domingo, abril 15, 2018

Cavour, un viaje con el charango


El Deber - Bolivia

El músico y compositor paceño tiene una trayectoria importante. Fue fundador del grupo folclórico Los Jairas. El lunes 9 de abril cumplió 78 años y lo visitamos

Por Adhemar Manjón.

El apellido en realidad era Cabur, pero su abuelo lo ‘afrancesó’ cambiándolo por Cavour. El joven Ernesto no se sentía cómodo con esta referencia extranjera y en sus primeras actuaciones, cuando tocaba principalmente la guitarra, se ponía otros nombres: Coco Aramayo era uno de ellos, Ernesto Aramayo era el otro (Aramayo es el apellido materno).

Cuando manifestó su deseo  de ser músico se encontró con las reprimendas propias de una madre que ve en su hijo a un futuro alcohólico y mujeriego. Así que para no decepcionar a su progenitora estudió, se graduó de contador y se mantuvo alejado de las bebidas hasta que tuvo 30 años.

En su adolescencia, Cavour sentía que la timidez le hacía difícil socializar con las personas. Le costaba hablar con la gente. Para vencer eso se inscribió a clases de danza cuando tenía 20 años, y practicó este arte durante una década, en la que llegó a formar parte del Ballet Nacional. Así pudo conocer casi toda Bolivia y aprender más acerca de instrumentos musicales que hay en cada departamento y región del país. Fue de esta manera que empezó a coleccionar charangos, que compraba en sus viajes a Oruro y Potosí al precio de Bs 30.  En 1962 inaugura su Museo del Charango, que hoy se conoce como Museo de Instrumentos Musicales, ubicado en la paceña calle Jaen.

Cavour se encontró con su primer charango cuando tenía 11 años. “El instrumento y el sonido que desgranaban sus cuerdas hicieron que se me crispara el cuerpo. Es una sensación que percibo hasta hoy”, recuerda Cavour, que esta semana, el lunes 9 de abril, cumplió 78 años. 

Cuando tenía 26 años, en 1966, conforma con unos amigos el supergrupo folclórico llamado Los Jairas. Gilbert Favre, Julio Godoy, Yayo Jofré y Cavour se hacen conocidos y empiezan a salir de La Paz para tocar su música, llegando a Chile, a la Peña de los Parra. Allí conocerían a Violeta Parra, quien les ofreció todo su apoyo desde el comienzo y los invitó a quedarse. “Tenía un carácter fuerte Violeta, era una mujer muy especial”, dice Cavour por la cantautora chilena.

En Chile ganan un importante festival folclórico e inician una gira por toda Latinoamérica. Los Jairas era el grupo más importante de Bolivia entonces.

La conformación de Los Jairas fue más o menos así: un amigo locutor de radio Méndez le comenta a Cavour que había un gringo que tocaba la quena muy bien y que podrían hacer algo juntos. El gringo era Gilbert Favre, que en realidad era suizo y había estado viviendo y trabajando en Chile antes de partir a Bolivia.

Viaje y regreso a Bolivia
Cavour también tenía otra agrupación, el Trío Domínguez  Favre Cavour. Cuando se van de gira a Europa, Domínguez se integra a Los Jairas, pero pide que el grupo se llame Los Jairas y Alfredo Domínguez. “Era pues especial Alfredo, él quería hacerse un nombre”, sonríe Cavour.

En Europa tocan en la entonces Unión Soviética, en Francia y, claro, en Suiza. Todos los músicos estaban contentos con el éxito que tenían y la vida que llevaban en el Viejo Mundo, menos Cavour. “No me gustaba Europa, no me gustaba nada”, menciona el músico. “No me gustaba más que Bolivia”, continúa. Después de dos años regresó, quería consolidar su museo del charango. Los otros músicos lo tomaron bien. Se quedaron allá. Alfredo Domínguez fallecería en 1980 y Gilbert Favre, en 1998. 

Coleccionista

Ernesto Cavour tiene más de 20 discos grabados, tanto con el Trío Domínguez Favre Cavour como con Los Jairas, pero también participó en la producción de importantes bandas sonoras del cine boliviano, entre las que se destacan Mina Alaska, de Jorge Ruiz, en 1968, y Tinku. El
Encuentro, de Juan Miranda. Ambas bandas sonoras fueron compuestas por el maestro Alberto Villalpando y Cavour tiene buenos recuerdos de estos trabajos. Al igual que Villalpando, cree que la música de Tinku es la mejor que se ha hecho en el cine boliviano.

Su museo cuenta con más de 2.500 piezas, muchas de ellas instrumentos musicales que ha ido coleccionando en todos estos años, conseguidos en diferentes regiones de Bolivia y también en otros países. De la misma manera, gente conocedora de la labor de Cavour le envía material. Tiene objetos musicales de países africanos, de Nueva Zelanda y de China, y otros creados por el propio músico y compositor paceño.

Además, a su edad, Cavour no piensa abandonar la música, y en la Peña Naira, el pequeño escenario dentro de su museo, se presenta todos los sábados con su conjunto. “Se llena de gringos todos los fines de semana”, cuenta un familiar de Cavour.

 Fue un empírico desde sus inicios, nunca estudió música, se dejó guiar por su oído, su instinto y la pasión que le da el charango. 

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