El Mercurio
La pianista japonesa es una de las figuras más prometedoras del jazz moderno. En esta entrevista habla de sus comienzos en la música, su gusto por los ritmos latinos y su visión sobre la situación actual del género.
Por Patricio Zenklussen
Pocos artistas en el mundo del jazz transmiten tanta fuerza y energía como Hiromi Uehara. Su forma de tocar el piano, que puede ser definida de manera absoluta con la palabra "fuerza", la ha convertido en un fenómeno musical que gira por todo el mundo. Pero no hay que confundirse, porque sus manos están lejos de ser máquinas brutas cuyo éxito se mide en notas por segundo. Al contrario, y más bien acorde a la sonrisa que la caracteriza a la hora de salir a un escenario y enfrentarse a la audiencia, el segundo concepto que se le podría asociar sería "gracia".
Hiromi nació en Japón en marzo de 1979. Con apenas ocho años, en una sesión de práctica de piano clásico, su profesora desenfundó un disco de jazz y en cuanto la aguja se apoyó en el vinilo, comenzó un amor por el swing, que no solo se ha mantenido hasta hoy, sino que también se convirtió en su carrera. "Empecé a tocar el piano cuando tenía seis años. Practicaba para ser una pianista clásica, pero a mi profesora le gustaba mucho el jazz. Un día, ella puso una música que no conocía e instintivamente empecé a improvisar sobre ella", dice a "El Mercurio".
Viajó a Estados Unidos para profundizar sus estudios de música. Allí fue descubierta por casualidad por el legendario pianista Ahmad Jamal, quien se convertiría luego en su principal mentor y, por sobre todo, gran amigo. "Estaba estudiando composición y arreglos en el Berklee College of Music. Un día, a un profesor le gustó mucho uno de mis trabajos así que los grabé en una especie de demo. Cuando nos juntamos de nuevo para revisar la grabación, él me preguntó quién estaba tocando el piano, y le dije que era yo. Él no lo podía creer, porque él solo me conocía como arreglista, así que me preguntó si podía mostrarle el trabajo a unos amigos. El amigo resultó ser Ahmad Jamal".
-¿Te gustaba su música antes de conocerlo?
"Bueno, por supuesto que sabía quién era. Es un ícono. Pero creo que lo empecé a valorar más después de conocerlo, de ver su actitud frente a sus creaciones y la música en sí misma. Ha sido una gran inspiración para mí. Siempre recuerdo que cuando la gente le pregunta cuál es su mejor disco, él responde: "El próximo" -cuenta entre risas-.
-Algo que la gente suele destacar de tu forma de tocar es tu intensidad y tu energía. ¿Son estas cosas algo que tratas de imprimir en tu música intencionalmente?
"No, la verdad es que surge de una forma bastante natural. No me interesa tratar de impresionar a la gente tocando rápido o cosas por el estilo. No es algo sobre lo que piense".
-También se suele reconocer cierta influencia latina en tu música...
"Lo que pasa es que me gusta la música que te hace bailar. Como cuando era esa niña de ocho años. Tampoco hay algo intencional en esto, aunque sí suelo escuchar mucho a Astor Piazzolla, a Paquito D'Rivera, a Michel Camilo, a Gonzalo Rubalcaba".
Más temprano que tarde llegaron los discos, y con ellos el éxito, que se ha reflejado en sus presentaciones en los festivales de jazz más importantes del mundo, entre los que destacan Newport y Montreux.
-Tu primer disco, "Another Mind", salió en 2003, y desde entonces no han pasado más de dos años entre cada uno de tus lanzamientos. ¿Cuál es el secreto para crear tanta música?
"Seguir tocando y escribiendo (ríe). Honestamente, es mi pasión y le pongo todo mi amor. Es tan hermoso poder haber encontrado lo que me gusta en la vida, que no quisiera desaprovechar esa suerte".
-En un mundo en el que parecería que ya todo ha sido creado, ¿cómo se hace para componer música fresca y novedosa?
"Es como la vida misma. Cuando somos niños no conocemos ningún idioma, pero después empezamos a hablar, imitando a nuestros padres y las personas con las que vivimos. Después somos adolescentes y copiamos a nuestros amigos e ídolos. A lo largo del tiempo vamos aprendiendo nuevas palabras y comenzamos a armar nuestro vocabulario, y un día podemos ser originales y decir nuestras ideas con una forma propia. Con la música es lo mismo. La música es el lenguaje".
-¿Qué opinas de la gente que cree que la música clásica o el jazz son cosas del pasado?
"Bueno, cada uno tiene sus propios gustos. Hace unos días fui a ver a la Filarmónica de Nueva York y había unas 2.500 personas. Ellos creen en la música clásica. Y basta con que haya una persona que se apasione para sacarla adelante. Mientras exista alguien que disfrute de mi música, yo seguiré tocando".
-¿Te gustaría que tu música sonara en todas las radios y fuera escuchada por todo el mundo?
"Sabes, he tenido la oportunidad de viajar por el mundo tocando mi música, haciendo lo que me apasiona. Yo busco a alguien que se sienta de la misma manera escuchándome. Nunca me ha interesado llamar la atención de la audiencia por cualquier medio. Si puedo llegar a más gente, mejor, pero no es algo que me preocupe. En Japón he tocado frente a cinco mil personas en un lugar grande para lo que es el jazz, pero yo lo disfruto tanto como cuando toco frente a cien personas en un bar. Porque siempre se trata de una conexión personal. Sea uno a uno, multiplicada por mil, o quinientos o lo que sea".
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