jueves, abril 12, 2018

Chileno gana el premio mayor de la musicología

El Mercurio

Alejandro Vera, académico del Instituto de Música UC.
Por su ambiciosa investigación sobre la vida musical de Santiago Colonial recibió el prestigioso premio "Casa de las Américas" 2018. 

Por Romina de la Sotta Donoso

Ya había ganado dos premios de musicología; el "Emilio Pujol", de España, en 2002, y el "Otto Mayer Serra", de México, en 2008.

Pero esta vez es distinto.

Aunque Alejandro Vera (1975) hizo el mayor descubrimiento musical de las últimas décadas, en 2006, al encontrar en Santiago un manuscrito de 70 folios de Santiago de Murcia, "Cifras selectas para guitarra", en vez de vivir académicamente de ese tesoro, decidió ampliar su radio de estudio y hacer una de las grandes investigaciones pendientes de nuestra historia: ¿Cómo era la realidad musical entre 1541 y 1810?

Diez años de estudios, seis proyectos Fondecyt y un año completo escribiendo -con apoyo de la Dirección de Arte y Cultura UC- se vieron recompensados al ganar el mayor premio musicológico de Hispanoamérica. "El dulce reato de la música. La vida musical en Santiago de Chile durante el período colonial" recibió el prestigioso Premio de Musicología "Casa de las Américas" 2018, el pasado 16 de marzo.

Un reconocimiento que solo en dos ocasiones habían conquistado autores chilenos: Osvaldo Rodríguez, con "La nueva canción chilena", en 1986, y Juan Pablo González y Claudio Rolle, en 2003, con "Historia social de la música popular en Chile (1890-1950)".

Además de que Vera recibirá US$ 3 mil, Casa de las Américas publicará su libro. El lanzamiento será en la próxima edición del premio, en 2020. "Ahora parte una etapa de edición", cuenta Vera, pues hoy su texto tiene 300 mil palabras.

El jurado destacó la enorme variedad de referencias que utilizó el musicólogo chileno y académico del Instituto de Música UC, para "construir las memorias de una ciudad en tan amplio período".

Son casi 270 años, organizados en capítulos, sobre la música en los ámbitos privado y público, así como la actividad musical que había en la Catedral y en los conventos, tanto femeninos como masculinos. La multiplicidad de las fuentes es amplia y Vera incorpora documentos inéditos sustanciales.

"La vida musical de Santiago colonial era más rica y más compleja que lo afirmado en relatos tradicionales, como los de Pereira Salas y Claro Valdés. Desde luego, esa visión ya había cambiado bastante en la última década, gracias a trabajos míos y de otros autores, pero eran hallazgos que circulaban entre especialistas", dice Vera.

Su conclusión central es que Santiago sí tuvo la complejidad musical propia de una ciudad colonial, pese a las significativas limitaciones derivadas de su naturaleza periférica.

"La Catedral de Santiago no tuvo capilla musical estable hasta 1721, mientras otras ciudades equivalentes ya la tenían desde el siglo XVI. Pero esto no quiere decir que su vida musical fuese tan precaria, como se suponía hace algunos años. En el siglo XVII, por ejemplo, los conventos contaron con mayores recursos para la práctica musical que la catedral y esta última desarrolló una práctica musical interesante, basada no tanto en la polifonía como en el canto llano y las entonaciones salmódicas. El libro demuestra que en todos los espacios e instancias imaginables para una ciudad, la música jugó un rol importante", cierra Vera.

 Buen futuro

"No me cabe duda de que vendrán más premios, pues existen muchos musicólogos chilenos trabajando muy seriamente. Solo por mencionar a los más jóvenes, hay gente que recién se está doctorando y ya ha publicado trabajos importantes, como Valeska Cabrera, Laura Fahrenkrog, Laura Jordán y José Manuel Izquierdo", dice Vera.

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