2018

La composición es para voces a cappella : Los zoológicos humanos se convierten en una obra musical

El Mercurio

Manuel Contreras Vásquez estrena "Aswalaq", pieza que explora el triste destino de los kawésqar y selknam exhibidos por toda Europa en 1880. 

Romina de la Sotta Donoso
Aunque vive en Italia hace 12 años, en 2016 vino a estrenar "Moebius", su primera ópera de cámara. Y ahora Manuel Contreras Vásquez (1977) está de vuelta para su nuevo estreno: "Aswalaq. Zoos humanos", que corresponde al formato de teatro de voces. "Está entre una obra coral y una obra dramática, pero centrada fundamentalmente en el sonido", aclara Contreras.

Con apoyo de un Fondo de la Música, será puesta en escena por el Ensamble Vocal Taktus, que dirige Javiera Lara, en una función gratuita, a las 20 horas de mañana, en el Parque Cultural de Valparaíso (PCdV).

"Cuando vi el documental 'Calafate. Zoológicos humanos' de Hans Mülchi, quedé perplejo, y pensé que ocuparse de esto desde el corpus de conocimiento de la música contemporánea podía ser relevante", recuerda Contreras.

La historia es tristemente célebre: en 1880 un grupo de kawésqar y selknam fueron capturados en Tierra del Fuego, embarcados y exhibidos por Europa, sufriendo indecibles vejaciones.

Inspirándose en ese vergonzoso episodio, compuso una obra para ocho voces a capella , donde "la voz es tratada de una manera descompuesta, granulizada, con fonemas aislados".

En simultáneo, se proyectará en la pantalla de 15 metros de ancho del PCdV una videocreación de Aarón González sobre ilustraciones de Laura Bisotti.

"Siendo el tratamiento de la música muy abstracto y poco figurativo, el video funciona como un ancla con el tema narrativo, sin ser, por cierto, la narración lineal de la historia", dice.

Su obra es heredera del legado de los grandes investigadores de las culturas fueguinas. Incorporó cantos chamánicos recopilados por Anne Chapman en su contacto con Lola Kiepja y observó los estudios de la música vernácula de María Ester Greve. Igualmente, contó con el apoyo del etnolingüista Óscar Aguilera, profesor de la U. de Magallanes. "Fue muy generoso, incluso hizo grabaciones con las pronunciaciones correctas y me las mandó", destaca.

El resultado, describe, son nubes de sonidos, glisandos y chasquidos, con una marcada inestabilidad armónica. "Siempre trabajo con el mínimo, restringiendo los recursos, para de ahí extraer el máximo de expresividad", cierra.

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