La Tercera
Lo grabaron en una semana con un presupuesto simbólico y decenas de samples que iban desde Fishbone hasta Los Jaivas. Pozzeídos por la ilusión (1993) fue uno de los títulos fundacionales del rap chileno y festejará su cuarto de siglo el próximo sábado en el Teatro Cariola. Su autor cuenta la historia.
Por Mauricio Jürgensen
Sobraban los cuenta chistes y los imitadores de Michael Jackson y Luis Miguel. Y también los lustrabotas, los compra dólares y los que vendían el “curita importado”.
Pero en el pasaje Bombero Ossa de ese opaco Santiago Centro de 1988 la gente se agolpaba para ver algo realmente inusual; un grupo de jóvenes que bailaba como robots y que giraban como trompos sobre el pavimento.
Jaime Eduardo Fernández Sini tenía 19 años y trabajaba de orfebre en una joyería de Alcántara, cuando un compañero en el taller le advirtió de algo que había visto en televisión: en el centro habían unos que bailaban el mismo breakdance que este flaco alto de voz grave ponía en la tienda con sus viejos casets. El menor de los dos hijos que tuvo el chileno Jaime Fernández con la italiana Antonina Sini, enfiló un sábado por la mañana a la dirección indicada para finalmente encontrarse con lo que había perdido una vez que regresó al país.
La infancia del músico luego conocido como Jimmy Fernández, hoy de 49 años, transcurrió en Panamá, ciudad a la que llegaron en 1970, y a los 16, cuando sus padres se separaron, pasó dos años y medio en Roma. Fue en la capital italiana donde alucinó con el rap después de acompañar a su hermano mayor a un concierto de Afrika Bambaataa, DJ neoyorquino, pionero del género y autor de Planet Rock (1982), en el club Black Out, que todavía existe.
“Esto pasó en 1985 y no lo olvidé nunca más, ese show me voló la cabeza, sentí que estaba en el lugar correcto, y era algo que se conectaba también con la ‘onda electro’ que yo había conocido en Panamá siendo muy niño y que sólo bailaban los negros, la gente de color”, recuerda el líder de La Pozze Latina, sobre el momento exacto en que se declaró su amor por el naciente hip hop, un género del que se puede considerar pionero en Chile junto a De Kiruza y Panteras Negras.
Fernández vivía en la casa de unas tías en Villa Frei y rápidamente se convirtió en un referente de esa naciente movida break del centro de Santiago. Ahí conoció a Pedro Foncea, de De Kiruza, y terminó apareciendo como invitado en Algo está pasando, de 1988, para muchos la primera grabación chilena de rap. Y fue también a través de vínculos como ése que logró que su proyecto originalmente llamado The Latin Posse, y que también integraba con Rodrigo “Johan” Méndez (MC Rody), tuviera la opción de ser registrado profesionalmente en disco.
“Era una época muy especial, porque nadie entendía lo que estábamos haciendo”, explica el músico. “Me acuerdo de las tocatas, los sonidistas nos preguntaban ¿y dónde están las guitarras, las baterías? Para la grabación pasó lo mismo. Salvo lo de De Kiruza, no existían antecedentes sobre cómo grabar rap. Tampoco nosotros lo sabíamos. Así es que empezamos artesanalmente a montar todo. Maqueteamos en un estudio del grupo Aleste (Akustik, de Lito Zerené), y lo grabamos todo en una semana ocupando toda la música que rondaba por mi cabeza”.
Stevie Wonder y Odisea del Espacio
Muchas de esas canciones que aparecen en Pozzeídos por la ilusión (1993) pertenecían a su vieja colección de elepés y muchos de ellos los había comprado en Panamá, en unas ventas de fin de semana que en los 80 organizaban los militares estadounidenses que abandonaban sus misiones en el famoso Canal de ese país.
“Ahí compré discos de Parliament, Stevie Wonder, Earth Wind & Fire, War, lo que te imagines. Y muchas de esas canciones las ocupé en el álbum, además de otros samples de Deodato -uno donde versionaba en clave funk la banda sonora de 2001, Odisea del Espacio (1969)- y también de Los Jaivas”, explica sobre lo que se oye en canciones como “Sex Maniac” y “Con el color de mi aliento”, pieza clave del disco que salió en septiembre de 1993 bajo etiqueta de Alerce y que fue presentado oficialmente en el bar La Batuta.
Esa misma noche de lanzamiento los ejecutivos de Alerce les informaron de una jugada mayor: “La gran sorpresa de la velada fue el anuncio de que el disco se editaría en CD, una noticia tremenda para nosotros y para lo que representaba el movimiento en ese momento”.
Lo que vino después fue girar continuamente por el país y anotarse un par de lujos impensados para ellos como abrir para los Beastie Boys, en abril de 1995, y para Los Fabulosos Cadillacs, en agosto del mismo año, ambos en el Teatro Monumental, hoy Caupolicán.
Hernán del Canto, otro chileno recién llegado de Europa (la ex Alemania Oriental), se había integrado a la banda tras la salida de Méndez y es esa formación la que se ve en videos que rotaron por la naciente MTV latina de la época y también en Vía X, que abrió en marzo de 1995, además del canal Rock & Pop que entró a la parrilla cinco meses después.
“No lo sentíamos en ese momento pero con el tiempo nos dimos cuenta de lo que significó el disco”, dice Fernández. “La edición del CD, que tenía otra tapa donde se nos veía la cara y que habíamos remasterizado, venía con las pistas instrumentales, sin voz. Y mucha gente me ha dicho que empezó a rapear sobre esas bases. Eso es lo más significativo”, concluye. “Confirmar que sobre esas bases se acunó mucho del rap chileno que vino después”.
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