El Mercurio
El controvertido creador de una de las piezas fundamentales del pop rock electrónico de los 90 habla de su nuevo disco, las causas activistas que lo motivan y su entrañable amistad con David Bowie.
Por Bárbara Alcántara
A sus cincuenta y dos años ya hizo una obra maestra que lo posicionó como uno de los genios de la electrónica, y de paso, lo convirtió en multimillonario. Nueva York le quedó chico y se mudó a un castillo en California, del cual se aburrió y vendió al mismísimo Banksy. Se trata de Richard Melville Hall, más conocido como Moby, quien está de regreso con la publicación de su decimocuarto disco, "Everything was beautiful and nothing hurt", lanzado hace un par de semanas y alabado por la crítica especializada."Con respecto al sonido, se trata de una combinación de elementos cándidos, delicados y melódicos, con toques oscuros que lo sostienen", dice al teléfono desde su casa en Los Angeles, Estados Unidos. Luego detalla sobre el mensaje editorial de la pieza: "Las letras hablan sobre este extraño mundo en el que vivimos, las especies que somos, pero no en un sentido político, sino más bien antropológico y existencial, donde cuestiono el rol de la humanidad en el siglo XXI".
Dicha humanidad presenció a fines del siglo pasado la caída de una caja de madera desde los cielos, dentro de la cual venía un hombre delgadísimo y calvo, vestido con un traje que le quedaba enorme. Era 1998 y la electrónica aún no se masificaba; sin embargo, Moby estrenaba el videoclip de "Honey", el primer sencillo del disco "Play", que lanzaría un año después y que lo elevó a la categoría de precursor del pop rock electrónico. La vocecilla nasal y cautivante de aquel single prendió los radares de toda una generación, para luego bombardear con "Bodyrock", cuyo clip de promoción mostraba un casting de hombres bailando agitadamente al son de la enérgica canción.
Publicado en mayo de 1999, no fue hasta el 2000 que el álbum despegó totalmente gracias a Danny Boyle, quien incluyó "Porcelain" en la banda sonora de la película "La Playa" (2000). Esto posicionó en el mapa al artista, que por ese entonces tenía treinta y cuatro años, y demostraba que no solo era capaz de dar vida a éxitos bailables, sino también de concebir himnos de redención y belleza sonora. En "Play" la electrónica se encontró con el blues, el gospel y el rock alternativo, puente que despertó el interés del mundo publicitario y cinematográfico por la totalidad de las canciones (17), cuyos derechos fueron cedidos por el sobrino bisnieto del autor de la novela "Moby Dick". De este modo, y tras cinco álbumes publicados previamente, el artista no se cansaba de facturar y lograba el éxito que tanto había buscado.
"Yo veo ese álbum completamente distinto a cómo lo ve la mayoría de la gente", dice, explicando que "para mí, es un disco simple y pequeño; lo hice solo en la habitación de mi departamento de Nueva York. Es muy raro; al publicarlo pensé que mi carrera se había terminado y me introdujo a todo un período de rockstar". Posteriormente completa la idea, "estoy orgulloso de lo que viví, más orgulloso aún de que sobreviví a esa etapa, aunque tampoco es una gran parte de mi vida en la actualidad".
Activismo vegano
Enemigo acérrimo de Donald Trump, al navegar por la web es fácil encontrar declaraciones controversiales del hombre tras "Southside" en contra del Presidente de Estados Unidos. Junto con eso, una de sus banderas mayúsculas es la protección de los derechos de los animales. Pionero en el veganismo, hace treinta años que no consume ningún producto que tenga origen de un animal. El 2002 inauguró un restaurante vegano llamado "Teany" en Nueva York, que luego regaló a su ex novia, y actualmente es dueño de "Little Pine", un boliche ubicado en el área de Silver Lake, uno de los barrios más onderos de la ciudad del eterno verano, donde la oferta también está centrada en la comida vegana, y todas las ganancias son destinadas a organizaciones animalistas.
"Cuando tenía diecinueve años, me encantaban los animales, pero también comía en el Burger King. Si lo miras desde un punto de vista lógico, no puedes amarlos y luego contribuir a su sufrimiento, pero es una paradoja que domina nuestra cultura", reflexiona y agrega "99% del mundo los ama y ese mismo porcentaje se los come". Después continúa repasando sobre las paradojas humanas: "La mayoría de las personas quieren mantenerse sanas, pero comen en Mc Donalds, fuman cigarrillos y pasan su tiempo metidos en el celular evitando al resto de la gente".
El también filántropo se explaya de manera impetuosa, pero a la vez deja ver prudencia y amabilidad al explicar sus causas y recalca que el activismo es su motor por estos días, "ya sea en pro de los animales, del medio ambiente, política o los derechos de las mujeres".
-¿Que piensas del movimiento Mee Too?
"Lo que están logrando es algo muy importante, pero lo que me preocupa es que alguien como Donald Trump, que al menos ha abusado o acosado a diecinueve personas, está en la misma categoría de Al Franken (político y comediante estadounidense) por hacer malas bromas. Existe una escala de comportamiento, por lo que debe coexistir una escala de castigo, no es justo que Harvey Weinstein, quien violó a miles de mujeres, esté al mismo nivel que Aziz Anzari porque tuvo una mala cita".
Vecinos y amigos
Actualmente lleva ocho años viviendo Los Ángeles, Estados Unidos. Hace cuatro se mudó del castillo que lo acogió en su primera etapa a una casa ubicada cerca del Parque Griffith, uno de los lugares que tienen la mejor vista al mítico letrero hollywoodense. Reconoce que una de las razones por las que emigró desde la gran manzana fue por el clima y por ser una ciudad llena de artistas. Sin embargo, en la costa oeste dejó a un gran amigo que marcó su etapa neoyorquina: David Bowie. Vivían a una cuadra de distancia, por lo que podían saludarse desde sus azoteas."David fue una de las personas más desconcertantemente inteligentes y brillantes que conocí", dijo el músico a Larry King en una de las primeras entrevistas que dio tras la muerte de Bowie.
"Salimos de gira, pasábamos algunas fiestas juntos, tomábamos café por el barrio e hicimos varias colaboraciones", detalla y luego corrobora el gran lazo que los unía "sí, efectivamente, éramos muy buenos amigos y yo siempre sentí una profunda admiración hacia él".
Máquinas agonizantes
"Todo era bonito y nada dolía" es el título del nuevo disco del estadounidense cuyos sonidos evocan el trip hop de los noventas junto con sus característicos coros gospel, además de atmósferas apocalípticas, oscuras y electrónicas.
"No está realmente influenciado por el trip hop, sino más bien por los discos que marcaron a los productores del género", dice y luego desmenuza que quiso reflexionar sobre el ambiente destructivo en que vivimos "donde hay guerras, pobreza y cosas terribles que son 100% responsabilidad de los humanos". Entonces recalca, "pero no es desde la culpa, sino más bien desde la confusión y la tristeza por gente que sufre, porque los mismos humanos causan dicho sufrimiento".
"Cuando hago un álbum hoy en día, lo que me interesa es hacer un material que tenga integridad y disfrutar el proceso de hacerlo. No tengo garantías de que alguien lo escuche o ganar dinero, menos hacer una gira, más que todo lo hago porque me gusta la música"
-¿Por qué ya no sales de gira?
"Porque lo odio. Es repetitivo y hay muchas cosas de la vida que me resultan más importantes que vivir en aeropuertos u hoteles. Soy feliz en mi casa y tocando mi música con mis amigos, no necesito un gran escenario en frente de multitudes para disfrutar mi música".
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