El Mercurio
Los espectáculos en Chile están evolucionando rápido y ya hay dos eventos que incorporaron el stand up comedy . Para el próximo año, incluso, un productor ya piensa en sumar la lucha libre como un escenario alternativo a su show.
José Vásquez
"Las posibilidades son infinitas", dice Robert Morrison tras los buenos resultados obtenidos en la última edición de Creamfields, el pasado 17 de noviembre. El festival de música electrónica convocó a 30 mil personas y según observa el director de Street Machine, a cargo del evento, al menos unos 4.500 asistentes desafiaron a The Beast ("la bestia"), el circuito inflable con obstáculos que se montó para esa jornada en el Club Hípico.
Mientras los beats de populares DJ atraían a una masa poseída por el baile, en otro sector del lugar la fila no se detuvo para experimentar con el juego que ocupó una superficie de 2 mil metros cuadrados. "El año pasado tuvimos juegos mecánicos que causaron furor y ahora con The Beast al menos un 15 por ciento de la gente pasó por ese circuito, era increíble ver cómo salían de ahí, todos felices tras la experiencia", cuenta Morrison.
Hoy la oferta de los festivales en Chile ofrece una variedad mucho más amplia que solo el cartel de artistas, el gancho natural del espectáculo, una idea que ya prometía Lollapalooza cuando desembarcó en la capital en 2011-y su representación de un "parque de diversiones musical"- y que a partir de este año se ha transformado en un modelo que rompió definitivamente las fronteras en la entretención.
De buen humor
En octubre pasado, el Festival Vívela incorporó el stand up comedy a un show que contó con artistas como los puertorriqueños de Cultura Profética y los uruguayos de El Cuarteto de Nos, quienes convivieron sin problemas con las rutinas de Paloma Salas y Kurt Carrera, algo que se replicará el próximo 12 de enero en La Cumbre, que también incorporó el humor como nexo -con exponentes como Fabrizio Copano y Jani Dueñas- a un espectáculo consagrado a las guitarras rockeras, al pop y, en esta ocasión, al trap que entra con fuerza.
Aunque esta mezcla es parte del ADN del Festival de Viña del Mar, su llegada a este tipo de eventos con varios escenarios simultáneos aterriza como una experiencia mucho más competitiva en formato de zapping real y no a través del control remoto. "Esta es una tendencia que se está observando en los diferentes festivales del planeta con buenos resultados, y todo parece indicar que el humor con la música son dos mundos que convergen de una manera súper fluida", dice Juan Andrés Ossandón, director general de La Cumbre.
El productor también destaca otra tendencia que ha abierto el camino a esta apertura. "Los festivales, en general, están saliendo de los nichos", señala y agrega que son eventos que se realizan en explanadas, los espacios donde se puede complementar la música con entretenciones de corte familiar. "Ahora es más común encontrar, por ejemplo, que los festivales incluyan zona de niños, o bien encontrar lugares para que se puedan realizar exposiciones fotográficas o de pintura, sesiones de tatuajes, en fin, las posibilidades son múltiples para la gente que quiere experimentar en su tiempo libre", plantea Ossandón.
Panorama familiar
Antes del primer Lollapalooza resultaba extraña la idea de que un espacio consagrado a la música alternativa también le abriera las puertas a un segmento infantil. Tras su éxito, el modelo se ha replicado, como ocurrió en la última Feria Pulsar -con su Mini Pulsar- y el Festival Fluvial que se desarrolló durante este fin de semana en Valdivia y que incorporó su Fluvialito. Aunque este último es "un encuentro de industria", cuenta Oliver Knust, su director, donde artistas consolidados comparten con otros en desarrollo ante delegados tanto nacionales como internacionales para hacer negocios, el evento está creciendo. Y así como este año idearon un segmento de corte familiar, para el futuro pretenden cubrir más música. "Es un evento que se extiende por tres días y puede seguir creciendo. En 2019 se debería abrir un espacio a la World Music", adelanta.
Maximiliano del Río, que trabaja en la producción de Lollapalooza, aplaude que más eventos incorporen espacios para los niños. "Las cosas buenas se copian", dice y señala que en Lotus "siempre estamos observando lo que pasa en los distintos festivales". Si bien incorporar humor a los festivales es algo que se desarrolla con éxito hace años en diferentes eventos del mundo, su irrupción en Chile en este formato es algo que, cuenta, seguirán con atención. "Es importante observar y ver si en el futuro también incorporamos algo similar, o experiencias como la proyección de documentales como ocurre en Bonnaroo o Vive Latino, que puedan hacer más enriquecedora la experiencia".
"La gente está demandando cada vez más por los contenidos, por llamarlo de alguna manera, 'no musicales'", dice Morrison, quien cuenta que ya se trabaja para la edición 2019 de Vívela para la que revela la primera sorpresa: un ring de lucha libre.
"Después del buen resultado que tuvimos, pensamos que en un lugar así sería todavía más llamativo tener el stand up , que obviamente pensamos mezclar con una exhibición de lucha", informa, a la que piensa agregarle clases para que la gente aprenda las coreografías de las peleas. "De verdad, las posibilidades de seguir creciendo todavía son muchísimas", insiste.
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